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Hace algunos días, una amiga de la iglesia me compartía su malestar y preocupación por ciertas actitudes que algunos hermanos de iglesia habían tenido en un grupo abierto de facebook donde insultaban alegremente a los líderes de ciertos partidos políticos. Según me decía esta amiga, una persona ajena a nuestra realidad eclesiástica quedó alarmada ante la agresividad con la que estos adventistas denigraban a aquellos que se atrevían a pensar distinto a ellos.

Permite que, con cariño, comparta contigo lo que este episodio me inspiró.

Vuelve la espada a su lugar

“Vuelve la espada a su lugar…” le dijo Jesús a Pedro tras cortarle la oreja a Malco, el siervo del sumo sacerdote. Estas palabras no fueron simplemente una orden que indicaba al discípulo que tenía que esconder su espada, sino más bien una invitación a entender que Dios ve las cosas de forma radicalmente distinta a como las vemos los hombres. Aunque nos cueste entender la naturaleza espiritual del reino de Dios, podemos ver con claridad que dicho reino no consiste en política, violencia o persuasión. Jesús se había mostrado muy enfático cuando Pedro le invitó a “olvidar la cruz” para hacer las cosas de otra manera. Recordamos aquella declaración única de Jesús cuando le dijo al sorprendido discípulo: “Apártate de mí Satanás, porque no tienes en mente las cosas de Dios, sino las de los hombres” (Mrc. 8:33).

Perder de vista la perspectiva de Dios puede ser muy peligroso… sobretodo para un cristiano. En un mundo intensamente politizado, siendo que vivimos tiempos inquietantes, volvamos a ver las cosas como nos invita a verlas Dios. Aunque el presente artículo no pretende abordar en profundidad el tema del adventismo y la política [1], quisiera humildemente compartir ciertas declaraciones bíblicas que convendría no perder de vista por aquellos que realmente quieren formar parte del reino de Dios.

Biblia y política

Para hablar de dicho reino, tenemos que hablar de Jesús. Al fin y al cabo, fue él el que dijo: “Mi reino no es de este mundo” (Jn. 18:36). Fueron declaraciones como esta lo que causó que Jesús fuera visto por la mayoría como un lunático al que no dejaban de preguntarle: “¿Qué puedes hacer? (Jn.6:30); ¿Dónde está tu padre? (Jn.8:19); ¿Tú quién eres? (Jn.8:25); ¿Con qué autoridad haces estas cosas?” (Mrc.11:28)… las muchas preguntas revelaban la incapacidad de aquellos que no creían en Él de comprender aquello que Él les quería enseñar.

El problema básico, algo que ellos no querían aceptar era aquello que Jesús les quería mostrar: “vosotros sois de abajo; yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo” (Jn.8:23). Dos mundos en aparente contradicción y definitivamente en conflicto que nos permiten preguntarnos: ¿a qué mundo pertenecemos tú y yo?

Si Jesús es “de arriba”, el apóstol nos invita a buscar “las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Col. 3:1-2). Mirar hacia arriba no significa ignorar lo que pasa aquí abajo. El mismo Jesús dijo de nosotros: “éstos están en el mundo” (Jn.17:11) y no le pidió al Padre que “los quitase del mundo”. Es obvio que aquí estamos, que el mundo es nuestro hogar, pero también es cierto que Jesús declaró repetidamente que “no son del mundo” (Jn.17:15, 16).

El reino de Jesús no es de este mundo

Si el reino de Jesús no es de este mundo, nosotros, los creyentes, aunque estemos aquí, nos sabemos ciudadanos de un mundo mejor. La única condición, según nos lo aclara el apóstol, es “haber resucitado con Cristo”, es decir, haber nacido de nuevo. Una vida transformada por la presencia del Espíritu Santo en nuestras mentes hará que ni la política, ni la religión o cualquier otra cosa nos haga sentirnos superiores al prójimo, aunque éste piense diferente de nosotros.

Sé que el lenguaje bíblico puede resultar desafiante algunas veces pero la lógica de Jesús no es difícil de seguir: a los que de verdad son seguidores de Jesús, también se les notará en la manera en la que afrontan las cosas de esta vida. Puedo tener un intenso interés político pero eso no me hará sentirme superior a mi hermano. No será la política la que marque el pulso de mi vida porque ya no me conformo con ser llamado “hijo de la hija del faraón… pues tengo la mirada puesta en el galardón” (Heb.11:24-26). Saber que mi ciudadanía está en los cielos hace que la política de este mundo, aunque sea importante, no defina mi identidad. Antes que de unas siglas o de un partido, soy de Cristo, soy cristiano. Esto debería significar mucho para los que nos hacemos llamar así.

Entre vosotros no será así

Jesús se esforzó por marcar diferencias entre sus seguidores y aquellos que gobiernan a las naciones. Creo que es necesario que recordemos la paradigmática enseñanza del Maestro cuando dijo: “Mas entre vosotros no será así” (Mt.20:26). Los que gobiernan se enseñorean y ejercen autoridad pero el creyente, si quiere ser grande, será servidor como Jesús, que “no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mt.20:28).

Si la opción política que cada uno tiene sirve para que, en lugar de estar unidos en Cristo, nos perdamos el respeto y hablemos mal los unos de los otros, hemos perdido de vista el “mas entre vosotros no será así”. Ser seguidor del Maestro también impregna nuestra forma de ver el mundo social y político a nuestro alrededor. Un creyente que prefiera una opción política por encima de otra no debe, en Cristo, preferir su ideología en detrimento de la obligación de respetar, amar y orar por el prójimo.

El reino de Dios

Cualquiera que, llamándose cristiano, falte el respeto al prójimo por defender una ideología ha de reconsiderar seriamente a qué reino pertenece. Muchos son los que necesitan cualquier razón para dejar de amar al que tienen delante pero Jesús nos recuerda una vez más: “entre vosotros no será así”. Ni la nacionalidad, ni el color de la piel, ni el estatus económico, ni la orientación política pueden ser una excusa para separar lo que Dios, por su Espíritu, pretende unir. Quizás hoy tengamos la misma dificultad que tuvieron los contemporáneos del Maestro para entender, en realidad, en qué consiste el reino de Dios.

Sea como sea, mi querido amigo, desde estas línea y en el precioso nombre de Jesús, te ruego: “vuelve la espada a su lugar… porque aspiramos a una patria mejor, esto es la celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad” (Heb. 11:16).

Autor: Óscar López. Presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
Imagen: KaLisa Veer en Unsplash

Notas:

[1] Hay muchos artículos que abordan este tema. Comparto con el lector una declaración oficial de nuestra iglesia por si pudiera resultar de interés: https://www.adventistas.org/es/institucional/ organizacion/declaraciones-y-documentos-oficiales/los-adventistas-y-la-politica/

 

Revista Adventista de España