Skip to main content

Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehová; y lo oyó Jehová, y ardió su ira, y se encendió en ellos fuego de Jehová, y consumió uno de los extremos del campamento. Entonces el pueblo clamó a Moisés, y Moisés oró a Jehová, y el fuego se extinguió. Y llamó a aquel lugar Tabera, porque el fuego de Jehová se encendió en ellos..” (Números 11: 1-3).

INTRODUCCIÓN

Nos encontramos frente a uno de esos textos que pueden ser mal interpretados. Una lectura superficial nos dejaría el siguiente planteamiento: ¿Cómo un Dios que se caracteriza por la paciencia pierde los papeles de esa manera? ¿Cómo es que frente al error humano, el Señor del Universo, lanza fuego sobre aquella gente provocando muertes y sufrimiento?

Me gustaría considerar este pasaje con dos propósitos: 1) Ver por qué motivo un Dios comprensivo toma la decisión de castigar a tanta gente y 2) Sacar lecciones que nos sean útiles como pueblo y como creyentes.

QUIÉN ES NUESTRO DIOS

Una visión general de las Escrituras nos permite llegar a la conclusión de que Dios se caracteriza por tres virtudes: la paciencia, la misericordia y el perdón. ¿Por qué algunas veces Dios actúa de forma contraria pareciendo, insensible, impaciente y castigador? Para entender la actuación de Dios deberíamos tener en cuenta dos cosas:

  1. Dios tiene un plan bien definido para esta tierra y para sus habitantes.
  2. Satanás intenta meterse en este plan no sólo para estropearlo sino para destruirlo.

¿Qué ocurre cuando Satanás, no sólo interfiere sino que pone en riesgo el plan divino? Que Dios actúa y lo hace de forma contundente, a veces drástica. La actuación de Dios tiene un propósito, su plan se cumplirá, siempre, cueste lo que cueste.

Esto fue lo que sucedió con los antediluvianos. Desde que entró el pecado en el Edén, Satanás fue poco a poco haciéndose con el dominio de la raza humana hasta que llegó un punto en que prácticamente la totalidad se fue tras él. Esto ¿qué suponía?, la autodestrucción de la raza humana. ¿Cómo se cumpliría el nacimiento de aquel que salvaría al mundo de sus pecados si la raza humana desaparecía? Dios esperó, como siempre hace, hasta que ya no pudo esperar más. No obstante, antes de actuar lo primero que hizo fue considerar las personas recuperables de las que no lo eran. Los comentaristas indican que en aquel entonces (antes del diluvio), la tierra estaba habitada por varios millones de habitantes. Pues bien, de toda esa multitud, sólo ocho personas fueron recuperables a los ojos de Dios para poder continuar con su plan. Esto nos muestra no lo malo que es Dios, sino lo malo que es el enemigo y lo sabio que es Dios, quien a pesar de la maldad existente, supo recuperar su proyecto.

Volvamos ahora al texto de nuestra reflexión y consideremos lo siguiente:

  1. ¿Cuál era el plan de Dios para el pueblo de Israel? Fundamentalmente el plan de Dios tenía dos propósitos: a) Llevar a Israel a la tierra de Canaán y 2) Que ese pueblo llegase de una determinada manera. El punto fundamental no era llegar, sino ser una luz a las naciones de alrededor. Deberían ser fuente de salvación para todos los pueblos, primero a los cercanos y luego a los lejanos. Ese era el plan que Dios.
  2. ¿Cuál fue la estrategia de Satanás? A Satanás no le importaba que Israel llegase a Canaán y se instalase allí, lo que le preocupaba es que se cumpliese el segundo punto. Dios quería un pueblo santo, Satanás todo lo contrario. Por eso su estrategia era estropear al pueblo, de forma que el plan de Dios no se pudiese llevar a cabo.

