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En Hechos 2:42-47 se relata un ejemplo extraordinario de la comunión en misión: los creyentes perseveraban en la enseñanza de los discípulos, compartían los alimentos y sus propiedades, tenían comunión mutua, alababan a Dios cada día y recibían a los nuevos conversos.

Es una imagen que entusiasma. El día del Pentecostés había pasado, pero el Espíritu seguía presente. No terminó con el ingreso de tres mil nuevos creyentes. Dios estaba haciendo algo nuevo. Había nacido la iglesia cristiana. Por primera vez en la historia, el mundo vería lo que sucede cuando el Señor toma a personas de trasfondos y culturas diferentes y crea su iglesia, el cuerpo de Cristo.

«Penny quedó impresionada por las verdades bíblicas presentadas en los cultos de la iglesia».

Es lo que Dios creó en Jerusalén, porque solo él podía hacerlo. La iglesia de Dios no es tan solo una reunión de individuos. Es más que un grupo o club. Por el contrario, es algo que trasciende la dinámica de la organización humana. Es un organismo viviente, y el tierno Jesús está a la cabeza. Es una comunidad que resulta de una conexión viva con Jesucristo. Esa conexión crea una comunidad que encuentra su identidad en él. Los nuevos creyentes llegan a ser parte de esa comunidad y hallan un nuevo significado para la vida. Es un lugar donde los creyentes encuentran un sentido de pertenencia y un lugar para crecer.

Un testimonio contemporáneo

Los ministerios orientados al servicio atraen a las personas. La experiencia de Penny Stratton* en la iglesia adventista de Paradise (California, EE. UU.), ilustra lo que sucede cuando la comunidad de la iglesia participa de la misión.

Penny conoció la iglesia adventista de Paradise porque comenzó a usar agua del pozo en el terreno de la iglesia. Después de cuatro años de beber esa agua, se despertó su curiosidad y comenzó a buscar más información en Internet. Habló de la iglesia con sus colegas y comenzó a asistir a los cultos y a llevar a su hijito a la Escuela Sabática. Ofreció colaborar con algunas comidas para los niños, y ayudar en lo que fuera necesario.

Los testimonios personales fortalecen la convicción. Dottie Chinnock,* directora de la Escuela Sabática de niños se hizo amiga de Penny. La invitó a comer con los demás miembros. Atendió con amor a su hijito y les mostró el amor en acción. Durante un almuerzo Penny preguntó a todos los presentes por qué eran adventistas, y ellos compartieron sus experiencias y testimonios personales de cómo Jesús había marcado una diferencia en sus vidas. En esas experiencias, Penny vio el fruto del Espíritu en acción.

Una mujer adventista que no asistía muy asiduamente a la iglesia habló del gozo que había experimentado cuando comenzó a asistir otra vez. Penny conocía a esa mujer que trabajaba en un supermercado y sus dificultades por largos años. Comenzó a notar un cambio en ella una vez que regresó a la iglesia. Observó la actitud positiva de la mujer, y que Dios había marcado una diferencia en su vida. Entonces la mujer le contó de la Escuela Sabática de niños y le dijo qué buenas eran las clases, aun para los más pequeños. Eso también fue un aliciente para Penny.

El estudio de la Biblia es transformador. Penny quedó impresionada por las verdades bíblicas presentadas en los cultos de la iglesia. Dottie invitó a Penny al grupo de estudio bíblico de las siete de la mañana, y la amistad con las demás mujeres fue creciendo. Vio a personas que estaban viviendo la Palabra, y que estaban siempre «en la Palabra». A medida que Penny y Dottie seguían cultivando su amistad, Dottie la invitó a unirse al equipo del ministerio «Comer con amigos» que funcionaba en la iglesia. Penny comenzó a participar tanto en la iglesia como en la comunidad.

A través de a estas experiencias Dios le estuvo hablando al corazón. Ahora es una de las encargadas de dar la bienvenida y está tomando estudios bíblicos con un pastor. Mientras sigue avanzando expresó: «Dios me ha dado muestras de su presencia, y me ha ayudado a crecer en la fe. Ha cambiado mi manera de pensar y puedo hacerlo ahora desde una perspectiva basada en la gracia». La comunidad de la iglesia ha sido un gran factor no solo para conocer a otras personas, sino para ver a Dios a través de los miembros de iglesia. Así es como tiene que funcionar el cuerpo de Cristo.

