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adoración verdadera personal y familiarPosiblemente, al leer este título te imagines que vas a encontrar una cantidad de herramientas para que la adoración al Señor en tu hogar sea más eficaz y agradable, o simplemente la forma en la que debes adorar a Dios. Pero lo primero que quiero decirte es que la adoración no es como una «receta de cocina» donde nos dedicamos a buscar ingredientes para luego mezclarlos y obtener el resultado deseado.

No es una fórmula que tienes que seguir para lograr tu objetivo. No es 2+2=4. Tampoco es un «hacer esto o aquello», sino que, más bien, es «dejar de hacer». Dejar de hacer tu voluntad, dejar de buscar lo que a ti te gusta y someter tu vida a la voluntad de Dios, en reconocimiento a su amor infinito, su justicia, misericordia y poder.

Veamos una definición de Adoración. Esta palabra es la traducción que se hace del original griego proskuneo (προσκυνέω) en el Nuevo Testamento, y significa postrarse, inclinarse, curvarse ante alguien que es superior a nosotros.

¿Doblegarnos ante Dios? 

Nuestro problema es que no estamos dispuestos a doblegarnos ante Dios, a someternos a sus mandamientos y obedecer. Nos cuesta negarnos a nosotros mismos y abandonar el yo. Por esto, muchas veces creemos que la adoración es una actitud externa y ponemos nuestro foco y juicio en lo que otros hacen, juzgando según nuestro parecer si está bien o no. Nos concentramos en las formas y maneras, en las reglas y normas de cómo, supuestamente, a Dios le gusta que lo adoren.

Sin embargo, Isaías 55:8,9 nos recuerda: «Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos, mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más altos que vuestros pensamientos». No podemos entonces pretender que somos los llamados a definir qué es lo que Dios considera una verdadera adoración, más bien dejemos que Él nos lo diga en su palabra.

Conoce el objeto de tu adoración

En el encuentro junto al pozo de Jacob, aquel mediodía caluroso, en medio de la conversación que Jesús sostiene con la mujer samaritana, surge el tema de la adoración (Juan 4:20-24). La preocupación de la mujer era el «lugar correcto» para la adoración. Generalmente, nuestros juicios y el establecimiento de valores, como hemos venido diciendo, están basados en lo que vemos, en las formas de «hacer», en el cómo deberíamos hacerlo o no hacerlo. Cuestionamos y criticamos lo que otros hacen, o no hacen, de acuerdo con nuestra estructura mental y modelo predeterminado que se ha formado a lo largo del tiempo por medio de tradiciones o creencias transmitidas por generaciones.

Nuestra mirada superficial se concentra en lo externo, en lo tangible, en lo cuantificable. Sin embargo, Jesús lleva a la mujer samaritana al plano del «ser», la lleva al centro del corazón, al rincón más escondido del asentamiento de sus pensamientos y emociones que «gatillan» las acciones. Para esto, lo primero que le presenta, es que la adoración a Dios no depende de un lugar físico, es decir, que no está limitada a lo externo únicamente (vers. 21). Luego Jesús la llama al hecho fundamental de conocer al objeto de la adoración, cuestión que ella ignoraba (vers. 22).

La verdadera adoración parte del conocimiento de Dios

La deficiencia en la verdadera adoración se produce por la falta de conocimiento de Dios. Ese conocimiento está fundado en una relación diaria, estrecha e íntima con Él, por medio de la oración ferviente, el escudriñamiento de las Escrituras y la testificación.

Finalmente, Jesús define que la verdadera adoración, la que el Padre espera, es aquella que fluye en espíritu y en verdad. «En espíritu» significa que la adoración verdadera brota del interior, de la profundidad del corazón, de una experiencia espiritual que involucra los sentidos. Por eso, si no existe una verdadera pasión por Dios, tampoco existirá una adoración en espíritu. Al mismo tiempo, la adoración debe ser «en verdad», es decir, debidamente fundamentada. Si no tenemos conocimiento del Dios que adoramos, no hay adoración en verdad. Ambas son necesarias para satisfacer y honrar a Dios en adoración.