ESTRATEGIA DE SATANÁS

El plan era claro: transformar a aquel pueblo pero en un sentido opuesto a Dios. Éste buscaba su santidad, Satanás, por el contrario, lo que buscaba era que aquel pueblo en lugar de bendición fuese una maldición a todos. ¿Cómo conseguirlo? Satanás sabe cómo hacerlo porque él conoce muy bien al ser humano. El pecado hizo que la mente humana se volviese frágil y débil de forma que tocando ciertos resortes todos fuesen victimas a menos que se acogiesen a la gracia divina. ¿Qué resortes son esos? Si lees el capítulo 11 verás que allí se mencionan tres cosas interesantes: La queja, los celos y la codicia. Definamos los términos:

La queja: Su fuerza está en la influencia que tienen las palabras en la mente y en el corazón del ser humano. Santiago hablando de la lengua dirá que siendo un órgano tan pequeño puede causar un mal devastador. El problema de la queja, es que es capaz de, utilizando contenidos verdaderos, dar un enfoque a la realidad que nos lleva a ver todo de color oscuro y negativo. Resalta tanto el fallo, la equivocación y la injusticia que la persona que lo escucha se lleva las manos a la cabeza y llega a pensar que todo lo que se hace está mal y no hay nada bueno con lo que consolarse. El segundo mal de la queja es que es contagiosa. El espíritu negativo se extiende como el fuego en un bosque en un día de viento. ¿Cuál es el efecto final? El endurecimiento del corazón.

Los celos: La base de los celos es la comparación. Uno antes de formarse un criterio de sí mismo, mira hacia fuera y según lo que vea aceptará que es una persona de éxito o un fracasado. ¿Cómo la mente compensa la sensación de fracaso? Una forma es con la envidia, ésta no consiste en reconocer el valor del otro como un estímulo que te lleva a la lucha por mejorar. No, la envidia hace que veas a los que te superan, como rivales que hay que eliminar. Tú sientes que necesitas destacar y, para conseguirlo, la única forma que ves es eliminando a los que te superan. Este planteamiento ¿a dónde nos lleva? a divisiones, enfrentamientos, mentiras y ataques. El verdadero mal de la envidia es que se posesiona de ti un mal espíritu y, este mal espíritu es el que, luego hará de ti una marioneta del mal y harás cosas que jamás soñaste hacer porque ya no eres tú sino otra persona diferente.

La codicia: Hay que diferenciar entre deseo y codicia. Desear, es bueno. El deseo es el punto de mira que nos permite mirar hacia el futuro con el fin de alcanzar metas que ahora no tenemos. El planteamiento de Dios para el hombre es precisamente este: que el creyente se convierta en un soñador, y sueñe con cosas que, aun no teniendo hoy, pueda poseer mañana.

¿Cuándo el “deseo” deja de ser bueno para convertirse en malo? Cuando deseamos lo que no podemos tener o cuando buscamos lo que Dios nos dice que no debemos buscar. A partir de ahí el deseo deja de ser deseo para convertirse en codicia. Y es a partir de aquí que nos adentramos en un terreno peligroso que nos dará muchos dolores y muchos quebraderos de cabeza. ¿Sabes por qué? Porque entrar en la codicia es caer en una enfermedad extraña. Se la conoce como la enfermedad del “más”. Este mal se caracteriza por vivir dentro de la insatisfacción permanente lo que nos convierte en infelices para siempre.

Ahora fíjate bien: Con un corazón duro, un espíritu malo y con la sensación de infelices, ¿cómo cumplir el plan divino? En realidad, la queja, los celos y la codicia son tres venenos que se caracterizan por estropear la obra divina en el ser humano. Se trata de venenos tan fuertes que, sin darnos cuenta, minan y destruyen algo tan deseable como es la santidad.

LOS TRES VENENOS

¿Cómo funcionan estos tres venenos? Funcionan de una forma muy curiosa, en principio actúan por separado, pero al cabo de un tiempo se encuentran los tres e interactúan a la vez. El primer veneno en actuar es la codicia. La codicia despierta en nosotros los celos y los celos hacen que surja la queja. Cuando ya han aparecido los tres, su capacidad de destrucción es enorme porque no sólo destruyen tu santidad personal, sino que infectan y destruyen la santidad de aquellos que te rodean.

