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Después de la publicación del devastador libro de Charles Darwin El origen de las especies, en 1859, los científicos han tratado de encontrar evidencia fósil acerca de nuestros ancestros extinguidos. En 1910, el arqueólogo Charles Dawson encontró lo que él pensaba que era el eslabón perdido en los registros fósiles. En realidad, lo que encontró fue uno de los mayores fraudes de la historia.

Ese descubrimiento pronto se hizo conocido como “El Hombre de Piltdown”. Consistía en algunas piezas de un cráneo y la mandíbula, con algunos molares. Dawson llevó su descubrimiento a un renombrado paleontólogo, quien confirmó su autenticidad.

El hallazgo rápidamente fue comunicado a todo el mundo. Pero, lentamente comenzó a revelarse la mentira detrás del Hombre de Piltdown. Las circunstancias y las evidencias no coincidían. En la década de los años ‘50, pruebas más sofisticadas mostraron que el cráneo solo tenía seiscientos años y que la mandíbula pertenecía a un orangután. Aparentemente, alguien había llenado y manchado los dientes, y había “plantado” el descubrimiento. (1)

NO MORIRÁS… ¿EN SERIO?

Es horrible que te mientan; a nadie le gusta que le mientan. Pero a menudo las mentiras parecen creíbles; de otra manera, no las creeríamos. Una de las primeras mentiras fue dirigida a Eva, en el Jardín del Edén, y se la lanzó la serpiente. Eva creyó la declaración de la serpiente: “Ciertamente, no morirás” (Gén. 3:4) y comió del fruto. Desde ese momento, hemos recurrido a la mentira. Incluso con la muerte delante de nosotros, todavía nos aferramos a la vaga esperanza de que algo, de alguna manera, sigue viviendo aun después de la muerte. Esta mentira se ha transformado en uno de los fraudes más creídos. La pregunta para todos nosotros es: ¿Qué sucede cuando morimos?

EL SUEÑO DE LA MUERTE

Las Escrituras nos dicen que la muerte es un estado inconsciente. De hecho, la Biblia compara a la muerte con un sueño. “Porque los que viven saben que han de morir […] su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol” (Ecl. 9:5, 6). (2)

Pedro reafirmó esto el día de Pentecostés, cuando habló del rey David: “Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy” (Hech. 2:29). Y continuó: “David no subió a los cielos” (vers. 34).

“Entonces, aunque no sea bíblico, ¿qué tiene de malo creer que mi ser querido está en un lugar de felicidad y paz?”, preguntará alguien mientras lucha con la realidad de la muerte.

Creer que alguien está en algún lugar y consciente después de la muerte promoverá dos cosas. Primero, abrirá la puerta a la manipulación directa de las fuerzas del mal, que pueden “disfrazarse” de algún ser querido fallecido y comunicarse con nosotros. Segundo, elimina la necesidad del mayor evento de la historia: la segunda venida de Jesús.

EL CLÍMAX DE LA HISTORIA

La Biblia apunta a la segunda venida de Jesús como el gran clímax en la historia de la Tierra. No será un evento de baja categoría, que muchos se perderán. Jesús prometió que será inconfundible; similar a un relámpago espectacular que cruza de oriente a occidente (Mat. 24:27). Juan agrega que “todo ojo lo verá” (Apoc. 1:7).

Será un espectáculo alucinante e increíble. La segunda venida de Jesús es la bendita esperanza de la iglesia. El regreso del Salvador será un evento literal, personal, visible y mundial. Cuando él vuelva, los muertos justos serán resucitados. Este será un acontecimiento que hará el “suficiente ruido” para casi literalmente “levantar a los muertos”.

El apóstol Pablo nos da un vistazo rápido, adelantado, en 1 Tesalonicenses 4:16 y 17: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.

“Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”.

En la segunda venida del Señor, quienes duer- men en Jesús serán resucitados para vida eterna. Debido a que sabemos que los muertos duermen en sus tumbas, la promesa de la Segunda Venida y la resurrección para vida eterna es realmente importante para nosotros.

