Serie diaconado al servicio de Cristo, nº2
Nuestra identidad en Cristo
El concepto de iglesia, para nosotros como adventistas, lo relacionamos con el pueblo de Dios a lo largo de todas las edades. Aunque celebremos aniversarios de iglesias, colegios o instituciones para recordar las bondades de Dios, subrayar el punto de partida de nuestra denominación como organización eclesiástica no es el objetivo de nuestro movimiento. Más allá del nombre de adventistas, está el concepto del pueblo de Dios, tanto visible como invisible, que lo relacionamos con los primeros días de nuestros padres al recibir la promesa en el jardín del Edén de que vendrá un Salvador (Génesis 3:15) y que volverá para establecer su reino mundial que jamás será destruido (Daniel 2:44).
Siempre ha existido un remanente en el mundo buscando la manera más correcta de cumplir los mandamientos de Dios. Los adventistas buscamos coger el testigo de la verdad de nuestros antepasados para seguir dando luz a un mundo en oscuridad.
En todas las épocas han existido grupos de creyentes que han iluminado con la luz de la Palabra de Dios. En la Escritura tenemos varios ejemplos empezando con el arca de Noé, la salida de Abrahám de su tierra, los siete mil que no adoraron a Baal en los días de Elías, los diversos reyes que intentaron canalizar los pasos del pueblo hacia Dios, y luego, en el Nuevo Testamento las iglesias pequeñas en las casas de los hermanos.
Nuestra existencia como remanente halla su sentido conectándola con la fe bíblica y pura tal como está escrita en las Sagradas Escrituras. No un nombre denominacional es lo que da cuerpo a nuestro movimiento, sino la permanencia en Cristo y en sus palabras (Juan 15).
Edificando sobre la Roca
Cuando nuestro divino Maestro, enuncia el establecimiento de su iglesia (Mateo 16:17-19) lo hace diciéndonos que su iglesia será edificada sobre la Roca. Pues, antes de la inauguración de la época cristiana, allí estaba la Roca, Cristo, el enviado de Dios para acercarnos a la divinidad. Cristo llega y construye su iglesia con los discípulos. No es al revés. Cristo no es el invento de la iglesia. Sin Cristo no existe pueblo de Dios. La Roca que es Cristo, su vida y sus enseñanzas, no aparece de repente en un vacío informacional sin explicaciones.
Sobre la venida de Cristo se había predicho en tantas ocasiones por los profetas (Hebreos 1:1-3; Deuteronomio 18:18). Por tanto, como pueblo de Dios, como adventistas, reclamamos nuestro derecho en Cristo de ser reconocidos como pertenecientes a él, no por venir de una línea de sucesión apostólica, sino más bien de poner nuestro fundamento de fe sobre la Roca, traducido en la proclamación integral de sus enseñanzas.
De hecho, cualquier denominación que reclama su derecho en ser reconocida o autorizada en base a su antigüedad su estructura no está en Cristo. La iglesia para ser reconocida por Cristo, tiene que estar fundamentada sobre la Roca. De allí vemos la necesidad imperiosa, de insistir sobre el remanente que guarda los mandamientos de Dios y la fe de Jesús (Apocalipsis 14:12).
¿Por qué estamos en la iglesia?
Servimos en la iglesia no en función de la antigüedad o de los logros históricos, sociales o teológicos que hayamos podido tener a lo largo de los años, sino que creemos que ésta es la iglesia que Cristo edificó para la salvación de muchas almas. El mundo está en un gran diluvio de oscuridad e incertidumbre. La iglesia trae paz porque en ella Cristo es la cabeza.
Cuando aceptamos por la fe el origen de la iglesia que Cristo edificó a través de sus enviados, entonces, consideraremos un privilegio ministrar en cualquier lugar donde se nos indique. No solo pertenecer al registro de la feligresía, sino tener una misión para la iglesia es un privilegio que trae para el alma del creyente beneficios espirituales profundos.
Como creyentes, debemos siempre tener las dos visiones ancladas en nuestro servir: la iglesia local y la iglesia mundial. La local es el lugar donde se hace tangible lo práctico y lo evidente. La mundial es la evidencia del cumplimiento del mandato divino y la razón de nuestro existir. La iglesia de Cristo va más allá de barreras idiomáticas, colores y razas y tiene que llegar hasta lo último de la tierra.
