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El amor de los diáconos es un principio que alimenta a la iglesia, igual que el amor de los ancianos o del pastor. Poco antes de dejarnos, Cristo nos ordenó amarnos los unos a los otros, y no con cualquier tipo de amor, sino con el Amor con el que él nos ama. «Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado» (Juan 15:12). «Esto os mando: Que os améis unos a otros» (Juan 15:17). 

Invertimos esfuerzos y recursos en aplicar dinámicas de crecimiento eclesial porque entendemos la expansión de la “verdad presente” como algo fundamental. Es básico para justificar la existencia del remanente fiel y su fidelidad a los mandamientos divinos. Están los de “afuera” que deben ser alcanzados con el evangelio.

Es una emergencia por la brevedad del tiempo que nos queda en esta tierra. Sentimos el peso de la misión mirando hacia los que no comulgan con nuestras ideas, porque vemos en la transmisión del evangelio la clave para la vuelta de Cristo.

¿Y si cambiáramos un poco de paradigma?

Sinceramente, creo que deberíamos equilibrar las tareas para que dentro y fuera de la iglesia haya vida espiritual plena. Cuando marchamos solo por una vía, la comunidad cristiana se vuelve fría y distante. Ni pensar únicamente en los que no han sido alcanzados, ni pensar solo en los que han aceptado las verdades bíblicas.

Cuando nos centramos solamente en los asuntos de interés interno, nos volvemos incómodos con los que entran en nuestra familia. Y haciendo planes solamente de orden exterior descuidamos el pastoreo interno, lo que nos llevará al desequilibrio y al abandono.

Apacienta mis ovejas

Siendo que la diaconía es un servicio de orden interno, nos toca meditar el servicio a los hermanos y hermanas en la fe. Este ministerio sublime lo expresa el Señor Jesús, después de la negación del apóstol Pedro:

“Le dijo la tercera vez:

—Simón, hijo de Jonás, ¿me quieres?

Pedro se entristeció de que le dijera por tercera vez: «¿Me quieres?», y le respondió:

—Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.

Jesús le dijo:

Apacienta mis ovejas.” (San Juan 21:17).

En el servicio de diaconía estamos llamados a dar un gran testimonio de la gracia celestial mediante actos de servicio. Pero no solamente a los de dentro, también a los de fuera. Todos ellos son igualmente nuestros hermanos.

El en libro de Hebreos en el capítulo 13 tenemos cuatro conceptos bíblicos para desarrollar una base enfocada en alcanzar a los que no forman parte de nuestra congregación:

Amor fraternal

“Permanezca el amor fraternal.” (Hebreos 13:1)

Nuestras iglesias deben llegar a ser lugares donde el amor se note. Cualquier acción y gesto sea perfumado con el amor. Un amor real y palpable.

¿Cómo se puede conseguir eso? ¿Se puede ver en una iglesia el amor fraternal?

La iglesia que está más centrada en los programas que en las personas tendrá serios problemas para vivir el amor.

El amor fraternal se verá en esa congregación, donde la manipulación, la imposición y desconsideración hacia el débil sean erradicadas. El amor de los diáconos puede ser el comienzo del cambio.

Ni la experiencia, ni el estatus nos permiten portarnos descortés. Se espera mucho de una iglesia que proclama el amor de Dios. Se exige que el amor sea visible. Predicar sobre el Cristo maravilloso sin vidas impregnadas con el amor es un engaño que no tarda en ser descubierto.

Las personas pueden ser atraídas con las verdades bíblicas, pero solo el amor puede mantener a una persona en una comunidad.

El amor en la misión

Antes de cualquier acto de servicio, limpieza del templo, el aire acondicionado, como diáconos hagamos todo para mantener el amor en la iglesia. Más amor. Amor desbordante. Amor real. U amor que fluye a través de nosotros por una comunión permanente con Cristo.

