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Andrea BertaEl 15 de noviembre de 1971 nace Andrea Berta en la pequeña localidad de Orzinuovi, provincia de Brescia en el norte de Italia. Ya en edad universitaria, Andrea compagina sus estudios de Economía con su pasión, la práctica del fútbol aficionado. El tiempo pasa y con 32 años es el director de una sucursal del banco Pompiano. La suya es una vida que puede considerarse normal y cómoda. Pero entonces Andrea mira hacia el futuro y decide tomar una decisión radical, se deja guiar por el corazón en vez de por la cabeza, y para disgusto de su madre, deja el banco, abandonando su profesión y la estabilidad económica que ha gozado hasta ese momento.

Cómo empezó todo

En realidad, todo comenzó cinco años antes. La verdadera pasión de Andrea siempre había sido el fútbol. Un día, un grupo de amigos amantes del deporte rey, que tenían un pequeño club de aficionados, pensaron en contar con un director deportivo. El entrenador del equipo les dijo que conocía a un joven de 27 años, que aunque trabajaba en la banca, era un apasionado del fútbol y que era sorprendente el profundo conocimiento que tenía sobre jugadores, aspecto fundamental para aspirar a ser un director deportivo. El equipo contactó con Andrea y éste aceptó dedicarles las tardes una vez acabara su jornada laboral en el banco. Desde entonces, año a año, el equipo fue ascendiendo de categoría hasta ganar el Campeonato Nacional de Aficionados, lo que permitió que el equipo saltara al profesionalismo.

Respecto a la clave del éxito del equipo, el entonces vicepresidente del club, Enrico Viola, afirma, «El mérito fue principalmente de Andrea, que tenía un sentido especial, entendía las necesidades del equipo y las características de los jugadores. Él nos traía a jóvenes buenos y baratos». En solo cuatro años, la labor de Andrea buscando, eligiendo y contratando jugadores para el club, convirtió a un equipo de aficionados como había sido el A. C. Carpenedolo, en uno profesional con repercusión nacional. Había conseguido algo casi imposible en un tiempo récord, ¡lo nunca visto!

Pero ahora las circunstancias eran distintas, el hecho de ser el director deportivo de un equipo que iba a ser profesional, exigió que Berta tuviera que tomar una decisión, continuar trabajando para el banco o centrarse exclusivamente en el fútbol, en su pasión. Si elegía el fútbol, seguiría cultivando la posibilidad consolidar su sueño de vivir por y para el fútbol. Andrea se inclinó por el fútbol. Dejó atrás su vida profesional en la banca y se embarcó en lo que para él era una maravillosa aventura.

Su presente

Tras dos años compitiendo en la liga profesional italiana en cuarta categoría, la C2, el Parma, equipo de la primera división, le ofreció un contrato como director deportivo. Andrea aceptó aunque parecía una locura, ¡una más en los últimos años! Aunque el Parma era un club histórico y emblemático de la liga italiana, estaba prácticamente arruinado. A pesar de todo, Andrea aceptó.

Andrea comenzó a trabajar desde la dirección deportiva del club, contrató un entrenador, contrató jugadores nacionales e internacionales, y contra todo pronóstico, nuevamente se hizo realidad lo aparentemente imposible. El Parma consiguió acabar sexto en la liga y también consiguió clasificarse para jugar la siguiente temporada en competición internacional, la liga de la UEFA (la segunda competición internacional europea en importancia tras la Liga de Campeones). Dos años después, Andrea era contratado por el Génova, y es que, en tan solo dos temporadas con el Parma, Andrea se había ganado el respeto y la admiración del mundo del fútbol por su buen hacer desde los despachos.

En estos días se cumplen 10 años desde que Andrea Berta salió del Génova para ir al Atlético de Madrid. Hoy, este italiano, destinado un día a jubilarse anónimamente en la banca, es considerado el mejor director deportivo de Europa, que por el nivel de profesionalismo, importancia y poder económico del fútbol europeo, es como decir que Andrea es el mejor director deportivo del mundo. No solo eso, Andrea además está muy cotizado en el mercado. Los grandes clubes europeos, en varias ocasiones, han tratado de contratarle, pero, por el momento, ha rechazado las atractivas y económicamente mareantes ofertas que algunos de los más grandes y poderosos clubes europeos le han puesto sobre la mesa.

