La verdad es que el misterio de Dios, su naturaleza esencial sólo puede ser conocida a través de la revelación que Dios hace de sí mismo. Nos asomamos al tema de la Deidad con humildad, quitando el calzado de nuestros pies: ideas preconcebidas, teologías contradictorias y opiniones diversas. Dejamos que sea la Palabra que nos hable.
«Antes de que nacieran las montañas, antes de que dieras vida a la tierra y al mundo, desde el principio y hasta el fin, tú eres Dios.» (Salmo 90:2).
«De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuera, Yo soy» (Juan 8:58).
La doctrina de Dios sirve de fundamento para la teología cristiana, puesto que Dios se relaciona con todo y todo se relaciona con Él[1]. Antes de adentrarnos en el «terreno sagrado» de la naturaleza divina, reconocemos que es imposible conocer a Dios por nosotros mismos fuera de su autorrevelación: «¿Descubrirás tú los secretos de Dios?» (Job 11:7). Además, hemos de reconocer las limitaciones que afectan nuestra comprensión de lo que se revela: «Grande es Dios y digno de suprema alabanza; su grandeza es insondable» (Salmos 145:3).
Una gran responsabilidad
Somos llamados a proclamar las virtudes de Aquel que nos llamó de la oscuridad a su luz admirable (1ª de Pedro 2:9). ¡Tremenda y maravillosa responsabilidad! La asumimos con cuidado, con temor y temblor. Sabemos que pronunciar el Nombre sagrado de Dios requiere que nuestros labios sean tocados por un carbón encendido, tomado del altar (Isaías 6:6).
El presente artículo no puede ni pretende, agotar el tema. Sería presuntuoso y absurdo por parte de cualquier humano pretender poseer la verdad absoluta acerca de Dios. Siendo un tema inagotable y ciertamente controvertido, abordamos el interés por este asunto desde la perspectiva que nos presenta Elena White en los siguientes pensamientos:
Textos inspirados sobre la Deidad
- «Muchos (…) intentan juzgar al Creador y sus obras con el escaso conocimiento que tienen de la ciencia. Se esfuerzan por determinar la naturaleza, los atributos y prerrogativas de Dios, y se entregan a teorías especulativas respecto del Infinito. Los que se empeñan en este modo de estudiar pisan terreno prohibido. Su investigación no les dará resultados provechosos, y si persisten en ella lo harán con peligro para sus almas». (Elena de White, Ministerio de curación, página 334).
- «Si nos fuera posible lograr una plena comprensión de Dios y su Palabra, no habría para nosotros más descubrimientos de la verdad, mayor conocimiento, ni mayor desarrollo. Gracias a Dios, no es así. Puesto que Dios es infinito, y en él están todos los tesoros de la sabiduría, podremos durante toda la eternidad escudriñar y aprender siempre, sin agotar jamás las riquezas de la sabiduría, su bondad o su poder». (Elena de White, Educación, página 168).
La Biblia es la única autoridad
En el seno de nuestra iglesia oímos voces que la atacan acusándola de herejía y apostasía por defender la enseñanza trinitaria acerca de la Deidad. Lo cierto es que la Biblia presenta una pluralidad indiscutible en el seno de la Deidad y tanto Padre, como Hijo y Espíritu Santo comparten los mismos atributos divinos. Una cosa es interpretar de forma diferente lo que ha sido revelado y otra es acusar a la iglesia. El acusador ya sabemos quién es y quienes acusan evidencian el modelo que están siguiendo.
Aunque la única norma, regla y autoridad última sobre doctrina es, para los adventistas del séptimo día, la Biblia, son muchos los que pretenden afirmar que lo que los adventistas deberían creer debería basarse en lo que creyeron los adventistas pioneros. Pero lo cierto es que la Biblia es nuestra única norma y regla para establecer doctrina. Es nuestra autoridad doctrinal final.
El primer paso para comprender la Biblia es la exégesis. El proceso teologizante es el que sigue al proceso exegético. En este proceso, Elena de White, en virtud de su autoridad profética, influye sobre nosotros al transformar los resultados de la exégesis en doctrina. Sus escritos pueden ser estudiados con provecho, y si bien ella permanece como una autoridad formativa de la doctrina adventista, la Biblia es la única autoridad normativa[2].
Una verdad progresiva basada en la Escritura sola
En este sentido, la Biblia afirma que «la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto» (Proverbios. 4:18). Según afirma Ron Graybill, secretario asociado del Patrimonio White: «Se ha dicho que la comprensión que tuvo la señora de White de la Biblia y las actividades de Dios se incrementaron con el tiempo. Por lo tanto es útil estudiar todos sus escritos, ya estén publicados o no, en su secuencia cronológica para seguir el crecimiento y el cambio de diferentes conceptos».
Así, la visión antitrinitaria de los pioneros fue gradualmente modificada hacia el concepto trinitario a través de los años. El estudio de la Biblia que condujo a los adventistas a abrazar la visión trinitaria de Dios fue estimulado en parte por el debate interno y deficiencias de la visión arriana. Los adventistas, metódicamente desconfiados y críticos de posiciones teológicas tradicionales, adoptaron la determinación de elaborar doctrinas sobre la base de la Escritura sola.
Tres posturas teológicas
En el adventismo hubo tres clases de posturas teológicas:
– Subordinacionismo temporal (Cristo engendradado por el Padre y, por lo tanto, divino, pero no eterno).
– Rechazo a la doctrina clásica: la interpretación clásica involucraba una falta de claridad respecto a las distinciones entre las personas divinas.
– Afirmación de la Trinidad bíblica: la mayoría de pensadores adventistas han creído en la enseñanza bíblicamente revelada de que el Dios cristiano incluye al Padre celestial, a Jesucristo histórico y al Espíritu Santo.
