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Leer a Pablo es una práctica que exige constancia, paciencia, oración, perseverancia y, por encima de todo, el Espíritu Santo. Esto que escribo no es nuevo. El apóstol ya lo advirtió:

Ni mi palabra ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de sabiduría humana, sino con demostración de Espíritu y poder. (1ª Cor. 2:4).

De estas cosas os hablamos, pero no con palabras enseñadas por la sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu. (v. 13).

Entender a Pablo no es un tema de inteligencia. Es un tema espiritual. Él mismo dice que, al predicar a Jesucristo crucificado (v. 2), lo hizo explicando las cosas espirituales en términos espirituales (v. 13). Esta es la razón por la cual, para muchos, lo que escribe Pablo es locura y no lo pueden entender, porque se han de discernir espiritualmente (v. 14).

Es importante que este punto esté claro porque, según Pablo, es fundamental que nuestra fe no esté fundada en la sabiduría humana, sino en el poder de Dios (v. 5).

Por lo tanto, no es lo que el hombre pueda decir o enseñar. No se trata de acomodar los pensamientos en base a la lógica de un maestro determinado, de una orientación teológica o una denominación religiosa particular. Es el Espíritu que habla, susurra y convence a aquel que está dispuesto a dejarse llevar, dirigir y educar por Aquel que nos lo reveló todo “por medio del Espíritu” (v. 10).

Este precioso capítulo termina con una declaración que no nos puede dejar indiferentes: Pero nosotros tenemos la mente de Cristo (v. 16).

Tener la mente de Cristo

¿Qué quiere decir esta frase? Una vez más, es necesario que sea el texto en su contexto el que nos dé la explicación adecuada. Usar una frase fuera de su contexto nos lleva a teologías pretexto que usan palabras para justificar creencias cuando, en realidad, la creencia debería quedar formada por lo que sí dice la Palabra.

Pablo dice que Cristo Jesús ha sido hecho para nosotros sabiduría de Dios (1ª Cor. 1:30). A esta sabiduría, el apóstol la define como misteriosa y oculta (1ª Cor. 2:7). De hecho, afirma que ninguno de los poderosos de este mundo conoció esta sabiduría, porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria (v. 8).

En contraste con aquellos que no supieron discernir la sabiduría de Dios hecha carne, Pablo afirma que para los que aman al Señor, Dios ha preparado cosas que ojo no vio ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre.

¿Por qué y para qué menciona Pablo la mente de Cristo en este contexto? Porque es solo mediante una mente iluminada por la acción constante del Espíritu que podemos llegar a entender, ver, discernir y disfrutar de aquello que Dios tiene preparado para el ser humano, a saber, Cristo y su obra salvífica a nuestro favor.

Recientemente, he sido testigo del uso de esta frase para justificar toda una teología vinculada con una última generación de creyentes que ha de vindicar el carácter de Dios mediante una obediencia perfecta a la ley al igual que Cristo. Pero el texto de Pablo no está hablando de obediencia, sino de discernimiento. No habla de comportamiento, sino de actitud. El texto no habla del logro del hombre, sino del logro del Espíritu en la mente del hombre para que entienda que Jesús es para el hombre, no solo sabiduría de Dios, sino justificación, santificación y redención (1ª Cor. 1:30).

Implicaciones de tener la mente de Cristo

Tener la mente de Cristo implica vivir una fe poderosa en el Espíritu y no una religión formal basada en la sabiduría humana.

¿Puede una persona que vive en el Espíritu justificar una vida de pecado? De ninguna manera.
¿No es el Espíritu el que nos lleva a una vida de victoria? Efectivamente.
¿No es el Espíritu el que, por su bondad, paciencia y generosidad, nos guía al arrepentimiento? Desde luego que sí.

Pero nosotros tenemos la mente de Cristo, es una declaración que nos habla de la capacidad del Espíritu para instruir al hombre en las cosas espirituales (v. 16), y no del resultado de dicha instrucción. Los que han alcanzado madurez en la fe (v. 6), son los que, guiados por el Espíritu, viven una vida cristiana donde el Espíritu guía, enseña y dirige la vida, tal y como dirigió la de Jesús.

En cuanto al resultado de dicha instrucción, usaré las palabras de Jesús: Basta a cada día su afán (Mat. 6:34). Lejos de centrarse en el día de mañana, hoy es el día de la salvación. Pablo afirma que si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones (Heb. 3:15). Porque la clave no está en el resultado, sino en el proceso. Por lo cual, no desmayamos; sino que, aunque este nuestro hombre exterior va decayendo, el interior, no obstante, se renueva de día en día (2ª Cor. 4:16).

¿Tienes hoy la mente de Cristo? ¿Te estás dejando dirigir por el Espíritu estudiando y viviendo “toda palabra que sale de la boca de Dios”? (Mat. 4:4). Si es así, no temas, que el que comenzó en vosotros la buena obra la irá llevando a término hasta el día de Jesuscristo (Fil. 1:6).

Autor: Óscar López, presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
Imagen: Photo by Joel Muniz on Unsplash

 

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