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Lección 6 para el 10 de febrero de 2024: ME LEVANTARÉ.

Cuando las dificultades o las injusticias rodean al salmista, este clama: «Levántate, Jehová» (Salmos 3:7; 7:6; 9:19; 10:12; 17:13; 35:2; 44:26; 74:22; 82:8; 132:8).

Ante el clamor, el Señor se levanta cuál guerrero para defender al indefenso (Salmos 12:5); y para juzgar y salvar a «los mansos de la tierra» (Salmos 76:9).

Dios tiene también un plazo fijado para levantarse de su lugar en el Santuario para ejecutar su ira –su «extraña obra» (Isaías 28:21)–, y tener misericordia de su pueblo (Salmos 102:13).

  • El Guerrero (Salmo 18).

    • ¿Tiene poder Dios para defendernos? Por supuesto (Salmos 18:2).
    • Podemos ver a Dios manifestándose como un guerrero cabalgando a caballo; haciendo temblar la tierra y levantando humo y fuego a su paso; paralizando al enemigo con su potente voz; usando las fuerzas de la naturaleza como sus flechas; y librando así a los que a Él claman (Salmos 18:7-18).
    • Aunque era un guerrero acostumbrado a la batalla, David nunca confió en su propia fuerza, en su inteligencia, o en su pericia en el manejo de las armas. Todas sus victorias las debía a Dios, quien peleó siempre por él (Salmos 18:47-48).
  • La justicia:

    • Justicia divina (Salmo 41).

      • La Biblia deja muy claro que Dios no tolera las injusticias. Si el necesitado o el oprimido claman a Dios, Él se levanta para hacerles justicia (Salmos 12:5).
      • Cuando se sentía vulnerable y enfermo, y sus propios amigos, en secreto, deseaban su muerte, David clamó a Dios (Salmos 41:7-9). Confesando su propia indignidad, dejó su caso en las manos misericordiosas de Dios, seguro de que Él lo oiría (Salmos 41:4, 11-13).
      • La actitud de Dios para con los necesitados nos llama a sentir de la misma manera, es decir, debemos preocuparnos por ellos. El Señor recompensa a los que tienen esa actitud (Salmos 41:1-3).
    • Justicia humana (Salmo 82).

      • Dios delegó la capacidad de juzgar a los dirigentes del pueblo, siendo el rey el principal juez de Israel (Salmos 72:1-2). A aquellos que juzgan por delegación divina se los llama «dioses» (Salmos. 82:1).
      • Esta delegación va más allá del pueblo de Dios. Todo aquel que tiene la capacidad de juzgar, lo hace por autoridad divina, aunque no lo reconozca (Juan 19:10-11; Romanos 13:1).
      • La autoridad que reciben les hace responsables ante Dios por la forma en que administran la justicia (Salmos 82:2).
      • Dios indica la forma en que un juez humano debe juzgar (Salmos 82:3-4). Si lo hacen correctamente, son considerados «hijos del Altísimo» (Salmos 82:6). En caso contrario, ellos mismos caerán bajo el juicio divino (Salmos 82:7-8).
  • El juicio:

    • La ira divina.

      • ¿Cómo podemos armonizar las palabras de Salmo 137:9 –«Dichoso el que tomare y estrellare tus niños contra la peña»– con el pedido de Jesús de amar incluso a nuestros enemigos?
      • Los salmos que suplican que Dios se vengue y derrame su ira sobre los hombres son duros y desconcertantes. Especialmente, cuando tenemos en mente nuestra propia ira y nuestra propia forma de vengarnos.
      • No obstante, el salmista nunca pretende tomarse por sí mismo la venganza. Solo Dios puede hacer verdadera justicia, y dar el merecido pago a las personas por sus actos.
      • El bien y el mal no pueden ser tomados livianamente. El mal tiene sus consecuencias, y la ira de Dios se manifiesta como el único medio para su erradicación.
    • El Santuario (Salmo 99).

      • El Santuario Celestial está íntimamente ligado con el Juicio. En el Lugar Santísimo, donde el Señor reina «sentado sobre querubines» (Salmos 99:1), se realiza la obra de juicio (Daniel 7:9-10).
      • Este es el lugar donde se realiza el perdón del pecado y la restauración de la justicia. Esto implica tanto la absolución de los que se aferran al Salvador, como la condenación de aquellos que lo rechazan (Salmos 1:5-6).
      • Como queda claramente simbolizado en el arca del testimonio, el Juicio se basa en el cumplimiento o violación de la Ley de Dios, los Diez Mandamientos.
      • Seguros del perdón divino, los siervos de Dios anhelan la hora del Juicio, y claman por su llegada para que la justicia se cumpla al fin (Salmos 7:6-8; 9:19; 67:4; 99:4; 135:14).

Para meditar:

«Tal como el arco iris se forma en las nubes por la unión de los rayos del sol y las gotas de lluvia, el arco iris que rodea el trono representa el poder combinado de la misericordia y la justicia. No solo hay que afirmar la justicia, porque eclipsaría la gloria del arco iris de la promesa que está sobre el trono; los hombres solo verían la condenación de la ley. Si no hubiera justicia ni sanción, el gobierno de Dios carecería de estabilidad. La unión de la justicia y la misericordia perfecciona la salvación». (Elena G. White, Maranatha: El Señor viene, 14 de noviembre).

Autor: Sergio Fustero, de la Iglesia Adventista del 7º Día en Castellón. Responsable, junto con su esposa Eunice Laveda, de la web de recursos para la E.S. Fustero.es
Imagen: Librito oficial de Escuela Sabática

Revista Adventista de España