Si hoy te ofreciera $50 simplemente por caminar una distancia de 30 metros ¿lo harías? Creo que no tendrías ningún problema en hacerlo y hasta te sentirías muy motivado por la propuesta. Pero si yo te ofreciera la misma cantidad de dinero pero por caminar la misma distancia sobre carbones encendidos ¿lo harías? En ese contexto la situación cambiaría. El propósito de la acción no justificaría el sacrificio a realizar. Ahora suponte que te pido que camines los 30 metros sobre los carbones encedidos pero te digo que en el otro extremo está tu hijo corriendo riesgo de perder la vida y que si no lo salvas morirá ¿Estarías dispuesto a cruzar y quemarte los pies? Tu respuesta a la propuesta cambiaría dramáticamente. El propósito de salvar a tu hijo justificaría cualquier sacrificio.
Cuando una organización se debilita y se muere, no se debe a la falta de actividades sino a la falta de propósito. Lo que sucede es que muchas veces se centran tanto en el “qué” y el “cómo” que se olvidan del “por qué”. Pongamos un gran “por qué” (propósito) frente a las personas y veremos como el “qué” y el “cómo” se afectan positivamente como resultado.
Sin embargo, preguntar “por qué” es una de las cosas más incómodas que puede sucedernos. Pero aunque nos resulte penoso, es vital hacernos esta pregunta en cada uno de nuestros emprendimientos. La respuesta que demos nos mostrará cuál es la medida transcendental de los procesos en los cuales estamos envueltos y revelará la motivación de nuestras acciones.
Lo que nos identificó como movimiento adventista cuando surgimos en la historia no fueron nuestras creencias distintivas, tampoco nuestra organización, ni siquiera nuestro nombre. Cuando Dios llamó a la existencia a este movimiento no tenía ninguno de estos elementos. Eso vino después y fue un resultado. Lo que nos hizo nacer como iglesia fue un gran propósito que fue tan movilizador que por el hecho de abrazarlo llegamos a contagiar a personas de todo el mundo en solamente una generación.
Es necesario que entendamos que si nuestras iglesias se están muriendo, si es que no estamos impactando a la sociedad, si es que nuestros jóvenes parecen apáticos, se debe a que por mucho tiempo nos hemos centrado en el desarrollo de proyectos y actividades, el “qué”, y hemos dejado de prestar atención al “por qué”. Es necesario que hoy levantemos nuevamente frente a nosotros el gran propósito para el cual hemos sido llamados y, si eso sucede, lo demás vendrá por añadidura.
Me parece una buena aplicación sobre la motivación de nuestra iglesia. Queremos que nuestros buenos propósitos tengan sentido y sobre todo se perpetúen en el futuro. Necesitamos esos por qués para mantenernos motivados. Y, repito, aunque la aplicación de la idea me parece correcta me sorprende que no se mencione de dónde se ha sacado esa idea o ejemplo. Me ha llamado la atención porque lo leí en un libro no hace mucho. Mencionar al autor de la idea nunca está de más (además de que si no se hace, es plagio). No estaría mal que el autor del artículo corrigiera este “desliz” porque el argumento es válido.