En la parábola del sembrador (Marcos 4:3-8) encontramos conceptos que nos dan esperanza a la hora de tratar con los seres humanos. Al fin y al cabo, ellos son el motivo por el cual Cristo descendió de su gloria.
1. Predicar es nuestra acción sublime
El sembrador sale a sembrar. Salir implica dejar atrás nuestro mundo, pero no nuestros sueños; dejar nuestras comodidades, pero no nuestras perspectivas. El campo es grande y hasta el final del día abarcaremos mucho. Es cierto que la parábola se ocupa del hecho de sembrar, pero antes de sembrar la tierra hay que prepararla para recibir la semilla.
La acción de sembrar tiene que ver con los predicadores. Ellos son los que siembran la Palabra desde los púlpitos. Compañeros, nuestros sermones deben subrayar, en sus frases, las promesas y las motivaciones que encontramos en los pensamientos de Dios.
La comunidad adventista, al salir de las iglesias, debería sentirse llena del poder de la Palabra a través de nuestros sermones. Las tentaciones de presentar noticias, cursos, anécdotas, incluso enseñanzas teológicas pueden entorpecer. Los discursos, las instrucciones y las ideologías tienen su lugar, pero el púlpito es para exaltar a Cristo, Señor de los Señores. Mucho o poco, elevemos a Cristo como Señor delante de las congregaciones. No debe ser solo una mención. No debe ser solo una frase. El sermón debe estar impregnado de Cristo.
2. Trabajar siempre dará su fruto
Una de las luchas de cada pastor es ver los frutos. En el siglo en el que vivimos todo se publica y se muestra. ¿Qué pasa cuando no tienes nada que presentar? ¿Qué pasa si después de dar muchos estudios bíblicos, visitas, campañas, etc… las personas, a última hora, se echan para atrás? ¿Cómo se informa eso? ¿Lo ve alguien?
Amado compañero, la parábola nos enseña que hay muchas situaciones de desánimo para los obreros del evangelio. A veces, las mismas iglesias no se quieren involucrar, por miedo a los grandes riesgos que supone predicar el evangelio. Se proclama por allí: “Mejor guardar las semillas que tirarlas”.
Pero tu, ¡cumple la obra! Eres un siervo del Señor. Y lo que mejor se nos da, a nosotros, los que hemos recibido la llama de ese fuego en nuestro corazón, es predicar trabajando, y trabajar predicando. Lo más importante para un predicador es predicar a Cristo y a éste crucificado. Y ese es nuestro trabajo en especial. Predica desde el púlpito, y hazlo más aún cuando nadie te ve. Da testimonio de Cristo con palabras y sin palabras. Predica, porque “los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán” (Salmos 126 5).
La predicación es el trabajo del pastor. Dará frutos. Muchos. Lo verás. No caigas frente a los enemigos que quieran que prediques otras cosas. Tú predica la Palabra porque hay promesa divina: “Mi palabra que sale de Mi boca, no volverá a mí vacía.” (Isaías 55:11). Te lo ruego, asegúrate de cumplir con tu misión. No hemos sido llamados para dar opiniones humanas o presentar dudas desde los púlpitos. No nos avergoncemos del evangelio. Es sencillo, pero es el poder de Dios para la salvación. Por favor, predica la Palabra. Si predicamos otras cosas no cumplimos con nuestros encargo divino.
3. Se gana más de lo que se pierde
Antes de llegar al resultado ansiado hay un sinfín de obstáculos. Nos cuesta la salud. Pagamos, sin querer, con la paz de nuestra propia casa. Arar la tierra es duro. Nuestra visión está limitada por la realidad. Pero a pesar del sol abrasador, que representa la lógica aplastante de un pasado sin grandes premios, ¡siembra! porque el resultado te sorprenderá.
Prediquemos y no nos detengamos. No nos escondamos detrás de otros programas, porque los espinos (las riquezas, la fama, etc.) engañan con su poder de atracción. Porque ¿qué puedes hacer en un mundo centrado en el egoísmo? Los pedregales son esas zonas “blancas” donde no tenemos arraigo con el mensaje del tercer ángel. Animemos a todos esos pastores que sostienen grupos en las zonas aisladas de las grandes urbes. ¡Qué realidades tan distintas! ¡Qué lucha y qué sacrificio! Y ¿qué decir de las zonas donde hay mucha presencia adventista pero falta compromiso?
Sea como fuere, la parábola concluye con una expectativa más allá de cualquier duda. Al final, el que trabaja verá frutos. El mismo Pastor de los pastores, tuvo esa experiencia descrita en Isaías 53:11 “Cuando vea todo lo que se logró mediante su angustia, quedará satisfecho” (NTV), porque sabía por lo que pasarían sus seguidores.
En las primeras partes de la parábola vemos un paisaje desolador. Son los episodios tristes de las semillas perdidas. Por eso, Cristo nos motiva. Habrá buen resultado al final, porque tú y yo somos el resultado de una apuesta sin posibilidad de derrota: El Hijo de Dios colgado en una cruz. El Hijo del Hombre, como le gustaba definirse, escupido y golpeado en la cabeza con una caña. ¡Oh, maravilloso Cristo que resiste el sufrimiento por amor a nosotros!
Nada ni nadie podía quitarle el peso aplastante de nuestros pecados. Le dolió tanto, que tuvo que orar para poder reconfortarse. La maldad, el egoísmo y la codicia rompieron el corazón manso y humilde del único que te amó de verdad. Pero Él siguió adelante, pensando en ti. Cuando tenía sed, colgando en esa cruz, tú estabas en su mente. Tu cara, tu vida, tu destino, enteramente todo tu ser estaba presente en su mayor angustia. Él lo apostó todo por nosotros. Por eso el elocuente apóstol Pablo, quien vivió muy cerca del Maestro, nos dice a los pastores: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros… Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, recibiréis la corona incorruptible de la gloria” (1 Pedro 5:2, 4).
Predicar y servir
Sabemos que es complejo, y agotador, predicar y servir. Pero sabemos cuál es nuestra misión y nuestro propósito: Amar como lo hizo nuestro Señor. Hasta el final. Algunos ven resultados y se alegran; otros todavía no ven nada. Y algunos otros, ya hace tiempo que miran con preocupación el futuro. Pero, el Señor, el Príncipe de los pastores, nos anima con la conclusión de este mensaje: “Pero otras semillas cayeron en tierra fértil, y germinaron y crecieron, ¡y produjeron una cosecha que fue treinta, sesenta y hasta cien veces más numerosa de lo que se había sembrado!” (Marcos 4:8 NTV)
Un mensaje hermoso, que necesitas hacer tuyo. Predica LA PALABRA y sucederán milagros.
Este mensaje es para aquellos compañeros que han dado tanto a la obra, y para quienes ahora la desilusión puede más que sus anhelos de crecimiento y prosperidad para el Señor. Querido compañero, el Maestro te ha llamado a terminar Su obra. Sé que finalmente triunfarás. Tu vocación es del Señor. Más allá de todos los procedimientos y reglamentos como institución, seremos fortalecidos delante del que nos llamó, porque sabemos en Quién hemos creído. “Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.” (2 Timoteo 4:5).
“Habrá una bendita alabanza, una santa bendición, para los fieles ganadores de almas.” (Consejos para la Mayordomía Cristiana, página 363).
Con amor sincero,
Richard Ruszuly. Secretario ministerial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
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