Skip to main content

La Biblia tiene muchas historias. En realidad, mayormente es un libro de historias, además de consejos y poesía.  Historias del pasado, y también historias sobre el futuro. Cuando nos adentramos en esas historias, descubrimos un poco más de la vida íntima de personas que formaron parte del pasado de la humanidad. Pero esos relatos tienen el propósito de hacernos reflexionar sobre la situación en que vivimos actualmente, la relación y sentimientos entre las personas, y sobre todo de Dios con los seres humanos. Es muy interesante como esas historias pueden motivarnos y ayudarnos en nuestra vida cotidiana.

Existen varias razones por las que leer o escuchar a otros contar sus historias es importante:

  1. Las historias conectan a las personas

Ante todo, las historias crean una comunidad. Es al compartir historias que escribimos historia con otra persona. Es al contar la historia de las experiencias compartidas que desarrollamos cosas en común y amistades. Creamos lazos emocionales, estrechamos relaciones. Buscamos experiencias en común y nos relacionamos en esos niveles.

Cada pueblo y cada cultura se conectan por las historias vividas juntos. En la Biblia se nos presenta distintas culturas que fueron surgiendo a causa de experiencias y objetivos comunes. Por ejemplo, los primeros grupos de personas y su división como los seguidores de Caín y sus descendientes, y los continuadores de Adán y sus descendientes. También con el tiempo se forman diferentes grupos a medida que diferentes experiencias e intereses los van uniendo. Otros ejemplos: los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob que formaron el pueblo de Israel; los seguidores de Cristo que formaron la comunidad cristiana, y más.

  1. Las historias definen quienes somos

Las narrativas definen lo que es importante para nosotros y nos redefinen en nuevas situaciones. A medida que maduramos, nuestras historias nos hacen ser más o menos confiables.

En ocasiones, pasamos a ser más auténticos y consistentes en nuestro propio relato personal. Escuchar las historias de otros es una ventana que nos permite ver mucho acerca de cómo los otros se ven a si mismos y cómo nosotros los vemos en su propia descripción. “Sentir” las palabras, junto con las percepciones de una persona, otorgan gran comprensión acerca de esa persona.

Nuestra historia se transforma en el libro del cual otra persona puede aprender, ojalá para bien, sobre decisiones, aciertos, yerros, actitudes y muchas cosas más.

  1. Las historias dan sentido a nuestras experiencias

Vinimos a este mundo como parte de la historia de otro. Aunque alguien haya empezado su vida en forma infortunada o por un acto físico no planificado, contribuye a su historia y comienza una nueva historia.

Las circunstancias pasadas ayudan a explicar nuestras experiencias, nos ayudan a reír y dan significado a nuestra existencia. Así, las vivencias con otras personas van dando forma a nuestra propia historia. Poner nuestras historias lado a lado con la de otros, como cuando apilamos ladrillos, da forma a nuestras vidas.

Las historias de nuestros padres y abuelos aportan un trasfondo esencial a nuestra propia historia. Nuestro pasado nos ayuda a darle sentido a nuestro presente, lo que puede fortalecernos para escoger un mejor futuro.

Las historias de otros nos ayudan a no sentirnos solos en las nuestras. Sus percepciones nos dan una mejor comprensión de nuestra propia historia. Un elemento significativo del servicio a otros se basa en recordarnos, a nosotros mismos y a otros, cuán importante es prestar atención a lo que nos sucede. Los eventos del año anterior, incluso de ayer, son parte del drama de nosotros mismos.

De hecho, alguien dijo una vez que la única manera de repetir los errores que una vez cometimos es olvidando lo pasado.

  1. Las historias son autobiografías teológicas

Para aquellos que creemos en Dios, las historias cuentan cómo la Palabra se hizo carne en mí. Cuentan de la presencia de Dios en las tragedias y celebraciones de la vida. Jesús empleó muchísimas historias. Son historias reales las que se registran en los evangelios. La interpretación que hizo Jesús de los libros del Antiguo Testamento, se preservan en forma de historias. Estas historias  pasaron de una generación a otra. Jesús contó historias en forma de parábolas a las que les ponemos nombre como “el buen samaritano”, para ilustrar lo que significa amar a nuestro prójimo. Vemos a Jesús haciendo lo mismo que hizo el samaritano. Llegamos a conocer el amor compasivo de nuestro Señor mediante esta historia.

