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“Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas” (Apoc. 1: 19, Nueva Versión Internacional).

El credo evolucionista afirma que el presente es la clave del pasado y del futuro pues la naturaleza siempre se ha comportado y siempre lo hará de la misma manera y al mismo ritmo. Basta con mirar a nuestro alrededor para ver como la naturaleza misma desacredita ese postulado.

El Apocalipsis, en cambio, hace del pasado la clave del presente y del futuro. Juan, el visionario de Patmos, va vez tras vez al Antiguo Testamento y a la historia del pueblo de Dios en busca de las imágenes y las palabras que reutiliza en sentido espiritual para encaminar al Israel cristiano de sus días rumbo a la Canaán celestial.

Y así como el Antiguo Testamento es la clave para entender las circunstancias que los cristianos del Asia Menor atravesaban en el siglo primero, el mensaje a las siete iglesias (capítulos 2 y 3) es a su vez la clave para entender el mensaje profético de largo alcance especialmente relevante para nosotros hoy y hasta el fin.

Es allí, en las cartas a las siete iglesias, donde se encuentran anticipados los principales personajes y el argumento de todo el libro. Es allí donde el dragón, la cabeza de la falsa trinidad, aparece por primera vez (2: 9, 13, 24; 3: 9) y donde la adúltera y apóstata Babilonia de los capítulos 17 y 18 es prefigurada por la falsa profetisa cristiana “Jezabel”, quien inducía a los cristianos de Tiatira al adulterio espiritual contra Dios, su legítimo Esposo (2: 20-23). Ambas son caracterizadas como una “mujer” (gyne en griego) y como “madre” de numerosos “hijos” (2: 23; 17: 5). Es también en las siete cartas donde la bestia proveniente de la tierra (13:11-15), alias “el falso profeta” (16: 13; 19: 20; 20: 10), es en cierta medida esbozado por adelantado bajo el atuendo simbólico del falso profeta Balaam (2:14), quien fue primero un profeta de Dios para convertirse luego en la cizaña plantada por el enemigo, al igual que Jezabel, en el terreno mismo del pueblo elegido. En las siete cartas también los fieles 144.000 son prefigurados por los pocos cristianos de Sardis que no mancharon sus vestiduras (3:4, cf. Rev 7: 14; 22: 14), a diferencia de la mayoría nominal, que sólo tenía el título de “cristianos” pero había cedido a la seducción de la cultura pagana de sus días.

En vista de todo ello, y puesto que la Escritura ha de ser siempre su propia intérprete, es allí, en el pasado del pueblo de Dios, registrado en el Antiguo y Nuevo Testamento, y en las circunstancias que rodeaban a las iglesias de Asia, donde deben buscarse las claves no sólo del Apocalipsis, sino también de nuestro tiempo y de lo que queda aún por delante. Porque el pasado está siempre presente, y ha de ser siempre la clave del hoy y del mañana (1 Cor. 10: 1-11).

Una oración para hoy: Amado Señor, ayúdame a buscar las claves del Apocalipsis donde tú las dejaste, en tu Palabra. Amén.

 

Autor: Hugo Cotro. Pastor, doctor en Teología y docente universitario. Actualmente ejerce su ministerio como profesor en la Universidad Adventista del Plata, Entre Ríos, Rep. Argentina.

Foto: Aaron Burden en Unsplash

Revista Adventista de España