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Palabras de amor:

“Teman a Dios […] adoren al que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales” (Apoc. 14:7, NVI).

Un sábado por la tarde salí a caminar con mi esposa. Estábamos disfrutando de las flores coloridas del verano y escuchando el canto de los pájaros en las ramas. Me detuve para tomar una foto de una flor, y mi esposa continuó la caminata, admirando las mariposas y los pimpollos. En poco tiempo, ella ya se encontraba a cierta distancia de mí.

De repente, un gran perro peludo salió del patio de una casa cercana y se dirigía hacia mi esposa a toda velocidad. Por cómo se veían sus dientes al descubierto y por el sonido de los fuertes gruñidos, me daba cuenta de que no quería jugar, precisamente.

Tenía tres opciones. La primera: podía llamar al perro de manera amigable. “Disculpe, señor perro”, podía decirle. “Me encantaría que no tratara de comerse a mi esposa. Por favor, vuelva a su casa, y nosotros continuaremos nuestra caminata en paz y tranquilidad”.

La segunda, podría haber intentado razonar con él. “Señor perro, sus acciones no me parecen amigables. Ser amigable es mucho más placentero y gratificante que ser gruñón y brusco. Además, se puede meter en problemas. ¿Por qué, simplemente, no ladra un par de veces y después vuelve a casa?”

Y la tercera, podía hacer lo que hice de hecho. Grité: “¡HEY! ¡HEY! ¡DETENTE! ¡PERRO MALO! ¡PERRO MALO! ¡VETE DE AQUÍ! ¡VETE A CASA! ¡VETE A CASA!”

Esa tercera solución funcionó casi como por encantamiento. El perro se apresuró a volver a su patio. ¡Uff! Demasiado cerca, para mi gusto.

El gruñido de Satanás

En el fascinante libro de Apocalipsis, la Biblia dice que Dios envió a tres ángeles para advertir a todos los habitantes del mundo que el pecado los está destruyendo. Ese viejo perro gruñón llamado Satanás está al ataque. La Biblia dice que los ángeles usan un “fuerte clamor”. Y uno de esos ángeles, el primero, con la voz a cielo abierto, dijo algo extraño. Gritó: “Adora a Dios. Él hizo los cielos, la Tierra, el mar y las fuentes de las aguas”. En otras palabras, dijo a todos: “¡DIOS TE CREÓ, DEBES ADORARLO!”

¿Por qué un ángel tendría que recordar a todos que fueron creados por Dios?

Muchas personas han olvidado ese hecho. Piensan que venimos de los monos o que, simplemente, hemos evolucionado a partir de un estanque de parásitos invisibles. Estas personas adoran la ciencia o la tecnología; se inclinan ante autoridades humanas; o usan formas mundanas de pensamiento y de razonamiento. Ese primer ángel que clama tenía noticias para ellos. La ciencia, la tecnología, los seres humanos, los monos o el estanque de parásitos no pueden salvar a nadie; ni a uno solo. Solamente Dios, el Creador, puede lograrlo.

Con esto, no quiero decir que vayas a la casa de tu amigo, llames a su puerta y, cuando te atienda, le digas con voz fuerte: ¡HEY! DIOS TE AMA Y QUIERE SALVARTE DEL PECADO. ¿QUIERES SALIR A JUGAR FÚTBOL?”

En vez de hacer esto, puedes decirle en voz baja: “¿Quieres jugar fútbol?” Y, después de eso, disfruta de un juego honesto y limpio, y muestra a tus amigos cómo jugaría Jesús y cómo trataría a los demás.

Y nuestro testimonio amable obrará como los ángeles.

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Pide a tu pastor que predique sobre cómo Dios creó el mundo y todo lo que hay en él. Invita a algunos amigos para que vayan y escuchen el mensaje contigo.

Revista Adventista de España