Espíritu, sin verdad, conduce a una experiencia emocional y demasiado superficial que puede ser comparado a un nivel alto. Pero, tan pronto como se termine la emoción, cuando el fervor se enfría, se enfría también la adoración. La verdad sin espíritu puede resultar en un encuentro seco y sin pasión que fácilmente puede conducir a una forma triste de legalismo. La mejor combinación de ambos aspectos de la adoración se traduce en un reconocimiento gozoso de Dios, fundamentado por las Escrituras. Cuanto más sabemos acerca de Dios, más lo apreciamos. Entre más lo apreciamos, más profunda es nuestra adoración. Entre más profunda sea nuestra adoración, mayormente será Dios glorificado.

La adoración familiar y personal

Teniendo en consideración este concepto básico sobre lo que el Señor espera sobre la adoración, quiero llevarte al plano de la aplicación dentro de tu vida y tu familia.

Para motivar a otros a adorar a Dios, lo primero es que tú debes ser un verdadero adorador. Tu ejemplo de vida dentro del hogar será lo que motive a tus hijos, a tu esposa, a tu esposo a elevar una oración ferviente, a cantar un canto con el corazón y entendimiento, a leer la Biblia con emoción y hambre. Tu intimidad y pasión por el Señor se verá reflejada en tu comportamiento, en el tono de tu voz, en la manera amable, amorosa y misericordiosa en que tratas a los tuyos, en la forma en que eres capaz de superar los conflictos que puedan surgir buscando la armonía, la justicia, la paz, el perdón y la reconciliación. Esto solo será posible para ti, si tienes intimidad con Dios cada día.

La adoración y la música

Para algunos, hablar de adoración, es sinónimo de hablar de música y estilos musicales. Sin embargo, la música es solo uno de los medios, entre muchos otros, que permiten exteriorizar la vivencia de mi intimidad con Dios.

Si quieres utilizar esta forma para expresar tu adoración a Dios junto a tu familia, especialmente en el culto, entonces busca la mejor manera de hacerlo. ¿Tocas algún instrumento musical? Entonces no utilices música «prefabricada», ya que la música en vivo es mucho más motivadora y permite un momento de adoración más participativo. Si vas a cantar «Yo tengo gozo», por favor canta con gozo y no con una cara triste.

Vive la letra de lo que estás cantando. Esto es adorar en espíritu. En muchas iglesias lamentablemente los himnos se cantan como si fueran un rezo, no hay una vivencia, solo se repite una letra y melodía, es como si se pusiera el piloto automático hasta que termine el canto y listo, ni siquiera se pone atención en la letra que se está repitiendo. Esto ha transformado el momento de adoración a Dios por medio de la música, en un funeral; no hay vida en la adoración.

En otros casos, la música en la iglesia o eventos de nuestra organización se utiliza como «relleno», mientras preparamos el programa, como si fuera algo ajeno o separado al verdadero programa. Sin embargo, E.G. de White nos recuerda: «Como parte del servicio religioso, el canto no es menos importante que la oración. En realidad, más de un canto es una oración» [1].

Cantos adecuados a la edad

Otro consejo: busca cantos que sean adecuados para la edad de los miembros de tu familia. Si cantas himnos, busca aquellos que tienen letra comprensible para todos, ya que hay algunos que cantamos y no sabemos lo que significan las palabras. Involucra a todos los miembros de tu familia en la adoración.

Finalmente, disfruta el momento de orar, leer la Biblia y cantar al Señor junto a tus seres queridos. Que sea el mejor momento del día.

Que Dios te bendiga en tu experiencia de ser un verdadero adorador.

Autor: Dany Almonte, licenciado en teología en la Universidad Adventista de Chile. Actualmente, desarrolla su ministerio como pastor del distrito de Vitacura en la Asociación Metropolitana de Chile.
Imagen: Shutterstock.

Referencias: 

[1] Elena White. La Educación: ACES, 152.

 

Publicación original: Adoración en familia

 

Revista Adventista de España