Su mayor virtud

Andrea Berta es capaz de ver en jugadores lo que pueden llegar a ser, sin duda que su gran activo es ver más allá de lo que ven la mayoría de directores deportivos. Él ve el potencial que hay en las botas de algunos jugadores que para otros pasan desapercibidos. Fichó a un desconocido portero esloveno del Benfica de Portugal, años después Jan Oblak fue considerado el mejor portero del mundo. Fichó a un joven delantero rubito que jugaba en la Real Sociedad de San Sebastián llamado Antoine Griezmann, años después llegó a debatirse en el mundillo futbolístico si Griezmann estaba siendo llamado a ser el heredero del astro argentino, Lionel Messi.

El maestro que ve más allá

La experiencia de Andrea Berta me ha traído algo a la mente. El Maestro de Nazaret veía en los demás los que éstos podían llegar a ser si se abandonaban a la influencia divina. Jesús percibía el potencial que nadie más era capaz de ver. Los apóstoles Santiago y Juan, apodados “los hijos del trueno” (Mr. 3:17), sugieren al Maestro que descienda fuego del cielo para que consuma a los samaritanos de una aldea, que les ha negado el hospedaje porque parecía que venían de Jerusalén, es decir, porque les parecía que eran judíos (Lc. 9:51-56). Solo Jesús vio en estos hombres duros e impulsivos lo que podían llegar a ser, líderes fieles y dignos ejemplos de lo que el amor de Cristo puede hacer en cada persona.

En Pedro

Tras las tres negaciones de Pedro (Mt. 26:69-75), solo Jesús vio que el amor del apóstol hacia su Maestro era auténtico, que no eran frases huecas carentes de verdadero sentido, como muchos podían pensar tras haber traicionado a Jesús. El Maestro veía lo que nadie más podía ver, a un futuro gran líder de su Iglesia. El Maestro pudo ver que Pedro sería un incondicional suyo y que su traición se quedaría en algo anecdótico en su biografía.

En Zaqueo

Solo Jesús vio en Zaqueo, el jefe de publicanos de Jericó (Lc. 19:1-10), a un hombre atormentado por sus necesidades espirituales no satisfechas. Un hombre sin paz interior que, aunque vivía en la abundancia material, estaba espiritualmente sediento de la misericordia de Jesús. Aunque sin aparentarlo, Zaqueo estaba deseando asirse de la mano tendida del Salvador. Nadie más se imaginaba que, fruto de su genuino arrepentimiento, Zaqueo devolvería lo que había cobrado injustamente a sus conciudadanos. Jesús, sí.

En María Magdalena

El Maestro vio en María Magdalena la pureza de sus intenciones al ungirle con el perfume «de mucho precio» (Mt. 26:6-13). Jesús vio en ella un corazón quebrantado de agradecimiento, tan rebosante de respeto, admiración y amor por su persona como la fragancia que dejó el frasco de alabastro completamente derramado en honor de Jesús. El Maestro vio un corazón convertido, salvado y regenerado por la gracia divina.

En nosotros

La cualidad del director deportivo Andrea Berta de ver el potencial no descubierto hasta ese momento de algunos jugadores, tiene un propósito, hacer más grande al equipo para el que trabaja, el Atlético de Madrid, con el que en estas fechas cumple 10 años de relación contractual. Pero el Maestro de Nazaret ve más allá, ve en cada uno de nosotros lo que podemos llegar a ser si nos abandonamos a la influencia divina y la clase de bendición en la que nos podemos llegar a convertir inspirados por su Espíritu. Ef. 2:10, «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, que Dios de antemano preparó para que anduviéramos en ellas».

Jesucristo nos mira y ve el propósito para el que somos llamados, sabe curar nuestro pasado y potenciar nuestro futuro. Su efecto en nosotros es insospechado y las consecuencias son eternas. Is. 40:26, «Alzad a lo alto los ojos y ved: ¿quién ha hecho esto? El que hace salir por orden al ejército celeste, y a cada estrella por su nombre llama».

Autor: Antonio Ubieto, pastor de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Oropesa y Liria (España), y colaborador de La Voz de la Esperanza.
Imagen: Revista Indios

Revista Adventista de España