A este debate inicial contribuyeron aquellos nuevos conversos que venían de contextos trinitarios, pero principalmente, lo que ocasionó el paulatino proceso de cambio hacia la visión trinitaria fueron los escritos de Elena White. Su teología de Dios se desarrolló a lo largo de su extenso ministerio.[3]
La Deidad y la preexistencia de Cristo en igualdad con el Padre
Ya en 1850 ella compartió visiones que confirmaban la identidad individual de Cristo y el Padre, en oposición a los puntos de vista opuestos que tendían a desdibujar su verdadera personalidad. En 1869, contrariamente a sus colegas antitrinitarios, ella afirmó la preexistencia eterna de Cristo y su igualdad completa con el Padre: «El Señor Jesucristo, el divino Hijo de Dios, existió desde la eternidad como una persona distinta, y sin embargo era uno con el Padre» (Elena de White, Mensajes selectos, Tomo 1, página 291).
Desde 1872 en adelante, al ir ganando mayor comprensión de la salvación por medio de la expiación sustitutiva, ella vio con claridad que sólo un Salvador que tuviera vida en sí mismo y que fuera absolutamente igual al Padre, podía ser un sacrificio de suficiente valor para lograr la redención.
El Espíritu Santo, la tercera persona de la Deidad
Poco tiempo después, en un pequeño folleto dirigido a los pastores habló del Espíritu Santo de esta manera: «El mal se había estado acumulando durante siglos, y sólo podía ser restringido y resistido por el grandioso poder del Espíritu Santo, la tercera persona de la Deidad, que vendría no con energía modificada, sino con la plenitud del poder divino» (Elena de White, Testimonios para los ministros, página 392).
En 1898, en su emblemática obra sobre la vida de Jesús, el Deseado de todas las gentes, encontramos dos declaraciones que evidencian claramente su postura. Comentando Juan 11:25, ella escribió: «En Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra» (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, página 489). Unas páginas más adelante, ella identificó al Espíritu Santo como «la tercera persona de la Deidad» (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, página 625).
Sus declaraciones culminantes sobre los «tres grandes poderes del cielo», «el trío celestial» (Elena de White, Manustritos relacionados, Tomo 6, página 27; El Evangelismo, página 446) y «los eternos dignatarios celestiales» (El Evangelismo, página 447) son conceptos claramente trinitarios. Ella evitó usar la palabra «Trinidad» probablemente porque el trinitarismo tradicional está asociado a conceptos filosóficos que ella rechazaba rotundamente, tales como el dualismo alma y cuerpo, la impasibilidad y atemporalidad divina.
Dios es uno
Elena White estuvo en plena armonía con la declaración bíblica que afirma claramente que «Dios es uno» (Deuteronomio 6:4; Juan 10:30; 17:10-11) en naturaleza, carácter, propósito y amor, a la vez que Dios es tres (Mateo 28:19; Juan 14:16-20; 15:26; 16:12-15).
Ella explicó que «la unidad que existe entre Cristo y sus discípulos no destruye la personalidad de ninguna de las partes. Son uno en propósito, en mente, en carácter, pero no en persona. Así es como Dios y Cristo son uno» (Elena de White, Joyas de los Testimonios Tomo 3, página 267).
El concepto bíblico que afirma que Dios es una unidad de tres personas es la esencia de la fe trinitaria, y los escritos maduros de Elena White apoyan ese concepto.
De ninguna manera podría la mente humana lograr lo que la doctrina clásica acerca de la Trinidad pretende percibir, a saber, la descripción de la estructura interna del ser de Dios.
«Tú crees que Dios es uno; bien haces» (Santiago 2:19). Junto a la creación, debemos aceptar la unicidad de Dios por fe.
No hay mente humana capaz de comprender la Deidad
Elena White escribió: «La revelación que de sí mismo dejó Dios en su Palabra es para nuestro estudio, y podemos procurar entenderla. Pero más allá no debemos penetrar. El hombre más inteligente podrá devanarse los sesos en conjeturas respecto a la naturaleza de Dios, pero semejante esfuerzo será estéril. No nos incumbe resolver este problema. No hay mente humana capaz de comprender a Dios. Nadie debe permitirse entrar en especulaciones respecto a la naturaleza de Dios. Aquí el silencio es elocuencia. El Omnisciente trasciende toda discusión». (Elena de White, Ministerio de Curación, página 336).
Mucho más hay por escribir. Este artículo no agota, ni muchísimo menos, la profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento de Dios (Romanos 11:33).
Acusar a la iglesia de apostasía y de haber aceptado una doctrina espuria siguiendo los mandatos de la Iglesia Católica es, no sólo osado, sino erróneo y malintencionado.
Hay fundamento para creer en la personalidad de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Decir que los pioneros rechazaron la Trinidad y, por lo tanto, también tenemos que rechazarla nosotros a pesar de la revelación bíblica, es obligarnos a cambiar el fundamento de nuestra fe, a saber, La Palabra de Dios.
Seguiremos escribiendo sobre el tema. Como dice Pablo, «Con todo, si alguno quiere discutir, sepa que ni nosotros ni las iglesias de Dios tenemos tal costumbre» (1ª de Corintios 11:16).
Autor: Óscar López, presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
Imagen: creada por IA (LumaLabs).
Referencias:
[1] Fernando L. Canale, La doctrina de Dios en Teología, fundamentos bíblicos de nuestra fe, pág. 41.
[2] https://ministeriopastoral.com.br/la-funcion-de-elena-g-de-white-en-la-formacion-doctrinal/
[3] Ver Enciclopedia de Elena G de White – Denis Fortin y Jerry Moon.
Artículos relcionados: