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Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar… (1 Timoteo 3:2)

En esta segunda exhortación del apóstol Pablo hacia los pastores o ancianos, después de hablar sobre la pureza del carácter que debe tener el líder de iglesia (“sea irreprensible”), nos encontramos con el orden de lo que debería ser nuestro ministerio. Primero Dios, y luego el cónyuge.

La unicidad de la relación

  • Una relación única: 

Tenemos muchas personas a nuestro alrededor,  por lo que las relaciones son variadas. La relación con la pareja es única porque no la podemos compartir con nadie. El séptimo mandamiento protege esta relación. Es como un tesoro escondido (Mateo 13:44) que lo puede hallar, solo los cónyuges.

  • Una relación sublime:

La relación con nuestra pareja nos debe acercar más al Señor. Cuando los dos están buscando el reino de Dios, la convivencia familiar es sublime y nos acerca a los valores celestiales: armonía, entendimiento, integridad, confianza, transparencia y reciprocidad.

  • Una relación verdadera:

La fidelidad en la relación se mide por la franqueza y la intimidad profunda entre los dos. No puede haber otra cara de la moneda. Lo que se ve entre los dos es real. No es una tapadera delante de los demás. En casa las cosas son claras. No escondemos nada en familia para transmitir un mensaje falso. Somos de verdad los mismos. No tenemos caras distintas. No tenemos que borrar o esconder conversaciones. Somos fieles el uno al otro.

Proclamar el amor de Dios elevando la institución de la familia

  • Familia formada por un hombre y una mujer:

Tenemos que ir al origen de la familia. La confusión se desvanece al ver el plan del Creador. Cuando el hombre estaba solo, Dios le está creando una mujer. Cada vez que hay un nuevo matrimonio formado por un hombre y una mujer, volvemos a declarar el cumplimiento del plan divino desde la creación. Casarse y estar casado de esta manera, es reafirmar el ideal de Dios para el ser humano.

  • Familia que permanece en el tiempo:

Hay un comienzo para la familia en el momento de la bendición delante del Señor. Y también hay un final cuando la muerte pone separación. Este es el ideal divino. A veces, la muerte no significa únicamente cuando el hálito de vida se va. También puede ser la muerte de una relación. Por eso, debemos velar, poner esfuerzo en mantener viva la llama del amor. Armarnos con el pensamiento de que Dios nos dará las herramientas para superar las pruebas de pareja. Los días deben ser escalones que nos acerquen más a nuestro compañero de viaje, y a ambos hacia la patria celestial.

  • Familia como un lugar de paz y formación para los hijos como consecuencia de la estabilidad:

Cristo sea el centro de nuestro hogar. La roca sólida sobre la que construimos nuestra casa. Si seguimos sus consejos podremos llegar a ser cada vez más fuertes en nuestras convicciones amorosas. Los niños crecen saludables sintiendo que la “casa” tiene cimientos inamovibles.

La imagen de Dios formando un solo cuerpo

  • Juntos reflejamos la imagen de Dios:

el egoísmo es erradicado en la relación conyugal porque se piensa en el otro como si fuera tu propio cuerpo. El otro. ahora es tu reflejo manteniendo su identidad. El otro llega a ser tu yo pero visto desde otro punto. Tu compañero es un continuo desafío para abrirte hacia la diversidad de opiniones. Es el que te facilita escapar de ti mismo, o mejor dicho, del hombre viejo al seguir a Cristo. Porque Cristo nos enseña que no debemos pelear para ver quién es el mayor; sino servir y crecer en la grandeza de la humildad. Y la humildad no agrada al ser terrenal.

  • Juntos cumplimos con el propósito del Creador:

Después de la caída en el pecado el mundo se ha vuelto lleno de violencia. La familia es la fortaleza del Señor para la protección de la pureza espiritual. Un ambiente donde reina la amistad y la libertad. Una escuela de entrenamiento para elevar las normas morales. Un lugar donde compartir vivencias y disfrutar del compañerismo.

  • Juntos crecemos en la gracia del Señor:

Qué concepto milagroso descubrimos en la gracia. Al equivocarnos aprendemos a perdonar porque el Señor es bueno con cada uno. La gracia divina tiene paciencia con nuestras debilidades. El carácter de los miembros de la familia se edifica donde la gracia se deja actuar. La gracia es el pegamento que mantiene unida a la familia a pesar de todas las dificultades.

Compañeros/as, me encanta lo que descubrimos en el concepto bíblico, sobre la necesidad de tener una relación especial con nuestro cónyuge, proclamando el amor de Dios, y reflejando así Su imagen verdadera en la familia.

Richard Ruszuly. Secretario Ministerial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España

Foto: Ben White en Unsplash

 

Revista Adventista de España