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¿Te haces responsable de este mundo?

¿Realizas esfuerzos por mejorar nuestro planeta? ¿Vives comprometido con la creación de Dios? Una intensa sensibilidad por lo que nos rodea manifiesta tu grado de generosidad. Sabemos que este mundo, tal y como lo conocemos, se va a acabar pero que no sea por nuestra culpa. Ser cristiano también implica ser guardián de los recursos que el Señor nos ha otorgado, defensor de la belleza que resta del Edén. Nosotros plantamos esperanza y, además, árboles; regamos ilusiones y, además, plantas. Reciclamos posibilidades y, además, trastos. Lo que para muchos son desechos para nosotros son oportunidades de mejorar existencias y planeta.

Dios nos otorgó el cuidado del planeta

Cuidamos lo que tenemos porque son regalos de nuestro Padre y la carga emocional que nos vincula a ellos es muy fuerte. Como manifiesta la declaración de la Asociación General: “El mundo en el cual vivimos es una dádiva de amor de parte del Dios Creador, que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas (Apocalipsis 14:7; 11:17, 18). En medio de esta creación colocó a los seres humanos, creados intencionalmente para relacionarse con él, con otras personas y con el mundo que los rodeaba. Por consiguiente, los adventistas sostenemos que la preservación y el mantenimiento de este planeta están íntimamente relacionados con nuestro servicio al Creador.” (Concilio Anual, Silver Spring, Maryland, EE.UU., 12 de octubre de 1992)

Respeto al Creador

Si se te mueren hasta los cactus debes hacer una parada en tus hábitos. Mira como mejorar porque, hoy día, necesitan de nuestro cuidado incluso las espinas. Satanás se esfuerza porque nuestro planeta sea un desierto y no vamos a permitirlo. Cuidar es la mejor manera de proteger. Reciclar, reutilizar, reparar… y, sobre todo, cuidar recordando de Quien es este universo.

Todo es de Dios

De nuevo, ¿te haces responsable de este mundo?  Mientras contestas a la pregunta, te regalo este versículo: “Tú tienes cuidado de la tierra: la empapas con abundante lluvia y riegas los sembrados para que den muchos frutos. Con la lluvia aflojas la tierra y la preparas para la siembra. Llenas de agua los grandes arroyos, y haces brotar nuevas ramas. Así dejas listo el campo para que todos tengamos trigo. Llega el año a su fin y está lleno de bendiciones; por dondequiera que pasas dejas gran abundancia. En el desierto, el pasto es fresco; las colinas se revisten de alegría, las praderas se llenan de ovejas, y los valles se cubren de trigales. ¡Todo el mundo canta y lanza gritos de alegría! ” (Salmos 65:9-13)

Víctor Armenteros. Responsable de Ministerio de Gestión de Vida cristiana / Educación, de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.

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