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Después de una reunión de la iglesia, una adolescente hizo una pregunta clara y directa: «¿Por qué Dios no me habla a mí?»

La respuesta fácil es que Dios nos habla a cada uno por medio de la Biblia. Pero esta adolescente quería saber por qué Dios no le estaba hablando a ella.

Muchos creyentes se preguntan por qué Dios nos les habla directamente a ellos hoy. Aunque es verdad que nos habló en el pasado mediante los profetas y en especial por su Hijo (Heb. 1:1), podríamos preguntarnos: ¿Por qué no nos habla en la actualidad? Para responder a esta pregunta, tenemos que considerar si el don profético terminó con el cierre del canon bíblico, o si Dios ha levantado profetas desde entonces o lo hará en el futuro.

¿Un don que ha cesado?

Existen dos posturas opuestas respecto de la validez del don profético. Los cesacionistas creen que los dones espirituales como el hablar en lenguas, el de profecía y curación cesaron después de la era de los apóstoles. Según esa postura, eran dones sobrenaturales que funcionaron como una señal en el contexto del surgimiento de la Iglesia Cristiana y la diseminación inicial del evangelio. La postura opuesta es el continuacionismo, que enseña que el Espíritu Santo puede otorgar dones espirituales en cualquier momento a otras personas más allá de los doce discípulos originales.

El cesacionismo niega la posibilidad de un resurgimiento de los dones, apelando al principio de Sola Scriptura, que insiste en tres propuestas: (1) el cierre del canon bíblico; (2) la autoridad suficiente e infalible de la Biblia; y (3) la idoneidad perfecta de las Escrituras para guiar a la iglesia. En otras palabras, creen que el testimonio dado en el canon cerrado de la Biblia es suficiente para guiar a la iglesia hasta el tiempo del fin.

Más allá de enseñar la Palabra y comunicar la voluntad de Dios de manera regular y sostenida, sin embargo, los profetas a menudo fueron enviados a escenarios de crisis. En tiempos de dificultad, ya sea por causas externas o condiciones internas de apostasía, los profetas brindaron orientación en medio del conflicto y la confusión de esas situaciones especiales, o simplemente dieron un mensaje especial en cierto momento del plan de salvación.

Algunos de esos profetas no llegaron a formar parte del canon (por ejemplo, Natán, Ahías e Ido [2 Crón. 9:29]). Lo que dijeron o escribieron los profetas no canónicos tuvo autoridad y fue vinculante para el pueblo de esa época (2 Sam. 12:7-15), porque la autoridad de un escrito profético está fundada en su inspiración. El don profético de los profetas no canónicos no fue dado para remplazar el testimonio de los profetas canónicos, sino más bien para satisfacer una necesidad específica del pueblo de Dios. Es necesario destacar, sin embargo, que lo que enseñaron esos profetas estaba en armonía con la revelación divina a los profetas canónicos.

Desde los tiempos del apóstol Juan el canon bíblico fue cerrado, y ya no se añadieron otros libros inspirados. La pregunta que nos hacemos hoy es, ¿ha habido algún otro profeta enviado por Dios desde el cierre del canon bíblico? ¿Podría levantarse uno en el presente o el futuro?

Un don recomendable

El Nuevo Testamento otorga un lugar destacado al don de profecía entre los dones del Espíritu Santo. En efecto, en una ocasión, el apóstol Pablo le da el primer lugar entre los ministerios más útiles para la iglesia, y en dos ocasiones le otorga el segundo lugar (véase Rom. 12:6; 1 Cor. 12:28; Efe. 4:11). Asimismo, anima a los creyentes para que deseen realmente ese don (1 Cor. 14:1, 39), si bien el Espíritu Santo siempre da sus dones según le parece.

De esta manera, el apóstol Pablo señala en dos ocasiones que Dios ha designado a profetas dentro de la iglesia (1 Cor. 12:28; Efe. 4:11). Lo que es más, afirma que la iglesia del Nuevo Testamento fue construida sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas (Efe. 2:20). Estos son profetas del Nuevo Testamento porque, como lo expresa Pablo en Efesios 3:4, 5, el Espíritu había revelado a los apóstoles y los profetas el misterio de Cristo no dado a conocer en generaciones anteriores. Concluimos que esta manifestación del don de profecía no se limitaba al canon.

