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Escucha este resumen del capítulo 2 de ANTIVIRUS en el podcast de HopeMedia.es, en nuestro canal de Youtube, Ivoox, o en Spotify. También puedes descargar este resumen en PDF: 02 ANTIVIRUS – CONFIANZA

Tras el reinado de Salomón, las doce tribus de Israel quedaron divididas. En el relato bíblico podemos ver las grandes diferencias entre la experiencia religiosa y espiritual de las tribus del sur, Benjamín y Judá, y las diez tribus del norte, conocidas como Israel o Efraín. Aprovechando esa narración, te invito a reflexionar sobre las implicaciones que tiene el apartarse de Dios cuando llegan las dificultades.

La mala decisión de Jeroboam, rey de Israel

Tras la división, el primer rey del norte, llamado Jeroboam, “hizo dos becerros de oro” y los presentó a Israel como “tus dioses… los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto”. Los colocó en Betel y en Dan y estableció todo un sistema alternativo de adoración con “sacerdotes de entre el pueblo que no eran de los hijos de Leví” y proponiendo un nuevo calendario de sacrificios en un “mes que él había inventado en su propio corazón” (1ª Reyes 12:28-33).

Terrible fue el legado que dejó este primer rey de Israel. No sólo pecó él, sino “que hizo pecar a Israel” (1ª Reyes 14:16). Desde Jeroboam, no habría nunca más un rey fiel al Dios de Israel.

Al contrario, rey tras rey, el relato bíblico nos recuerda que cada uno de ellos “hizo lo malo ante los ojos de Jehová” (1ª Reyes 15:26, 34; 16:19, 25, 30). De Jeroboam hasta el malvado Acab, que se casó con Jezabel, todos los reyes y por ende el pueblo, “dejaron los mandamientos de Dios y siguieron a los baales” (1ª Reyes 18:18).

Dios se muestra en el Silbo apacible

Cuando llegamos al relato de Acab, nos encontramos con el ministerio de Elías. La historia de estos dos personajes es bien conocida por los lectores de la Biblia. Tras los años de sequía, llegó el enfrentamiento en el monte Carmelo y tras él, la amenaza de Jezabel hacia el profeta. Podemos resumir toda la historia en el siguiente diálogo:

(Acab): “¿Eres tú el que perturbas a Israel?” (1ª Reyes 18:17)

(Elías): “No soy yo, sino tú y la casa de tu padre” (v.18)

(Elías): “¿Hasta cuándo claudicareis entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él” (1ª Reyes 18:21)

(Pueblo): “Y el pueblo no respondió palabra” (v.21)

(Dios): “¿Qué haces aquí, Elías?” (1ª Reyes 19:9)

(Elías): “He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos… porque sólo me he quedado” (v.10)

“… Jehová no estaba en el viento

“… Jehová no estaba en el terremoto

… Jehová no estaba en el fuego

Y tras el fuego, un silbo apacible y delicado — (Dios): “¿Qué haces aquí, Elías?” (1ª Reyes 19:13)

El poderoso Elías no tiene temor de enfrentarse al rey Acab. Lo confronta en el Nombre de Jehová y no tiene miedo de desafiar a todo el pueblo haciéndole tomar una decisión que los defina como hijos de Dios o adoradores de Baal. Él sabe quien está a su lado y, por lo tanto, no teme a hombre alguno.

A pesar de eso, Elías todavía tiene que aprender una lección, pero no solo él. Cuando los “vientos, terremotos y fuegos” golpean nuestra vida, aprender a oír a Dios en el “silbo apacible y delicado” es toda una experiencia necesaria que puede marcar la diferencia entre el temor y la esperanza.

Como Dios estuvo con Elías, sigue estando con cada uno de nosotros. A veces, Dios permite que Jezabel [Covid19], amenace nuestra vida [comodidad y rutina] para que, desde la cueva [la casa de cada uno], aprendamos a vivir una experiencia de intimidad con Dios que nos recuerda que no estamos solos.

Es tan humano tener miedo que el Señor repite una y otra vez: no temas, yo estoy contigo.

De Acab a Joram y de Elías a Eliseo

Con el episodio de la cueva en Horeb, el monte de Dios, podríamos dar por acabada nuestra historia, pero necesito compartir contigo algo más. En momentos de crisis, las circunstancias nos ayudan a saber cuánto confiamos en Dios. Nuestra confianza dependerá de cuánto lo conozcamos.

Permite que ilustre esto con la historia de Joram, hijo de Acab, y Eliseo, discípulo de Elías.

Si Elías había sido el profeta poderoso que se había enfrentado a Acab, Eliseo no se quedaría atrás. Su historia es apasionante. Quizás tenga que ver con el hecho que no pidiera a Elías otra cosa que “una doble porción de tu espíritu sea sobre mí” (2ª Reyes 2:9). Si Elías se había enfrentado a Acab, Eliseo desarrollaría su ministerio en la época del rey Joram, que “hizo lo malo ante los ojos de Jehová… entregándose a los pecados de Jeroboam… sin apartarse de ellos” (2ª Reyes 3:3).

Joram o Eliseo. Miedo o fe.

Pues bien, quiero compartir con vosotros dos episodios que revelan precisamente la diferencia entre conocer, o no, a Dios.

El primero tiene que ver con Naamán el sirio. Aunque era un hombre valiente, sufría de una enfermedad incurable, la lepra. Sin saber qué hacer, escuchó el consejo de una jovencita, “la cual servía a su mujer” (2ª Reyes 5:2), que le dijo que fuera a ver “al profeta que está en Samaria” (v.3).

Naamán lo habló con el rey de Siria, el cual envió cartas al rey de Israel (Joram) diciendo: “Cuando lleguen a ti estas cartas, que sepas que te envío a mi siervo Naamán, para que lo sanes de su lepra” (v.8).

Ponte en lugar del rey. ¿Cómo haría él para curar la lepra de Naamán? ¿Cómo reaccionaría el rey sirio cuando le dijese que lo que estaba pidiendo, él no lo podía hacer? Como no podía ser de otra manera, al recibir las cartas Joram rasgó sus vestidos y se puso a temblar.

Pobre Joram. Pensando que de él se esperaba lo que solo Dios puede hacer. Eliseo, al oír que el rey había reaccionado así, le preguntó al rey: “¿Por qué has rasgado tus vestidos?” (v.8).

¿Por qué te preocupas?

¿No hay un Dios en los cielos? ¿No confías en Él?

Porque, querido amigo, hay mucha diferencia entre conocer a Dios o ignorar su poder.

Confía

Lee conmigo un poquito más. El episodio de Naamán ya ha pasado. La historia de Israel está por terminar. Los sirios, tarde o temprano, conquistarán Samaria y todo Israel. En uno de los intentos sirios, Ben-adad, rey de Siria, “sitió Samaria” (2ª Reyes 6:24).

Joram ve que el enemigo es poderoso y se desespera. Escucha sus palabras: “Todo este mal viene de Dios. ¿Para qué he de esperar más en Él?” (v.33).

Es cierto, hay enemigos poderosos ahí fuera. ¿Cuál es tu reacción? ¿Te desesperas o confías? ¿Crees en Dios a pesar de las circunstancias o según las circunstancias?

Hoy, en el estado de alarma, aunque haya enemigos invisibles que amenazan con entrar en nuestra fortaleza, mi querido hermano, no desesperes. Confía.

Recuerda: “En el mundo tendréis aflicción; pero tened ánimo, yo he vencido al mundo” (Juan.16:33). No estamos solos. Dios te bendiga.

Autor: Óscar López, presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España. 

Revista Adventista de España