Penny sigue viendo obrar a Dios en su vida y por su medio. El Espíritu Santo continúa trabajando en su corazón. Jamás imaginó que un poco de agua le daría la oportunidad de compartir su historia con los que la rodean, o que las personas se verían influidas y alentadas por su testimonio. Este es el cuerpo de Cristo: cada persona la rodea con amor y le muestra a Dios por medio de sus acciones.

Conclusión

Receta para una misión transformadora. ¿Cómo puede la familia de la iglesia local llegar a ser la comunidad segura y solícita donde los nuevos creyentes crecen y descubren su propio ministerio? Todo comienza dando especial énfasis a Jesús.

«Los cristianos tienen que vivir una vida más elevada de la que muchos viven. Es la nueva vida en Cristo. Los que contemplan constantemente a aquel que es pleno de gracia y de verdad, pueden vivir su vida. Al contemplarlo, son transformados de gloria en gloria a su misma imagen».**

Solo Dios puede crear lo que quiere para su iglesia. Y el Señor tiene una visión de lo que anhela: quiere una iglesia que crezca y trabaje unida. Una iglesia que vaya «edificándose en amor» (Efe. 4:16).

Entonces, ¿cómo podemos hacer de esto una realidad? ¿Cómo podemos ser la iglesia de Dios, allí donde los miembros nuevos crecen y llegan a ser participantes activos en la vida, el ministerio y la misión de la iglesia? Presentamos aquí cinco sugerencias basadas en la Biblia:

Fortalezca a los nuevos miembros en su relación con Cristo. Ayúdelos a pasar de entender la verdad a también crecer en su relación con Cristo. Necesitan a alguien que les enseñe cómo orar y cómo leer la Biblia de una manera que les ayude a crecer en Jesús (1 Tes. 2:7).

Haga de la familia de su iglesia una comunidad solícita en la que los miembros nuevos se sientan seguros: seguros de crecer, de luchar y hasta de equivocarse. Los que están sufriendo o luchando pueden recibir la ayuda de otros integrantes del cuerpo de Cristo, mientras avanzamos en nuestro peregrinaje y nos alentamos unos a otros (1 Tes. 5:11).

Colabore para que los nuevos creyentes (y los más experimentados) establezcan la conexión entre la verdad doctrinal y Jesús. La doctrina es más relevante cuando nos ayuda a crecer con Jesús (Juan 14:6).

Anime a los miembros nuevos a que compartan su historia y lo que Jesús hizo y está haciendo en sus vidas. Nuestra misión es ayudar a que otros conozcan y caminen con Jesús. La mejor manera de hacerlo es contar lo que él ha hecho por nosotros (Luc. 8:39).

Invite a los miembros nuevos y ya existentes a participar de un ministerio. Pídales que piensen en lo que los interesa y entusiasma, lo que los preocupa o agobia. Entonces ayúdelos a explorar posibles dones espirituales para crear un ministerio. Busque que se asocien con otros miembros que ya están participando. Ayúdelos a desarrollar y usar sus dones. Entonces dé un paso al costado y simplemente observe lo que Dios puede hacer (Efe. 4:11).

Dios tiene un sueño para su iglesia. Usted y nosotros somos parte de ese sueño. Él quiere usarnos para que ayudemos a que otros también lleguen a ser una parte viviente del mismo sueño.

Que la iglesia sea en verdad la iglesia de Dios.

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Preguntas para analizar
1. ¿Cómo puede la familia de la iglesia local llegar a ser la comunidad segura y solícita donde los nuevos creyentes crecen y descubren su propio ministerio?
2. ¿Qué hay que hacer para enseñar a otros a orar? Enumere los diversos pasos.
3. ¿Qué persona fue fundamental para ayudarlo a conectarse con Cristo y su iglesia? Descríbala en una o dos oraciones.

* Nombres usados con autorización.
**Elena White, en Signs of the Times, 11 de marzo de 1903.

Revista Adventista de España