Un don para el tiempo del fin

Jesús mencionó que en la tierra aparecerían falsos profetas que afirmarían profetizar en su nombre (Mat. 7:15-23). Esos falsos profetas estarían activos en el tiempo del fin, haciendo señales y prodigios, y tratando de engañar aun a los elegidos (Mat. 24:24). Jesús lanzó esa advertencia porque en el tiempo del fin aparecería una falsificación que contrastaría con el don auténtico.

Al hablar específicamente del tiempo del fin, Joel anuncia proféticamente el derramamiento abundante del Espíritu de Dios sobre su pueblo. Ese derramamiento se manifestaría en jóvenes que verían visiones, en ancianos que soñarían sueños, y en hijos e hijas que profetizarían (Joel 2:28, 29). ¿Cómo sabemos que Joel se refiere específicamente al tiempo del fin? Porque esa profecía establece el marco temporal para las manifestaciones del don de profecía. Se mencionan fenómenos cósmicos como el oscurecimiento del sol y la luna convertida en sangre. También se habla de catástrofes en la tierra, que se describen crípticamente como «sangre, fuego y columnas de humo». Todo esto tiene que preceder al «día del Señor, grande y terrible» (vers. 30, 31, NVI).

El apóstol Pedro aplicó la profecía de Joel a la experiencia del Pentecostés (Hech. 2:16-21), que vincula el don de profecía con el don de lenguas. ¿Por qué? La profecía de Joel sobre la llegada del don profético es mencionada en el contexto de la lluvia temprana y tardía (Joel 2:23-32). Las lluvias de otoño, que permitían que la semilla germinara y se arraigara, eran llamadas: lluvia temprana. Las lluvias de primavera, que maduraban el grano y lo preparaban para la cosecha, eran llamadas: lluvia tardía. El Antiguo Testamento usa este fenómeno del ciclo agrario de Palestina como símbolo del don espiritual que da el Señor a su pueblo por medio de su Espíritu (Ose. 6:3).

Pedro y los demás apóstoles experimentaron la lluvia temprana. La lluvia tardía vendrá con el mismo poder del Espíritu, y el pueblo de Dios manifestará el don de profecía en su medio. Hoy día, mientras nosotros, «el resto al cual él ha llamado» (Joel 2:32), aguardamos el pronto regreso de Cristo, se nos invita a experimentar la lluvia tardía espiritual. Este derramamiento del Espíritu Santo será más abundante que el anterior. Hará que los hijos e hijas profeticen, que los ancianos sueñen sueños, y que los jóvenes vean visiones (véase el vers. 28).

Sugerencias de oración

  1. Ore especialmente para comprender las profecías del Nuevo Testamento que hablan de nuestro tiempo.
  2. Pida a Dios que afirme sus verdades con tanta claridad que jamás pueda ser engañado por una falsificación artificiosa.
  3. Exprésele a Dios su decisión de confiar en que él lo guiará en todas las cosas y lo guardará de los peligros de los falsos profetas.

Autores: Marcos y Claudia Blanco. Han trabajado en el ministerio de las publicaciones adventistas durante casi veinte años. Marcos es pastor y gerente de redacción de la Asociación Casa Editora Sudamericana (ACES), mientras que Claudia es traductora independiente y ama de casa. Ambos son ávidos lectores de los escritos de Elena White, y han traducido y editado varios de sus libros al español. Los Blanco tiene dos hijos: Gabriel, de 15 años, y Julieta, de 13. Viven en Buenos Aires, Argentina.

ESPECIAL NIÑOS: Verdaderos y falsos profetas, pasado y presente

Gema para memorizar: «Profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños» (Joel 2:28).

El sueño del policía

Varios agentes de policía en el sur de Auckland (Nueva Zelanda), estaban cansados de que hubiera tantos delitos en la zona. «¿Qué podemos hacer para cambiar las cosas?» se preguntaron.

