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Escucha este resumen del capítulo 23 de EL CONFLICTO DE LOS SIGLOS en el podcast de nuestro canal de Youtube o en Spotify. También puedes descargar este resumen en PDF: CS23

La primera fecha que Miller había fijado era la primavera del año 1844. Los creyentes pasaron por una etapa de duda e incertidumbre y volvieron a estudiar la profecía en busca de respuestas. Las señales habían sido evidentes y, aunque no podían explicar el chasco que sufrían, sabían que en la profecía bíblica encontrarían la respuesta.

En los libros de Habacuc y Ezequiel, los creyentes encontraron el consuelo y las indicaciones que estaban buscando. El profeta había dicho: “Aunque por un tiempo la visión tarde en cumplirse, al fin ella hablará y no defraudará. Aunque tarde, espéralo; pues sin duda vendrá y no tardará” (Hab.2:2-3). En Ezequiel leyeron: “Así dice Jehová el Señor: No se dilatará más ninguna de mis palabras; lo que yo dijere se cumplirá” (Ez.12). La Biblia les daba consuelo y les hacía vivir esos momentos con calma.

El chasco: algunos eligen la decepción y el fanatismo

Las parábolas que indicaban la demora que acompañaría a la Segunda Venida de Jesús fueron luz en el proceso por el que pasaban los desconcertados creyentes. Los que hicieron de la Biblia la guía para pasar esos momentos evitaron el fanatismo de aquellos que, dejando la Biblia a un lado, “se abandonaron a sus propios sentimientos, impresiones e imaginación. Elena White habla de este tipo de creyentes y los llama “extremistas” y los describe como personas con tendencia a “acechar los errores y defectos del pueblo de Dios, y a darles publicidad, mientras que no se hace mención alguna de las buenas acciones de este mismo pueblo”.

 En cualquier movimiento religioso siempre están presentes aquellos que están dispuestos a “introducir teorías que engañarán a los incautos”. En toda la historia de la iglesia, ninguna reforma ha sido llevada a cabo sin encontrar serios obstáculos. Así ocurrió en los días de Pablo y en los días de Lutero cuando “muchos a quienes les faltaba fe y experiencia, pero a quienes les sobraba confianza en sí mismos y a quienes les gustaba oír y contar novedades, fueron engañados por los asertos de los nuevos maestros”. Terrible advertencia para nuestros días.

Guillermo Miller no simpatizaba con aquellas influencias que conducían al fanatismo. Declaraba que la Biblia demostraba que los que estaban en Cristo tenían que producir el fruto de un carácter justo y piadoso, pero los fanáticos se abrieron paso en el movimiento adventista. Elena White declara: “Despierte el pueblo de Dios de su somnolencia y emprenda seriamente una obra de arrepentimiento y de reforma; escudriñe las Escrituras para aprender la verdad tal cual es en Jesús; conságrese por completo a Dios, y no faltarán pruebas de que Satanás está activo y vigilante”.

El chasco: Algunos eligen confiar y profundizar en la Biblia

Se volvió a la profecía y al Santuario para entender por qué Jesús no había venido en la primavera de 1844. Después de estudiar con mayor diligencia, llegaron al a conclusión que la venida de Jesús con la demora anticipada por la profecía bíblica se cumpliría en octubre de ese mismo año. Al presentar las pruebas concluyentes, los creyentes “vieron desvanecerse sus dudas y perplejidades; la esperanza y el valor reanimaron sus corazones”. Estaban convencidos que el Señor estaba a punto de volver. Este sentimiento provocó en ellos una dulce paz llena de gozo y expectativa. El mensaje bíblico: “He aquí viene el Esposo” (Mt.25:6) resonó con fuerza hasta el mes de octubre de 1844. Incluso los incrédulos que, por curiosidad o para ridiculizar a los creyentes, se agolpaban en las reuniones adventistas, sentían el poder convincente del mensaje.

Los adventistas no solo se esforzaban por compartir el mensaje. Había reuniones de oración por todas partes. Se confesaban los pecados y se buscaba el arrepentimiento en el Espíritu para ponerse en paz con Dios. Se nos dice que los que buscaban a Dios con sinceridad pudieron sentir al Espíritu de gracia cayendo sobre ellos y, como resultado de esto, los corazones fueron transformados.

Era una fe sincera. “Pero un desengaño más les estaba reservado. El tiempo de espera pasó, y su Salvador no apareció”. Los que, por prudencia no habían dicho nada, ahora que la fecha había pasado, comenzaron a burlarse de los que habían creído. Muchos abandonaron su fe. Para los que habían confiado en que pronto estarían en la presencia del Señor, “reasumir la pesada carga de los cuidados y perplejidades de la vida, y soportar las afrentas y escarnios del mundo, constituía una dura prueba para su fe y paciencia”.

Quienes escogieron confiar fueron transformados

Salvando las distancias, estaban pasando por la misma experiencia por la que pasaron los discípulos al ver a Jesús crucificado. Habían proclamado el mensaje “del primer ángel y del segundo en su debido tiempo, y cumplieron la obra que Dios se había propuesto cumplir por medio de ellos”. La gente pensó que todos los adventistas dejarían de creer al ver fracasada su esperanza, pero los creyentes no podían descubrir error alguno en el cómputo de los períodos proféticos y sabían que el Espíritu había estado con ellos. Era evidente que se habían equivocado, pero “aunque muchos, al ser muy tentados, abandonaron su fe, hubo algunos que permanecieron firmes. Los frutos del movimiento adventista, el espíritu de humildad, el examen del corazón, la renunciación al mundo y la reforma de la vida, que habían acompañado la obra, probaban que esta era de Dios”.  

Verdad es que no se había producido el acontecimiento esperado, pero ni aun esto pudo conmover su fe en la Palabra de Dios. En la carta a los Hebreos encontraron el consuelo que necesitaban: “No desechéis pues esta vuestra confianza, que tiene una gran recompensa. Porque tenéis necesidad de la paciencia, a fin de que, habiendo hecho la voluntad de Dios, recibáis la promesa. Porque dentro de un brevísimo tiempo, vendrá el que ha de venir, y no tardará. El justo vivirá por la fe; y si alguno se retirare, no se complacerá mi alma en él. Pero nosotros no somos de aquellos que se retiran para perdición, sino de los que tienen fe para salvación del alma” (Heb.10:35-39).

Dios no los iba a abandonar. El pasaje de Hebreos les indicaba el camino a seguir: “El único proceder seguro para ellos consistía en apreciar la luz que ya habían recibido de Dios, atenerse firmemente a sus promesas, y seguir escudriñando las Sagradas Escrituras esperando con paciencia y velando para recibir mayor luz”.

Autor: Óscar López. Presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España. 

Revista Adventista de España