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Querido hermano, querida hermana…

Acompáñame en la lectura de la primera carta que Pablo mandó a los Corintios.

Esta carta afronta los problemas sobre los cuales el apóstol ha sido informado y responde a las inquietudes que los propios corintios le habían hecho llegar a Pablo por carta.

La iglesia ha sido llamada a ser santa (Corintios 1:2) y no le faltará ningún don que necesite para cumplir ese propósito mientras espera el anhelado regreso de Jesús (Corintios 1:7).

Pablo anima a vivir en armonía

Frente a problemas y divisiones, Pablo anima a la iglesia a vivir en armonía los unos con los otros. Les pide que no haya divisiones en la iglesia y que sean todos de un mismo parecer, unidos en pensamiento y propósito (Corintios 1:10).

Como pastor, le entristece el informe que acaba de recibir: que en la iglesia hay divisiones y peleas (Corintios 1:11). Les dice que estar divididos no les permite ser espirituales. Si el Espíritu no les guía, la cruz deja de ser poder y pasa a ser un mero dogma. Los conflictos de las personas vienen motivados por la naturaleza pecaminosa. Los celos y las peleas evidencian qué naturaleza está dominando a las personas y eso hace que, aunque estén en la iglesia, no puedan entender el mensaje de la cruz (Corintios 1:18-2:14; 3:3).

Con tristeza, Pablo les dice que han dejado de ver a Dios y se centran en sus favoritismos a favor de los diferentes hombres a través de los cuales Dios les ha hecho llegar su mensaje. Pablo les dice que, si hubieran entendido el Evangelio, no estarían orgullosos de uno de sus líderes a costa de otro (Corintio 4:6).

Levadura en la masa

Como en muchas iglesias, en Corinto hay ciertos personajes arrogantes (Corintio 4:18) que desprecian el ministerio de Pablo. El apóstol no discute con ellos. Simplemente, señala que la mayor evidencia de su ministerio es la conversión y salvación de los corintos.

Pablo escribe desde Éfeso. Allí se están abriendo oportunidades maravillosas para el Evangelio y le duele ver que en Corinto estén pasando ciertas cosas. Le acaban de contar que hay uno que, llamándose hermano, se acuesta con la mujer de su padre (Corintio 5:1).  Su advertencia es clara: un poco de levadura puede impregnar toda la masa (5:6). Si somos templo del Espíritu Santo y hemos sido comprados a un alto precio (Corintio 6:19-20), ¿cómo nos vamos a dejar llevar por la inmoralidad sexual que nos rodea?

En una carta que parece más actual de lo que realmente es, Pablo dice que lo que está pasando en la sociedad no debería ocurrir en la iglesia. Exhorta a los hermanos a no olvidar que hay ciertas actitudes, costumbres y prácticas que no son compatibles ni heredarán con el reino de Dios (Corintio 6:9-10). En Cristo, el pasado ha dejado de ser presente y ahora somos limpios, justificados y santificados en Él (Corintio 6:11).

En una iglesia con conflictos personales y relacionales, algunos optaban por llevar sus problemas ante las autoridades civiles. Pablo cuestiona tal procedimiento. Gente que ha sido llamada a juzgar al mundo y los ángeles caídos durante el milenio ahora afirman que no pueden resolver ciertas disputas y eso evidencia que han dejado de ser espirituales (guiados por el Espíritu).

Una carta triste

El tono de la carta es triste. El pastor Pablo llora mientras escribe.

A partir del capítulo 7, Pablo responde a las preguntas que los hermanos le habían hecho llegar mediante carta.

Primero le preguntaron acerca de la conveniencia o no de casarse (7). Luego le preguntan acerca del espinoso tema de las carnes sacrificadas a los ídolos (8) y en el capítulo 9 responde a los que cuestionan su autoridad.

Corinto no deja de ser una ciudad griega del siglo primero. Siendo próspera, las tentaciones sexuales de un ambiente religioso que enfatiza la prostitución sagrada no dejan de ser un peligro para los creyentes. La advertencia pastoral de Pablo es clara: tomemos nota de lo que le pasó a Israel en el pasado y no imitemos ciertas actitudes. No codiciemos lo malo como hicieron ellos; no rindamos culto a ídolos como hicieron ellos; no cometamos inmoralidad sexual como lo hicieron algunos de ellos; tampoco nos acostumbremos a murmurar o criticar como lo hicieron ellos (Corintio 10:6-10). Que el que crea estar firme intente no caer (10:12). Para estar firme, dirá Pablo: «imitadme a mí como yo imito a Cristo» (Corintio 11:1).

Habiendo hecho esta advertencia, Pablo sigue pastoreando a su iglesia y afronta el tema del desorden en el culto. En Corinto había mujeres que dificultaban el avance del Evangelio con sus actitudes cuestionables. Había hermanos que hablaban demasiado, pero no amaban lo suficiente (Corintio 11:17).

Somos un cuerpo, vivamos unidos en amor

En el capítulo 12 retoma las preguntas que le han hecho llegar. En esta ocasión, les habla acerca de los dones espirituales. Les dice que vienen del Espíritu, que no son algo de lo que presumir. Les recuerda que todos tenemos diferentes dones, unos más vistosos que otros, pero todos necesarios. Para que le entiendan, compara la iglesia con un cuerpo. Somos todos diferentes, pero formamos parte de un mismo cuerpo, el de Cristo y, por lo tanto, deberíamos preocuparnos unos por otros, sufriendo con los que sufren y alegrándonos con los que reciben honra (Corintio 11:25-26). De hecho, los dones solamente tienen sentido cuando benefician a los demás (Corintio 14:12, 26).

Se hace obvio que a Pablo le preocupan las actitudes de aquellos que habían sido bendecidos con ciertos dones. Les recuerda que los dones tienen sentido en el amor. Que ser muy capaz y saber mucho sin amor no es más que ruido. Que dar mucho, pero hacerlo sin amor no vale nada (Corintio 13:1-3). Les recuerda que los dones pasarán, pero el amor es para siempre (Corintio 13:8).

Después de hablar de la capacidad en el Espíritu de hablar idiomas que permitan el avance del Evangelio (Corintio 14), Pablo afronta un debate que él mismo define como absurdo (Corintio 15:14). Había en la iglesia aquellos que afirmaban creer en la resurrección de Jesús, pero cuestionaban la futura resurrección de los justos.

Pablo no puede ser más enfático: la resurrección de Jesús garantiza nuestra propia gloriosa resurrección. La resurrección final de los justos marcará el fin del poder de la muerte y el sepulcro que serán eliminados para siempre en la victoria final de Jesús.

El final de la carta

Pablo termina su carta y lo hace con estas palabras:

«Mis amados hermanos, permaneced fuertes y constantes…
Estad alerta.
Permaneced fieles en la fe.
Sed valientes.
Sed fuertes.
Y hacedlo todo con amor…
Que la gracia del Señor Jesús sea con vosotros.
Mi amor a todos vosotros en Cristo Jesús»
 (Corintios 15:58; 16:13, 23-24).

Hoy esta es mi carta pastoral a una iglesia que no vive problemas menos graves que la de Corinto.

Unidos en la fe.
Mirada puesta en Jesús.

El tiempo se acaba.
El que crea estar firme, que mire que no caiga.

Dios nos ayude y nos conceda su gracia una vez más.

Autor: Óscar López, presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
Imagen: Shutterstock

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