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Lección 11 para el 12 de septiembre de 2020.

Tenemos noticias increíblemente buenas: la gracia de Dios no está disponible solo para unos pocos elegidos. El evangelio es para todos. La salvación es para todos. El perdón, la misericordia, la clemencia y la gracia son para todos.

Con su amor, Jesús transforma nuestra vida y nos invita a compartir esta experiencia con los demás para que también ellos sean transformados.

  • Antes y después de Jesús.

Antes de Jesús: Efesios 2:1-3 Después de Jesús: Efesios 2:4-10
Muertos en nuestros pecados Vivos en Cristo
Bajo el dominio del diablo Salvos por la fe
Haciendo nuestra propia voluntad Realizando buenas obras
Siguiendo la corriente de este mundo Sentados en los lugares celestiales
Desobedientes Disfrutando de las riquezas de su gloria
Hijos de la ira Hijos de Dios (hechura suya)
  • Los que compartieron a Jesús.

    • Dejando la ira y compartiendo el amor.
      • Al pasar por Samaria, Jacobo y Juan solicitaron permiso para destruir una aldea con fuego celestial.
      • Pero, con el tiempo, su relación con Jesús cambió sus sentimientos y sus pensamientos:
        • Jacobo perdió su vida por compartir a Jesús con los demás (Hechos 12:1-2).
        • Tanto en el evangelio como en sus cartas, Juan nos dejó un mensaje lleno de amor por Dios y por el prójimo (Jn. 13:35; 1Jn. 4:8; 2Jn. 1:6; 3Jn. 1:6-7).
      • Dejando el mal y compartiendo a Jesús.
        • Al encontrarse con Jesús, la vida de los endemoniados cambió totalmente. Fueron restaurados física, mental, emocional y espiritualmente (Mateo 8:28-34; Marcos 5:1-20).
        • Seguidamente, Jesús les pidió que compartiesen su historia con todos los habitantes de la región.
        • Podían contar a otros cómo habían sentido el poder de Cristo para transformar sus vidas y, a través de su testimonio personal, invitarles a permitir que Jesús transformase también sus vidas.
  • Compartiendo la historia de Jesús:

    • La seguridad de la salvación.
      • La Biblia es clara: el que cree en Jesús es salvo (Jn. 3:15, 36; 6:40, 47; Hch. 16:31; 1Jn. 5:13). No necesitamos esperar a ser lo suficientemente buenos (o lo mínimamente buenos) para ser salvos.
      • Es cierto que la salvación se puede perder (Éx. 32:33; Mt. 10:28; 2P. 2:20-21; Ap. 3:5, 11). Pero eso solo puede ocurrir cuando elegimos alejarnos voluntariamente de Dios.
      • Tener ahora la seguridad de la salvación proporciona poder a nuestro testimonio, ya que es fácil transmitir aquello de lo que estamos seguros.
    • Compartiendo a Jesús.
      • Jesús me pide que lo dé todo por Él (Lc. 9:23). Pero ¿qué me ha dado Él a mí (ver Jn. 1:12; 10:10; 14:27; 1Co. 1:30)?
        • Me hace hijo de Dios.
        • Da vida.
        • Da paz.
        • Ofrece sabiduría.
        • Me justifica.
        • Santifica.
        • Me redime.
  • Al darme cuenta de lo que Cristo ha hecho por mí, estaré dispuesto a poner todo sobre el altar del sacrificio –sin importar el esfuerzo que esto me cueste– y compartir con otros las maravillas que Jesús ha hecho por mí y en mí.

Para meditar:

“Debemos ser testigos de Cristo; y lo lograremos al crecer diariamente hasta la plena estatura de hombres y mujeres en Cristo. Es nuestro privilegio crecer más y más cada día a su semejanza. Entonces adquiriremos la facultad de expresar nuestro amor por él en un lenguaje más elevado y puro, y nuestras ideas se ampliarán y profundizarán, y nuestro juicio llegará a ser más sano y digno de confianza, mientras nuestro testimonio tendrá más vida y seguridad”. Elena G. White (Hijos e hijas de Dios, 6 de marzo).

Autor: Sergio Fustero, miembro de la Iglesia Adventista del 7º Día en Castellón. Res ponsable, junto con su esposa Eunice Laveda, de la web de recursos para la E.S. Fustero.es
Imagen: Photo by Sincerely Media on Unsplash

Revista Adventista de España