UN ACONTECIMIENTO, DOS REACCIONES

Durante la Segunda Guerra Mundial, los prisioneros de guerra fueron sorprendidos por el sonido de aviones que sobrevolaban a baja altura sobre su campo. Cuando salieron de sus barracas, todos los ojos se esforzaban por reconocer la insignia de los aviones. Luego, los prisioneros comenzaron a gritar de alegría, a saludarse y a abrazarse unos a otros. No eran aviones del enemigo. ¡La liberación estaba a tan solo unas horas! Para esos prisioneros, ese fue el mejor día de sus vidas. Pero, para otro grupo, el rugido de los motores trajo terror, no gozo. Los guardias de la prisión observaban con incredulidad. Para ellos, había llegado el juicio. Muy pronto, debían dar cuenta por sus crueles obras. Muertos de miedo, los guardias abandonaron sus puestos y huyeron a la selva.

TERROR Y GOZO

Mientras que nos trae gran gozo pensar en la resurrección como en un momento de celebración y de reunión, también será un día de terror para quienes no estén preparados para encontrarse con Jesús. Lo que para algunos será el evento de mayor gozo en la historia de la Tierra para otros será el momento más terrible. Quienes no estén preparados para encontrarse con Jesús estarán tan desesperados por escapar de este glorioso evento que pedirán a los montes y las rocas: “Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero” (Apoc. 6:16).

Pero ninguno de nosotros necesita estar entre este grupo. Jesús ha hecho provisión para que, con gozo, esperemos su regreso. Ya sea que estemos vivos o muertos, en el instante de la Segunda Venida podremos ser testigos del mayor momento de la historia. Podremos ver cuando ese gran enemigo que es la muerte será vencido para siempre.

Elena de White describe vívidamente la escena: “Entre las oscilaciones de la Tierra, las llamaradas de los relámpagos y el fragor de los truenos, el Hijo de Dios llama a la vida a los santos dormidos. Dirige una mirada a las tumbas de los justos y, levantando luego las manos al cielo, exclama: ‘¡Despertaos, despertaos, despertaos, los que dormís en el polvo, y levantaos!’ Por toda la superficie de la Tierra, los muertos oirán esa voz; y los que la oigan vivirán. Y toda la Tierra repercutirá bajo las pisadas de la multitud extraordinaria de todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos. De la prisión de la muerte sale revestida de gloria inmortal, gritando: ‘¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?’ […] Y los justos vivos unen sus voces a las de los santos resucitados en prolongada y alegre aclamación de victoria”. (3)

No debemos creer una mentira. Cuando nos enfrentemos a la muerte, no debemos aferrarnos a la idea desesperada de que, de alguna manera, en algún lugar, hay vida más allá de la muerte. Tenemos la bendita esperanza que despoja a la muerte de su aguijón. Podemos anhelar el día de la gran reunión, cuando Jesús regrese en las nubes de gloria para despertar a los muertos. Podemos anhelar ese día en el que ya no habrá más despedidas.

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Referencias:

(1) Jane McGrath, “10 of the Biggest Lies in History [Las diez men- tiras más grandes de la historia]” https://history.howstuffworks. com/history-vs-myth/10-biggest-lies-in-history.htm#page=6

(2) Los textos bíblicos corresponden a la versión Reina-Valera de 1960. Usado con permiso. Todos los derechos reservados.

(3) Elena de White, El conflicto de los siglos (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2008), p. 702.

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PREGUNTAS PARA PENSAR:

1. ¿De qué manera el concepto bíblico del estado de los muertos puede brindar esperanza a alguien en duelo?

2. ¿Cuál es el peligro de creer en la inmortalidad del alma?

3. ¿Por qué es importante conocer lo que dice la Biblia sobre la manera en que vendrá Jesús?

4. ¿Cómo podemos estar seguros de que nos gozaremos, y no estaremos aterrados, en la Segunda Venida?

Revista Adventista de España