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El año 2020 será el año del Confinamiento y del Covid19. No sabemos qué nos depara el futuro, pero el pasado más reciente ha convertido esas dos palabras en un trending topic constante y abrumador. Poco a poco, el confinamiento irá dando paso a la desescalada y el Covid19 cederá su protagonismo a la crispación social y a la crisis económica.

Nada nuevo bajo el sol

Nosotros, la iglesia, cientos de zooms después, aquí estamos. Expectantes ante un futuro que se muestra extremadamente incierto, conscientes que el mundo ha cambiado ante nosotros a una velocidad increíble. La crisis que ha sacudido al mundo también ha afectado a la iglesia. Pérdida de trabajo. Cuadros de ansiedad y estrés. Tristeza por los que no están y alegría por los que han vuelto. Convivencia en familia, cultos y concursos por internet en una iglesia virtual que se ha convertido en nuestro “pan de cada día” a lo largo de las semanas.

Echando la vista atrás, vemos que las puertas de nuestros locales llevan cerradas desde el sábado 14 de marzo. Lo que parecía que podría ser un par de semanas, se ha convertido en varios meses. Mientras lees estas palabras, muchas de nuestras iglesias siguen cerradas. Otras han ido abriendo tímidamente sus puertas aprovechando las diversas fases que el gobierno ha diseñado hasta la “nueva normalidad”.

Han sido y siguen siendo semanas de reflexión

Entre los temas que han formado parte de nuestra meditación: el valor de los grupos pequeños, la necesidad de seguir conectados, la importancia de saber adorar en familia, la fe más allá de las cuatro paredes, etc… Pero también hemos tenido tiempo para algo más. He podido hablar con muchos amigos adventistas que están considerando un cambio de aires.

Me explico: si el tema de salir de la ciudad ha formado parte del diálogo adventista desde el origen del movimiento, el confinamiento ha acentuado aún más esta posibilidad. Estas semanas son varias las voces que han enfatizado el mensaje sobre la necesidad de “salir de las ciudades. Dichas voces se han convertido en referentes, con discursos en boga aprovechando la coyuntura y sabiendo elegir el momento adecuado para decirnos lo que estábamos dispuestos a oír dada nuestra sensibilidad y encierro.

No me entiendas mal. Me parece bien hablar de este tema. Creo que es bueno que, en la medida de lo posible, todos nos replanteemos nuestro propio estilo de vida y las posibilidades que tenemos de hacer los cambios oportunos. Como diría Josué, “yo y mi casa” estamos orando para que el Señor nos dé luz al respecto.

Como pastor, permite que comparta algún matiz que me preocupa en relación al tema que nos ocupa. Hay quienes actúan por miedo y no por convicción en el Espíritu. Son muchos los que aprovechan cualquier crisis para “crear agitación y desorden sin ser capaces de dar consejos oportunos ni organizar y disponer para que, después de cada brote de entusiasmo, de la confusión surja el orden, y haya descanso y paz por la obediencia a la Palabra de Dios” (EGW, CC, p. 38).

Mucha excitación con la cual es fácil provocar daños irreversibles. Elena White aconseja que “no se haga nada en forma desordenada para que no se produzcan grandes pérdidas ni se sacrifiquen las propiedades a causa de discursos ardientes e impulsivos, los cuales despiertan un entusiasmo que no está de acuerdo con la voluntad de Dios” (CC, p. 38). Hay peligro en actuar de forma precipitada porque si no hay un plan dirigido por el Señor, el resultado de salir de la ciudad puede provocar desánimo al haber actuado imprudentemente.

¿Es el coronavirus una señal para salir de las ciudades?

La realidad es que en nuestra iglesia algunos han convertido al coronavirus en señal y lo tienen claro: es el momento de salir de las ciudades. Aunque es una buena decisión, nadie tiene que actuar de forma precipitada o irreflexiva. Dios tiene que abrir las puertas y marcar el camino. El mismo texto que nos invita a “salir de ahí”, nos dice: “Porque no saldréis apresurados ni iréis huyendo, porque Jehová irá delante de vosotros, y vuestra retaguardia será el Dios de Israel” (Isaías 52:12).

Cuando la convicción reine en el corazón y la familia llegue a un consenso, Dios marcará el camino a seguir. Se nos recomienda no actuar por presión o por la urgencia del momento. Elena White lo expresa con las siguientes palabras: “Los que por fin han decidido salir, que no lo hagan en forma apresurada como respuesta a un movimiento de agitación, en forma imprudente, o de un modo tal que después tengan que arrepentirse profundamente de haber salido...” (CC, p. 35).

Creo que es bueno que cada adventista lea lo que se nos ha dicho. Leamos por nosotros mismos y oremos en familia. La voz del Señor ha de sonar con claridad en el corazón de los esposos que oran y que llegan a la convicción en el Espíritu: “Éste es el camino, andad por él; ya sea que echéis a la mano derecha, ya sea que torzáis a la mano izquierda” (Isaías 30:21).

Dios está con su pueblo. La experiencia de las últimas semanas tiene mucho que enseñarnos. No seremos los mismos cuando podamos volver a vernos en las iglesias. Nos hemos echado de menos y nos lo demostraremos mediante una profunda experiencia de adoración y oración cuando podamos estar juntos. No echamos de menos a la rutina, sino a las personas porque somos un pueblo que, unido, se prepara para la eternidad.

Mientras Cristo vuelve, aprendamos y hagamos nuestro el consejo inspirado: Que todos tomen el tiempo necesario para realizar cuidadosas consideraciones, para que no sean como el hombre de la parábola que comenzó a edificar y luego fue incapaz de terminar. No debe realizarse ningún movimiento sin considerar cuidadosamente ese movimiento y sus resultados; todo debe ser tenido en cuenta…” (EGW, CC, pág. 36).

Seguimos caminando. Dios está al timón.

Autor: Óscar López, presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
Imagen: Photo by Benjamin Davies on Unsplash

Revista Adventista de España