«¿Qué pasaría si a los que cometan un delito por primera vez les diéramos para leer algo que les ayudase a tomar mejores decisiones?», preguntó el comisario. Mientras los agentes seguían conversando, se les ocurrió la idea de publicar una revista que hablara de delincuentes que entregaron su vida a Cristo. La revista se llamaría Del delito a Cristo. Todos estaban entusiasmados con la idea de la revista nueva, pero el departamento de policía no tenía suficiente dinero para financiarla.

Entonces, una noche, el comisario tuvo un sueño extraño. En su sueño, había una mujer que estaba por tener un bebé. Sobre la mujer estaban escritas las palabras «Adventista del Séptimo Día».

De pronto, el comisario se despertó. Tengo que escribir lo que acabo de soñar, se dijo. Después de escribir el sueño, volvió a quedarse dormido.

A la mañana siguiente, en la estación de policía, el comisario le dijo a los demás lo que según él significaba el sueño. «Creo que la Iglesia Adventista del Séptimo Día “dará a luz” este proyecto de la revista», dijo.

«Yo soy adventista del séptimo día –dijo entusiasmado uno de los agentes–, y conozco una iglesia adventista local que nos puede ayudar».

Pronto el comisario se reunió con el pastor Hurlow de la cercana iglesia adventista de Papatoetoe. «Sí –dijo el pastor con una sonrisa–, nos gustaría ayudar con este proyecto de la revista». El pastor explicó, sin embargo, que aunque la iglesia podía ayudar a escribir lo que se publicaría, no tenía dinero para financiar el proyecto.

Ese mismo día, una mujer entró a la comisaría y pidió hablar con el comisario. Cuando el hombre la atendió, la mujer le dijo: «Dios me envió aquí. No sé por qué, pero dígame qué está haciendo usted por la comunidad».

Después de que el sargento le contó del proyecto de la revista, la mujer dijo: «Ahora sé por qué Dios me mandó aquí a hablar con usted. Podemos donar algo de dinero. Voy a orar y a hablar con algunas personas. Entonces lo contactaré nuevamente».

Unos días después, la mujer regresó a la comisaría. «Tengo unos diez mil dólares neozelandeses (el equivalente a casi siete mil dólares norteamericanos) para que los use en el proyecto de la revista», dijo con una sonrisa. Eso era suficiente para imprimir el primer número. «Oh –añadió la mujer–. También tengo dinero para el siguiente número».

El primer número de Del delito a Cristo incluyó la historia de Amós, miembro fundador de una numerosa pandilla llamada «Cazadores de cabezas», y también la historia de una mujer que dejó una vida de delito cuando decidió seguir a Cristo. Muchos han sido bautizados porque leyeron algo en la revista, que les llegó al corazón.

Cuando Dios le da un sueño a alguien, también le ayuda a que se haga realidad.

Historia adaptada de Andrew McChesney, «El sueño del policía», en adventistmission.org.

¿Lo sabías?

La Biblia dice que los sueños aún juegan un papel en la profecía. (Véase la gema para memorizar para el día de hoy).

Dado que la tarea de un profeta puede implicar más que predecir el futuro (incluye enseñar, predicar y hasta tener sueños), puede que Dios algún día te elija a ti para ser profeta, ¡aun si no puedes predecir el futuro!

Para pensar

¿Cuáles son algunas maneras de saber si el sueño de una persona (u otro mensaje especial) proviene realmente de Dios?

Dado que el don de profecía puede incluir la enseñanza y la predicación, ¿son entonces profetas todos los maestros y predicadores? ¿Por qué sí o por qué no?

Muchos cristianos creen que el «Día oscuro» de 1780 fue una señal profética. (George Washington escribió sobre ese suceso). Hoy día, algunos científicos dicen que fue el humo de un bosque canadiense el que causó el fenómeno. ¿Hace alguna diferencia si es una cosa o la otra? ¿Por qué sí o por qué no?

Autor de las Lecturas de niños: Randy Fishell. Fue editor de la revista Guide.

Revista Adventista de España