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El profeta Elías es uno de los personajes que despierta en nosotros curiosidad por todo lo acontecido en una de las épocas más oscuras del reino de Israel. La idolatría promovida por la casa real en la figura de la reina Jezabel, nos pinta un cuadro nefasto para los profetas del Señor que han sido perseguidos con la intención de destruir cualquier vestigio de la fe verdadera. Tenemos en pocos capítulos una historia multifacética acerca del liderazgo y la consagración de un profeta. El liderazgo cristiano en las comunidades adventistas implica la predicación del evangelio desde los púlpitos y en los grupos pequeños o de Escuela Sabática.  

Elías proclama la palabra de Jehová delante del rey Acab. La frase: “la palabra de Jehová vino a él” es la frase que da sentido a la misión del profeta. Él tiene que transmitir palabra actual y viva, reciente y absoluta, clara y solemne que viene directamente del Señor. Él tiene que predicar lo que el Señor le dice. Es un mensajero del Dios Todopoderoso. Dios le habla y él escucha. El profeta se va y proclama la Palabra con una certeza total de que la Palabra de Dios se cumple y de que él es su instrumento.

¿Cómo estamos haciendo que la Palabra de Dios sea para nosotros algo vivo y actual? ¿Qué hacemos para hablar con autoridad de parte de Dios, y al mismo tiempo con ese convencimiento de que vamos más allá de un discurso?  ¿Cómo hacemos para salir de los parámetros de lo que supone la construcción de un sermón, de tal manera, que sepamos que ese sermón no es únicamente nuestra obra, sino la Palabra del Señor para su pueblo?

Los que reciben un llamado por parte del Señor deben proclamar su Palabra. ¿Qué significa recibir un llamado? ¿Será que el Señor mismo o un ángel se nos mostrarán en visión para indicarnos tal cometido? En el caso de Elías, no se nos revela cómo fue su llamado a ser profeta del Señor. El llamado a la proclamación de la Palabra de Dios no es algo medible. No se puede seguir un mismo patrón para todos. Dios trabaja con las diferencias de cada persona. Elías no se para a hablar de eso, él da testimonio. Predica sobre loo que Dios le ha revelado. 

El profeta irrumpe en la escena sin introducción. Es un morador de Galaad (monte del testimonio). El tisbita, es decir, Tisbea, una localidad situada al Este del Jordán. Estos detalles nos hacen pensar en la intencionalidad del Señor de escoger  una persona para proclamar su Palabra independientemente del lugar o de la condición social. Esa elección es voluntad del Señor. Él es quien escoge a los profetas y a los pastores, por lo tanto, a los que proclaman su Palabra (Efesios 4:11). Sin embargo, quiero centrarme en la profesionalización del llamado. Cuándo el Señor te llama a proclamar su Palabra a tiempo y fuera de tiempo (2 Tim. 4:2), es decir en el contexto organizado de una iglesia, en sus cultos, o en las conversaciones cotidianas sin alguna preparación anticipada.

La proclamación de la Palabra es algo vivo y espontáneo. Algo entrelazado con la vida misma. Es Palabra de Dios escrita, estudiada y puesta dentro de un contexto doctrinal sano, pero la proclamación misma debe ser algo más que esto. La proclamación debe tener al predicador fascinado y conquistado por su propia predicación. Él que predica se alimenta dando a otros el alimento que imparte el Señor. La proclamación no está relacionada con lo teatral, sino que brota del corazón tocado por Dios, en el poder de Su Palabra, y en la transformación de la propia vida.

Como siervos del Señor nuestra predicación debe estar basada en la Palabra, y toda línea de pensamiento debe estar relacionada con textos y promesas bíblicos. Aferrarse a la Palabra no es signo de estar antiguado. La Palabra, al ser predicada, tiene poder y da fruto. No tengamos miedo de mostrar nuestra lealtad a la Palabra.

