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Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. (JC).

Violencia, drogadicción, conflictos, sufrimiento, inmigración, calentamiento global, guerras, caídas de las bolsas, inflación, corrupción… la lista es tan larga…

Me pregunto ¿qué podemos hacer? ¿Hay algo que yo pueda hacer? Noto que es algo que me supera. Me gustaría poder hacer mucho. Parece una lucha en vano. Las soluciones a corto plazo se esfuman. Hay tantos intereses en juego…

Renunciemos al egoísmo

Para crear una sociedad mejor, debemos dejar de pelear los unos con los otros. Si pudiéramos salir de tanta competición, para ver quién puede ganar más dinero o títulos… La codicia de ser más que el otro opaca la armonía y la paz. Las aspiraciones desmedidas de ganar, y el miedo de no perder entenebrecen la luz de la convivencia. El egoísmo nos ata al materialismo, pero Cristo nos invita a hacer tesoros en el cielo.

Hacen falta, en nuestro mundo, personas que tengan valor para decir no al egoísmo. Constato que es una guerra mucho más difícil e impactante que las que se nos presentan en los cines. Es la lucha del siglo. Renunciar a uno mismo para seguir a Cristo.

Una acción no basta. Eso sería lo ideal, quizás. Sería tan completo. Pero no es así. Debemos levantarnos todos los días y luchar contra las injusticias vez tras vez. En este conflicto, entre dar y no dar, entre abrir la puerta o cerrarla, tendremos el sentimiento de no poder más pero, aunque exhaustos, confiemos en el Señor. No veremos los cambios enseguida, y eso puede desanimarnos. Además, tomar la cruz de Cristo, a veces, implica también renunciar a algunas comodidades. Pero no nos desanimemos, la vida del creyente no es de sombras. Hay mucha  luz, la luz de Jesús, y mucha alegría. Sin embargo, no nos engañemos…el seguir a Cristo es renunciar a uno mismo.

Ser cristiano implica darse a los demás

Ser seguidor de Cristo es darse a los demás. La bondad, la compasión y el amor implican un sacrificio. Contemplar la abnegación de Cristo sin tomarnos en serio ser implicados en reformas profundas nos estanca. No estamos llamados a contemplar el altruismo de Cristo con tal de maravillarnos. Hemos sido salvados del egoísmo imperante para dar amor original y duradero.

Una gran reforma está delante de nosotros. Desprendernos de nuestro egoísmo.  Las iglesias necesitan de la lluvia tardía para cumplir la misión de salir para dar las buenas nuevas. El Espíritu Santo será dado a los que lo pidan. Hagamos planes con los consejos de nuestras iglesias para invocarlo con insistencia. Hagamos reuniones donde el objetivo sea pedir para que el Consolador guíe a su pueblo. ¡Es una obra urgente! Si el Espíritu Santo no está con nosotros, los planes fallarán. Si nuestros planes no son bendecidos por Dios la iglesia seguirá dando vueltas sin tener un mensaje para la sociedad.

Abre tus manos, abre tu corazón y da a los demás lo que el Señor te da. No se nos pide dar lo que no tenemos, pero en el nombre de Cristo, podemos dar lo que la gracia nos ha dado. ¿Paz? ¿Alegría? ¿Estabilidad emocional?  ¿Acompañamiento? Da lo que el Señor te ha dado. El Señor nos invita a dar lo que hemos recibido de Él.

Dependamos de Dios, también para dar

Delante de nosotros hay una gran obra: romper el egoísmo que fácilmente se instala. Y aquí es donde podríamos perder de vista nuestra dependencia del Señor. Si nos sentimos llamados para cumplir esa tarea demos el mismo derecho de ser usados por el Señor a los que nos rodean. No pongamos impedimentos a las iniciativas. Dios puede obrar por cualquier persona que se pone a su disposición y colabora con sus hermanos de fe.

Si se lo pedimos, el Señor nos hará dadivosos. En la esencia de los diez mandamientos vemos que cada precepto es una declaración de liberación de la esclavitud del egoísmo. De una manera especial, el cuarto mandamiento motiva obrar, esforzarse y trabajar para el bien de los enfermos y dolientes. Cristo rompió las tradiciones sabáticas para devolver ese día en beneficio  de los necesitados. Triste que lo sábados puedan llegar a ser días de satisfacción religiosa egoísta.

¡Seamos buenos! Como Cristo lo es con nosotros. Darse por los demás, sacrificarse  y ser paciente con los groseros es la senda angosta. Pocos encuentran la senda de la hospitalidad y de la participación activa, pero Dios puede obrarla en nosotros. Todos podemos dar algo.

Pregunta tan solo: “¿Señor qué puedo hacer por ti?” El Señor te lo indicará. Si tu corazón tiene anhelo de seguir a Cristo, te prometo que estarás dispuesto en dar más y más de ti por la obra del Señor. necesitamos coronas, telas y disfraces, las pegatinas

Autor: Richard Ruszuly. Secretario de la Asociación Ministerial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
Imagen:Photo by Tyler Nix on Unsplash

Revista Adventista de España