El evangelio de Jesucristo se oye mediante nuestra historia que se inscribe en el gran conflicto. Somos solo un capítulo en el gran libro de Dios –la novela de la redención- pero un capítulo muy importante. Dándonos cuenta de que somos solo un capítulo pone nuestra vida en perspectiva. Cuando nos enfocamos en la breve historia de Abraham, de Débora (Jueces 4) o de Ester, tenemos la ventaja de ubicar sus vidas en el gran lienzo del plan de Dios para su pueblo. El resto del libro no ha sido escrito todavía, así que no somos capaces de ver los capítulos futuros o saber cómo encaja nuestra vida en el futuro. Pero sí tenemos la ventaja del pasado y podemos ver que el plan de Dios es enorme. Quizás viendo la parte que desempeña nuestra vida brinda esperanza y significado a la tragedia y al dolor, y da el coraje para avanzar.

  1. Las historias dan esperanza

Así es, mientras escuchamos las historias de otros, tenemos la capacidad de aceptar y afirmar la presencia de Dios en sus vidas y en las nuestras. Esto afirma en nosotros el poder de la esperanza. Cuando otros oyen cómo nos redefinimos en el contexto del plan de redención llevamos esperanza a otros. El releer las historias bíblicas de las personas que superaron tragedias y dolor, no solo nos da esperanza, sino que nos da la perspectiva y el coraje de “mantenernos avanzando”.

Si, la esperanza nos habilita para desplazar la mirada de nuestro propio dolor y ponerla en Dios. Esto nos coloca en la posición para recibir de él todo lo necesario para aprender y crecer en el dolor. Cuando entendemos que Dios no creó el dolor y el sufrimiento, podemos ver a un Dios que interviene, que acompaña, que actúa aunque a veces no lo vemos… El dolor nos lleva a depender de Dios, porque no es natural que padezcamos. Dios es el que puede ayudarnos a superar esos momentos afirmando nuestra esperanza en él por las historias de otros y la nuestra.

  1. Cada historia es un don, un tesoro en el mundo

Nunca hay dos historias que sean exactamente iguales –ni las tuyas, ni las historias que oirás.  ¡Cómo nos hace esto reflexionar sobre lo maravilloso que es Dios! Esta es la razón por la que cada historia es tan importante. Dios ordenó que cada capítulo de su gran historia se escribiera. Es parte integrante de la historia de la gracia.

Lo que yo soy es lo único de mi en el universo. Mi historia única es el don más excelente que tengo. Si no lo cuento, quedará en silencio…  Al rescatarlo y compartirlo, llega a ser un tesoro sagrado, un don para que se use en renovar las vidas de todos con los que entra en contacto.

Es increíble lo  trascendente que puede llegar a ser “cualquier” historia, es decir nuestra vida, cada momento o situación. Notamos como actualmente todos queremos compartirnos mediante las redes sociales (por ejemplo: FaceBook, Instagram, Pinterest, y otros).

Esto contiene el fenómeno de historias, de momentos, de pedacitos de historia y su relación entre las personas.

  1. Valorar la historia de una persona es valorar a la persona

El escuchar la historia de una persona nos brinda poderosas percepciones sobre sus sentimientos y pensamientos. Su historia revela cómo le da sentido a su vida, cómo se define a sí misma, y cómo percibe que Dios se involucra.

Como ya se dijo, cuentan su propia comprensión e interpretación de la persona de Dios, y cómo eso afecta su propia vida y su relación con otros. Los mismos psicólogos utilizan el recurso de pedir a una persona que “cuente su historia” de esa manera pueden percibir algunas situaciones que requieren ajustes para ayudar a la persona a superar determinados problemas.

Escuchar y valorar la historia de una persona es la forma en que podemos brindar compasión a las personas que lo necesitan, y mucho más cuando deseamos seguir el ejemplo de Jesús de encontrarse con las personas en su momento de dolor. El escuchar intensamente la historia de otros expresa valoración a las personas, y dispone la comprensión y atención para entender a quienes sufren.

Con todo esto podemos ver que, por lo general, estamos muy lejos de este ideal de respeto al otro. Muchas veces escuchamos y luego imaginamos otro escenario agregando o quitando realidades que no son parte de la historia, o incluso divulgamos en forma indiscreta situaciones que no hemos comprendido realmente en nuestra relación con el otro.

Dios considera sus hijos a los que creen en él. Tu historia es importante. Pero más importante es que tu historia puede quedar registrada para siempre en el libro de la gracia de Dios.

En ese registro permanente no estás solo. Tu relación con los demás definirá mejor tu historia en el plan de la gracia. ¿Cómo? Esa parte de la reflexión queda contigo. Disfruta siendo parte de la gran matriz de la historia.

 

Por Silvia C. Scholtus. Dra. en Teología. Coordinadora del Centro Histórico Adventista. Universidad Adventista del Plata, Argentina

Foto: 

Revista Adventista de España