Las bibliotecas de nuestras casas están repletas de buenos libros que son útiles para el análisis de los diversos pasajes de las Sagradas Escrituras. Es útil interpretar y ampliar los horizontes de las enseñanzas divinas.  Estudiamos los ángulos de un pasaje para estar en la certeza de tener la mayor amplitud del conocimiento predicando para alimentar espiritualmente, pero la función de los demás libros debe estar supeditada al Libro Viviente, la Palabra de Dios. Ningún pensamiento humano debe ponerse jamás por encima de la Palabra de Dios, ni buscar explicar lo que ésta no dice. Busquemos que la Palabra se explique a sí misma, con la ayuda del Espíritu Santo. Una predicación ocupada más en la elaboración de ideas y conceptos, que en resaltar la grandeza de la Biblia es alimento para el intelecto pero no para el alma. Cuidado con que el intelecto se convierta en nuestro dios.  Siempre todas las fuentes de lectura, al elaborar un sermón deben conducir a fortalecer la Palabra de Dios.

Es una tarea ardua alimentar espiritualmente a la congregación. Pero es la función principal de un líder cristiano.  Cuidado con las ideas innovadoras si no provienen de la propia Escritura y no resaltan la Palabra de Dios. Corremos el riesgo de fallar en nuestro compromiso de ser líderes que proclaman las buenas nuevas, o inventarnos un evangelio paralelo, y eso sería algo terrible. Menciono tres aspectos que pueden ser de utilidad para afianzarnos en la posición de ser predicadores que se perfeccionan en edificar espiritualmente a la iglesia:

  1. Destacar las prácticas devocionales

Salir de lo litúrgico. No limitar la oración a los momentos regulares (cultos, grupos pequeños). Estar atento en la oración. La oración es necesaria para tener vida espiritual, y debemos entender que sin ella no podemos vivir. El velar supone orar sin cesar. Estar pendientes de los impulsos interiores para comunicarnos con el Señor. Al caminar, al trabajar, al viajar, elevemos nuestros pensamientos al cielo.

  1. Pasión por la lectura bíblica

Hagamos un análisis sincero para administrar nuestro tiempo. Corrijamos la costumbre de leer la Biblia solamente para preparar sermones. Cuando la pasión por la Biblia es real, nos hace cambiar nuestras prioridades y nos lleva a dedicar horas para nutrirnos. Un predicador que no encuentra, él mismo, deleitable el estudio bíblico transmitirá alimento solo para la mente pero no para el alma.

  1. Interés por las almas

Una proclamación viva de la Palabra está enlazada con lo que ocurre en la sociedad. La actualidad en la predicación implica que el siervo del Señor esté preocupado por lo que pasa en el corazón de cada persona, en cada hogar, en la congregación y en las regiones donde viven sus miembros. Visitar a los miembros es una fuente de inspiración para buscar qué consejo de la Biblia necesita la comunidad. Es necesario desarrollar la parte social para estar seguros de dar consejos prácticos. No existe proclamación autentica de la Palabra si no responde a una necesidad actual.

En el ministerio de predicación del profeta Elías podemos ver cada uno de estos puntos. La oración realizada en el monte Carmelo, su sencillez y seguridad nos aporta una visión sobre una fuerte comunicación con el Señor (1 Reyes 18:36-37). La pasión  por dar cabida a la palabra del Señor la vemos reflejada en muchas de las intervenciones encabezadas con “vino la Palabra de Jehová” (1 Reyes 17:2, 8,14, etc). El visitar la casa de la viuda de Sarepta que tenía un poco de harina para hacer un pan para su hijo nos indica el tercer punto, el de interés por las almas. Allí se cumple una necesidad real y actual: el hambre que castigaba esa región. Por mucho tiempo el Señor (1 Reyes 17:15), a través del profeta, Dios cumplió con una necesidad importante: la supervivencia de una familia.

Seamos predicadores entusiasmados por las enseñanzas de la Palabra, para que Su poder pueda actuar en nosotros y a través de nosotros, para bendición de cada miembro, cada hogar, cada iglesia y cada comunidad, como hacía Elías o el propio Jesús. Seamos transmisores de las buenas nuevas bíblicas de una manera natural. Dejémonos sorprender por la belleza de la Palabra mientras nos nutrimos privadamente, y también cuando alimentemos espiritualmente a la feligresía. Si lo hacemos, podremos ver el milagro de ser verdaderamente usados por el Señor y Su poder.

 

Richard Ruszuly. Asociación Ministerial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España

Foto: aaron-burden en Unsplash

Revista Adventista de España