“La unión hace la fuerza. La desunión causa debilidad. Trabajando juntos y con armonía para la salvación de los hombres, debemos ser en verdad “[coadjutores]… de Dios”. Los que se niegan a trabajar en armonía con los demás deshonran a Dios. El enemigo de las almas se regocija cuando ve a ciertos hermanos contrariándose unos a otros en su trabajo. Los tales necesitan cultivar el amor fraternal y ternura en su corazón. Si pudiesen apartar el velo que cubre el porvenir y percibir las consecuencias de su desunión, ciertamente se arrepentirían.” (Consejos para la Iglesia, página 75)

También, es misión de los diáconos testificar del amor de Cristo por el trato que ofrecen a los miembros.

La hospitalidad

“No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.” (Hebreos 13:2)

Está sería una condición importante para ocupar el cargo de diácono: ser capaces de abrir las puertas de nuestras casas a los que nos visitan. Porque compartir el pan espiritual, sin partir el pan físico deja incompleta la obra del evangelio. En nuestras casas puede ocurrir el acercamiento real.

El amor de los diáconos puede reflejarse también en tener un plan para invitar a los hermanos a nuestras casas para pasar la tarde del sábado juntos. Ésto podría ser algo que daría mucho fruto en la comunión fraternal.

Quizás, antes de efectuar una visita en la casa de algún hermano, sería más oportuno invitarles a que puedan pasar con nosotros. Compartir sobre la comida, sobre las experiencias de la vida, y tener algún tipo de actividad en conjunto puede hacer que unamos lazos como familias.

Comidas fraternas en la iglesia y comidas en el hogar

Conozco varias iglesias que tienen comidas fraternas en la misma iglesia después del culto del sábado con algunas familias. Eso también es algo necesario. Pero invitar a alguna familia en nuestras casas, eso nos hace abiertos y dispuestos a compartir lo que tenemos.

“Aun entre los que profesan ser cristianos se ejercita poco la verdadera hospitalidad. Entre nuestro propio pueblo la oportunidad de manifestar hospitalidad no es considerada como debiera serlo: como un privilegio y una bendición. Es en absoluto demasiado escasa la sociabilidad y disposición para hacer lugar para dos o tres más en la mesa de la familia, sin molestia u ostentación.” (Hogar Cristiano, página 405)

También, es misión de los diáconos abrir las puertas de sus hogares para partir el pan en las casas.

La atención a los presos

“Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos.”  (Hebreos 13:3)

La diaconía puede organizarse para visitar a los presos. Allí siempre habrá personas dispuestas en recibir nuestro apoyo. ¿Qué tal si pudiéramos como diáconos hacer una actividad a las cárceles de nuestra ciudad? Aunque salgamos de nuestra iglesia, entramos en un espacio cerrado donde hay almas preciosas que deben ver la luz de Dios en nosotros.

A veces encontramos dificultades en llevar a cabo actividades de visitación en los hogares. No así ocurre con las cárceles, donde en general, hay disposición para ser recibidos. El ministerio de diaconado se puede desarrollar con esta otra comunidad con planificación. El trato que podamos dar a los presos nos hace brillar más en bondad y nos preparan para atender mejor a la iglesia.

Las actividades realizadas en las cárceles nos mantienen activos porque nos damos cuenta de que somos útiles compartiendo nuestro tiempo.

También, es misión de los diáconos visitar a los presos como si Cristo estuviera encerrado.

Atender los casos de maltrato

“Y de los maltratados, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo.” (Hebreos 13:3)

Las congregaciones cristianas deben ser lugares de refugio frente a las violencias y burlas, un espacio donde la violencia domestica no sea tolerada y el racismo sea arrancado. No por ser pobres o ricos debemos darnos aprecio. Los colores políticos o las filosofías deberían quedar fuera de las puertas del templo.

En Cristo debemos estar unidos para hacer realidad el reino donde se siente la seguridad de ser aceptado a pesar de todo.

También, es misión de los diáconos velar sobre los más débiles para que sean protegidos.

“Los brillantes rayos del Sol de justicia, resplandeciendo a través de su iglesia, reunirán en el aprisco a todas las ovejas perdidas y descarriadas que vayan a él y encuentren refugio en él. Hallarán paz, luz y gozo en Aquel que es paz y justicia por siempre.” (Dios nos cuida, página 114)

El amor de los diáconos será el ejemplo a imitar por la comunidad.

Autor: Richard Ruszuly, secretario ministerial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.

Revista Adventista de España