Piensa por un momento en algo tan deseable como es la fe, la esperanza o el amor. Piensa en algo tan noble como es la confianza, el espíritu de sacrificio o la paciencia ¿te das cuenta que la queja, los celos y la codicia son planteamientos de base que expulsan cualquier iniciativa cristiana?

CONCLUSIÓN

No podemos alargarnos más y como conclusión me gustaría comentar dos cosas: por un lado, aclarar el papel de Dios en el texto analizado y por otro qué lección nos enseña todo esto.

  1. Allí en el desierto se encuentra el pueblo de Israel, ya en su último tramo antes de entrar en la tierra prometida. Parece que todo va por buen camino y de pronto aparecen tres elementos extraños (venenos): la queja, los celos y la codicia, todo ello hace que Dios actúe digámoslo así, de una forma drástica. ¿Por qué un Dios comprensivo, paciente y perdonador actuó de esa manera? Esta es la pregunta clave, y la respuesta correcta no es decir que Dios perdió los papeles, sino que Dios para recuperar la situación tuvo que actuar de esa manera. Dios que ve mucho más allá que nosotros sabía que de no actuar así todo su proyecto se habría venido abajo. Aún así, sabemos, por lo que ocurrió después, que su plan tuvo que ser modificado y no fue aquella generación sino la siguiente quién pudo asentarse en la tierra de promisión.
  2. La lección que saco de todo esto es que si quieres formar parte del plan de Dios, si quieres ser una ayuda para Él, si quieres convertirte en un instrumento de salvación hay tres cosas que debes evitar por sobre las demás: quejarte, tener celos y ser codicioso. Recuerda que lo uno te llevará a lo otro y finalmente serás una víctima incapaz de percibir las cosas de Dios. ¿Cómo entonces podrás ser un transmisor de la santidad? La alternativa que Dios te propone para ser un instrumento útil en sus manos es: la compresión, el reconocimiento y el conformismo. Si haces esto, serás una persona feliz, ilusionada y satisfecha, preparada para ser luz a todos aquellos que se acerquen a ti.

Que Dios te bendiga y ayude a ser un instrumento de salvación. Hoy es la mayor necesidad que tiene Dios de ti y de su iglesia. Amén.

3 comentarios

  • lugonso dice:

    Tres consejos sabios, no sólo para creyentes sino para la felicidad del ser humano. Pero no estoy seguro de que la aplicación sea la correcta. Ya se sabe que “un texto, fuera de contexto, es un pretexto”… Aplicar el texto de Números 11: 1-3 al cristiano de hoy, así, genéricamente, es incorrecto. No voy a hacer una exégesis sino simplemente pido que os fijéis bien que el texto habla de que la queja del pueblo va contra… ¡el mismísimo Dios…! Y esto sí es grave.

    Quejarse no es necesariamente malo ni le aparta a uno “del plan de Dios”, ni de “ser una ayuda para Él”… como se señala en el artículo. Incluso puede ser positivo. Conviene recordar que Pablo se quejó de Pedro y ¡en público!, “resistiéndole en la cara” (ver Gal. 2: 11-21). Por otro lado, la Iglesia Adventista tiene foros e instrumentos en los que los miembros pueden expresar sus quejas: Asambleas, Reuniones Administrativas, por carta, personalmente…

    Por ello, no me parece correcto, que un dirigente, y más sabiendo que ha tenido una cierta contestación recientemente por la delicada economía de la iglesia, termine el artículo diciendo: “La alternativa que Dios te propone para ser un instrumento útil en sus manos es: la compresión, el reconocimiento y el conformismo. Si haces esto, serás una persona feliz, ilusionada y satisfecha, preparada para ser luz a todos aquellos que se acerquen a ti.” ¿Estamos sublimando la docilidad ante las quejas justas? ¿Le taparemos la boca a Pablo porque se está pasando y para que no “no personalice”? Delicada situación planteas, pastor.

