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Lección 8 para el 22 de mayo de 2021.

Un pacto requiere, como mínimo, de dos partes que deseen establecer algún tipo de relación entre ellas.

Cuando hablamos del Pacto Eterno, estamos hablando de una relación perdurable en el tiempo. Para que una relación como esta perdure en el tiempo, es necesario establecer normas y límites.

¿Por qué hago este pacto? ¿Qué puedo ofrecer? ¿Qué debo hacer, o dejar de hacer, para mantenerme dentro del pacto?

  • ¿Quiénes firman el pacto?

    • Es muy claro quién es el primero en firmar el pacto: Dios, que llama al Pacto Eterno “mi pacto” (Génesis 6:18; 17:2; Éxodo 6:4-5; 19:5).
    • ¿Con quién suscribe Dios su pacto?
      • Inicialmente, con personas particulares: Noé, Abraham, Isaac y Jacob.
      • Posteriormente, con el pueblo de Israel.
      • Finalmente, con todos los pueblos.
    • Vemos, pues, que el avance es paulatino. Cada vez que alguien firma el pacto con Dios, se compromete a publicar este pacto, e invitar a otros a formar parte de él (Is. 42:6; 1P. 2:9).
  • ¿A qué se comprometen?

    • Para poder ser perdurable, un pacto necesita de normas claras, de límites que marquen las acciones de cada uno de los participantes.
    • Estos límites están definidos por los diez mandamientos, y desarrollados en preceptos, estatutos, mandamientos y leyes. Todo esto se conoce como “la Ley” (en hebreo, “Tôrāh”).
    • El hecho de que el pacto sea un acto de gracia por parte de Dios no nos exime de cumplir nuestras obligaciones.
  • ¿Cómo relacionarnos con la Ley?

    • El rol de la Ley.
      • La Ley no está puesta para complicarnos la vida, ni para ser un examen que debamos aprobar para beneficiarnos del pacto.
      • La Ley está puesta para nuestro beneficio, para darnos vida y bendición, para librarnos de los terribles resultados del pecado. Afecta a todos los aspectos de nuestra vida.
      • Pero, ante todo, la Ley nos enseña cómo es Dios, qué es lo que le agrada, y cómo adquirir santidad.
    • El propósito de la Ley.
      • La Ley de Dios es una expresión de su voluntad, el trasunto de su carácter. Al igual que Dios no cambia, tampoco lo hace su Ley. No es arbitraria ni caprichosa, sino totalmente justa y plenamente confiable.
      • Su propósito no es librarnos del pecado, darnos salvación, ni justificarnos ante Dios.
      • Su propósito es darnos a conocer a Dios, y poder así imitarle. Es enseñarnos cómo debemos relacionarnos con Él (mandamientos 1-4) y con nuestros semejantes (mandamientos 5-10).
      • La Ley establece el estilo de vida que Dios desea que lleven sus hijos del Pacto, para su propia felicidad y bienestar.
    • Guardar la Ley.
      • Guardar los mandamientos no es el pago necesario para recibir las bendiciones del pacto. Dios nos bendice y nos salva por gracia.
      • Al ejercer nuestro libre albedrio, y comportarnos de la forma en que Dios desea que lo hagamos, creamos el ambiente en el que la bendición de la fe puede manifestarse.
      • Buscaré lo que a Dios le agrada si “mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela” (Sal. 63:1). Entonces, Dios pondrá en mí “así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Flp. 2:13).

Para meditar:

“Indíquese claramente que el camino de los mandamientos de Dios es el camino de la vida. Dios estableció las leyes de la naturaleza, pero sus leyes no son exacciones arbitrarias. Toda prohibición incluida en una ley, sea física o moral, implica una promesa. Si la obedecemos, la bendición nos acompañará. Dios no nos obliga nunca a hacer el bien, pero procura guardarnos del mal y guiarnos al bien”. Elena G. White (El ministerio de curación, pg. 77).

Autor: Sergio Fustero, miembro de la Iglesia Adventista del 7º Día en Castellón. Responsable, junto con su esposa Eunice Laveda, de la web de recursos para la E.S. Fustero.es
Imagen: Librito oficial de Escuela Sabática

Revista Adventista de España