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En esta nueva carta, Pablo se dirige a las iglesias de Galacia. A los gálatas creyentes a los que el apóstol llama cariñosamente: “hijitos míos” (4:19). Una carta fruto de la perplejidad con la que Pablo percibe la confusión insensata con la que sus hermanos viven dejándose esclavizar por aquellos cizañeros que “se habían introducido en la iglesia a escondidas, para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús y para reducirnos a la esclavitud” (2:4).

El apóstol queda sorprendido al ver lo fácil que ha sido alejar a los creyentes “del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente” (1:6).

El propio Pablo matiza rápidamente: “No que haya otro evangelio, sino que hay algunos que os perturban y quieren alterar el evangelio de Cristo” (1:7). Estos perturbadores reciben varios nombres en esta carta: “cizañeros, falsos hermanos, perturbadores que obligan a circuncidarse” (2:4; 5:10; 6:12).

Están, pero no son

Gente que está, pero no es. Gente que predica (1:9), que hechiza (3:1), que esclaviza (4:9), que aparta a la iglesia de aquellos que levantan a Cristo (4:17) y que, al desvincularse de Cristo, han perdido la gracia (5:4).

¿Será que estas personas pertenecen al pasado? ¿Se ha librado la iglesia hoy de aquellos a los cuales el apóstol se vio obligado a señalar en sus cartas? Gente que busca ser popular, que no está interesado en salvar, sino en dividir y condenar. Supuestos hermanos que, en lugar de “jactarse en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (6:14), practican e imponen una religión “solo para agradar a los hombres y para no padecer persecución a causa de la cruz de Cristo” (6:11).

La irrupción de estos supuestos hermanos maldice a la iglesia. Aquellos que comenzaron por el Espíritu, por causa de la gran influencia de estas personas, se alejan de la gracia para confiar en sus propios esfuerzos humanos (3:3). Imagina el dolor del apóstol al ver a aquellos que fueron libres en Cristo y que, por la agresividad de estos hermanos, quedaron reducidos a la esclavitud de una religión aparente donde circuncidarse es más importante que amar. No hace falta que imaginemos mucho ya que Pablo nos dice como se siente: “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros, quisiera estar con vosotros ahora mismo y cambiar el tono, pues vosotros me tenéis perplejo” (4:19-20).

Las lágrimas que encontramos en las cartas a los Corintios, vuelven a estar presentes en esta carta a los creyentes de Galacia. El pastor Pablo viendo a los que creyeron en el evangelio de Cristo confusos. Ya lo dijo en otra carta: “Tengo miedo que, así como la serpiente engañó a Eva con su astucia, vuestros sentidos sean también de alguna manera corrompidos y se aparten de la sencillez que hay en Cristo” (11:3).

¿Evangelio sencillo o religión complicada?

Este es el tema. Un evangelio sencillo vs. una religión complicada. Ojalá este dilema no tuviera que ver con la iglesia a la que hemos sido llamados a cuidar y pastorear. Pablo afirma que “en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor” (5:6). Ese amor que, en Cristo, nos hace “sobrellevar los unos las cargas de los otros, cumpliendo así la ley de Cristo” (6:2).

Una religión de amor y servicio al prójimo. ¿Para qué complicarlo más? ¿Por qué añadir más elementos a lo que se nos ha enseñado que es la verdadera expresión religiosa? “En Cristo Jesús, ni la circuncisión vale nada ni la incircuncisión. Lo que importa es ser una nueva criatura” (6:15).

Así es. Lo que importa no es lo que hace el hombre para vivir la religión, sino lo que el Espíritu hace en el hombre para crecer en la relación. ¿Quieres cumplir con lo que Dios te pide? Ama. Perdona. “Porque toda la ley se cumple en esta sola palabra: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (5:14). Porque el grado de conversión viene dado por el trato que dispensas a los que no piensan como tú. A los que no creen lo que tú crees. Porque tus actitudes gritan mucho más que tus palabras.

Hay quienes miden la religión por la obediencia externa. El cumplimiento de la ley. Hay quienes incluso guardan los días, los meses, las estaciones y los años (4:10), pero olvidan que la religión de Cristo se mide por el fruto del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.

¿Aparentar o ser?

Cierto, es más fácil circuncidarse. Hacer algo que muestre lo religioso que soy. Lo complicado no es mostrar o aparentar, sino ser. Y no se puede ser sin Cristo en el corazón. ¿Qué diría Pablo hoy a la iglesia? ¿Qué les diría Pablo a aquellos que quieren seguir celebrando la Pascua, el Pentecostés o el Yom Kippur? Aquellos que se identifican visualmente con el pueblo judío y ostentan una religión hebrea que los aleja del Evangelio de Cristo. ¿Qué les diría Pablo?

Quizás les escribiría una carta como la que estoy leyendo.

Si quieres depender de la ley, de las formas y de aquello que tuvo su cumplimiento en Jesús, caes en la maldición de la que Jesús te quiso liberar. Nadie se justifica ante Dios por hacer. Para Pablo esto es evidente porque el justo por la fe vivirá (3:11). Frente a los que intentan imponer condiciones para la salvación, Pablo presenta a Jesús. Así, “cuando se cumplió el tiempo señalado, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para redimir a los que estaban bajo la ley” (4:4-5).

Hijos de la promesa

Hemos sido adoptados (4:5). Somos hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús (3:26). No somos hijos de esclavitud, sino hijos de la promesa. Tan solo se nos pida que lo creamos, no que nos lo merezcamos o que nos lo ganemos. “Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia… de modo que todos los que tienen fe son bendecidos con el creyente Abrahám” (3:6, 9).

Simple. Cree y verás. No deseches esta gracia. Simplemente cree. Aunque estés rodeado de gente que crea que la religión ha de ser algo mucho más complicado, haz como Pablo y sus compañeros: “Ni por un momento accedimos a someternos a ellos, para que la verdad del evangelio permaneciera con vosotros” (2:5).

Frente a los que perturban, alteran y estorban, que podamos decir: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (2:20).

¿Demasiado simple? Recuerda: “Lo único que he encontrado es que Dios hizo al ser humano perfecto (simple), pero ellos se buscaron demasiadas complicaciones” (Ecl. 7:29). No siempre lo rebuscado, complejo y ritual es lo auténtico. Solo Jesús.

Dios te bendiga.

Autor: Óscar López, presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
Imagen: Photo by Aaron Burden on Unsplash

 

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