    ¿Conformismo? Lo último que necesita la iglesia son cristianos conformistas. Los primeros cristianos lo fueron, porque no eran conformistas. Lo mismo se puede decir de los pioneros adventistas. Al contrario, un cristiano debe ser inconformista (“no os conforméis”, Rom. 12: 2) pues debe estar siempre progresando, tanto él como su iglesia.

    Ahora bien, quejarse CONTRA DIOS, como señala el texto de Números 11 del artículo, es un gran pecado porque nos corta la comunicación con él. Y eso es lo que apunta. No hay por qué ir más lejos porque si no ya no sería un texto, sino un pretexto.

  • Juanfer dice:

    Quizá convenga recordar otro veneno satánico: la soberbia (ver Isa. 14: 13-14), que le hace creer a uno que no tiene que arrepentirse, que no tiene que cambiar, y que incluso le lleva a tomar decisiones contra otros para las que no está legitimado.

    De esa manera llega a asumir (usurpar) una posición que nada tiene que ver con lo que se espera de un cristiano, ya que el proceder de un cristiano ha de caracterizarse siempre por amar y respetar a los demás (ver 1 Juan 4: 7-8), no por pisotearlos.

    Por no tener en cuenta ese veneno, nuestra iglesia se sume en una profunda degeneración que nos recuerda las amonestaciones de los profetas:

    «Muchos pastores han destruido mi viña, pisotearon mi heredad, convirtieron en desierto mi preciosa heredad» (Jer. 12: 10).

    Esta situación a tal punto le duele a Dios que, a través de su profeta, conmovedoramente expresa su llanto:

    «Si no oís esto, en secreto lloraré a causa de vuestra soberbia. Amargamente llorarán mis ojos deshechos en lágrimas…» (13: 17).

    Urge erradicar ese veneno de entre nosotros. Urge escuchar al Señor, quien, nuevamente a través de Jeremías, proclama:

    «No seáis arrogantes, porque habló el Eterno. Dad gloria al Señor vuestro Dios….antes que vuestros pies tropiecen en montes oscuros» (13: 15-16).

    ¿Escucharemos las advertencias divinas?

    Un saludo fraternal y feliz jornada.

  • Moria Sion dice:

    Un artículo interesante [completado acertadamente, en mi humilde opinión, por los dos comentarios anteriores – de lugonso y Juanfer] que invita a la reflexión.

    Lo que me ha “impactado” del mismo, desgraciadamente, ha sido “el conformismo” al que se nos invita que nos sometamos. El conformismo que no es sino el enemigo más grande del potencial humano, el que nos impide perseverar en “la carrera de la fe [en todos los aspectos de la vida], puestos los ojos en Cristo, autor y consumador de nuestra fe” Hebreos 12:1-2

    La Palabra está repleta de mensajes de nuestro Dios en pos de la perseverancia y, precisamente, del inconformismo: “el que persevere hasta el fin, ése será salvo.” Mateo 24:13

    “Pero tú, persevera [sigue] hasta el fin y descansa, que al final de los tiempos te levantarás para recibir tu recompensa.” Daniel 12:13

    “Pero la parte que cayó en buen terreno son los que oyen la palabra con corazón noble y bueno, y la retienen; y como perseveran, producen una buena cosecha.” Lucas 8:15

    “En verdad, consideramos dichosos a los que perseveraron. Vosotros habéis oído hablar de la gran perseverancia de Job, y habéis visto lo que al final le dio el Señor. Es que el Señor es muy compasivo y misericordioso.” Santiago 5:11

    “Vosotros necesitáis perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, recibáis lo que él ha prometido.” Hebreos 10:36

    “Porque has guardado la palabra de mi perseverancia, Yo también te guardaré de la hora de la prueba, esa hora que está por venir sobre todo el mundo para poner a prueba a los que habitan sobre la tierra.” Apocalipsis 3:10

    “¡En esto consiste la perseverancia [paciencia] de los santos, los cuales obedecen los mandamientos de Dios y se mantienen fieles a Jesús!” Apocalipsis 14:12

    Si el Señor nos anima a perseverar, ¿cómo, pues, seremos conformistas?

Revista Adventista de España