Los diáconos y la unidad del cuerpo de Cristo
La unidad del cuerpo de Cristo dentro de un contexto mundial es el mayor desafío. Somos una iglesia congregada en más de doscientos países. En cuanto a nuestra iglesia a nivel nacional, tenemos territorios extensos sin ninguna luz con el mensaje de la verdad presente. La debilidad de la iglesia afecta el crecimiento misionero. Un grupo de diáconos y diaconisas fuertes y consagradas traerá grandes cambios en la iglesia.
La salud de una iglesia local depende más de los diáconos de lo que hasta ahora hemos podido imaginar. Una vez establecido el servicio de diaconía en la historia primitiva de la iglesia, hubo un crecimiento significativísimo de nuevos conversos y discípulos (Hechos 6:7).
La esencia del evangelio es la proclamación de Cristo estableciendo la paz en todos los que lo buscan y lo encuentran. La iglesia, campo de misión y evangelismo, debe desarrollar su papel en conseguir que las mentalidades y culturas diferentes puedan gozar de la unidad en la fe. El milagro del evangelio es que de varios pueblos puede hacer uno solo (Efesios 2:15).
La labor de los diáconos consta en derribar cualquier pared de separación entre los pueblos con bandera o sin ella. Ellos fueron originados en un contexto de murmuración entre los griegos y los hebreos (Hechos 6:1) para que mediante el Espíritu Santo, ellos sean usados como instrumentos encargados con en el trabajo de la aplicación de lo que es justo sin tener en cuenta raza, color, cultura e idiomas.
Papel relevante de los diáconos
Los diáconos y las diaconisas llenas del Espíritu Santo y de la fe deben ser los catalizadores para la formación de una hermandad universal. Esta labor está condicionada a una medida: llenos. Deben estar convencidos sobre la obra del Espíritu para transmitir y aplicar la totalidad de un escenario visible en la epístola hacia los Gálatas: en Cristo somos uno (Gálatas 3:28). La iglesia somos todas las personas que aceptamos a Cristo y Su verdad. Y Cristo, tiene su interés sobresaliente en nosotros como sus joyas más preciosas, cuando al orar, le dice al Padre del cielo: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad.” (Juan 17:23).
En la iglesia, los diáconos son los guardianes del orden del culto y de los programas de acción misionera. No solo son responsables en cuidar el orden del funcionamiento de las actividades, pero ellos deben representar el orden divino, para que todo se haga decentemente y con orden en las iglesias de Dios (1 Corintios 11:16; 14:40).
Sin la implicación de los diáconos no habrá avance
El pastor y los ancianos, si carecen del apoyo de sus diáconos, no podrán llevar a cabo sus marchas misioneras. No puede haber misión integral donde falta la implicación de la diaconía. Ellos son los garantes de la organización y la autoridad eclesiástica local. Los apóstoles se dieron cuenta de esto (Hechos 6), y al ver la trágica situación de la iglesia cuando había murmuración, conflictos y guerras internas convocaron a todos los discípulos. ¿Cuál fue la solución increíble? La propia iglesia establece que debe existir un grupo de personas, la diaconía para mantener el orden, con el objetivo de que todos los demás departamentos se puedan dedicar a la proclamación del evangelio.
A menudo, se enfatiza el organizarse para hacer misión cuando las condiciones en nuestras iglesias son de confusión y murmuración. Volvamos a los comienzos y enfaticemos la necesidad de tener diáconos y diaconisas consagradas para mantener el orden y la autoridad de la iglesia. Ríos de bendición correrán sobre las comunidades que tengan diáconos dispuestas a creer en un Dios de orden que tiene normas y principios. Los diáconos buscaran de aplicar las normas de actuación de los consejos locales y las mantendrá delante del pueblo para la paz y la armonía de los hermanos.
Ver anterior: https://revista.adventista.es/nuestra-responsabilidad-en-capacitar/
Autor: Richard Ruszuly, secretario ministerial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
Imagen: Photo by Matheus Ferrero on Unsplash