Skip to main content

Es difícil cambiar.

No se puede negar que el hombre es un “animal de costumbres”. Así, a lo largo de nuestra historia y en cualquier ámbito de la esfera humana, han existido y existirán ideas, posiciones o prácticas que se perpetúan en el tiempo por tradición. En cuestiones de salud seguimos este mismo esquema y se continúan realizando determinadas prácticas porque toda la vida se ha hecho así.

Un ejemplo de esto es la conocida recomendación de realizar una dieta astringente también llamada dieta blanda, en casos de diarrea.

Casi todas las personas hemos padecido alguna vez un cuadro de diarrea. En la mayoría de los casos se trata de un cuadro leve y que suele tener una duración limitada para el que actualmente no se dispone de ningún tratamiento farmacológico específico.

Cuando pienso en mi infancia, no recuerdo haber ido al médico jamás por una diarrea o por una gastroenteritis. En el momento en que empezaban los síntomas, mi madre me preparaba una dieta blanda (arroz blanco hervido, pan tostado, manzana, etc.), se aseguraba de que estuviera bien hidratada y tan sólo quedaba esperar a que los síntomas remitieran. Como siempre se ha hecho.

En los estudios que se han realizado comparando los efectos de la dieta astringente frente al no tratamiento, no se han apreciado diferencias significativas entre ambos grupos ni en la duración ni en la intensidad de los síntomas. Aun así, aunque no existe evidencia de que la dieta acorte la duración de estos, los médicos (y no médicos) tienden a dar este consejo dietético cuando alguien padece una situación de estas características.

Se sigue recomendando la dieta blanda en las diarreas, “por si acaso”, porque siempre se ha hecho así.

Tenemos otros ejemplos como la costumbre de echar hacia atrás la cabeza en caso de hemorragia nasal.

A menudo, cuando una persona está sangrando por la nariz, siempre hay alguien que le dice que ponga la cabeza hacia atrás. Esta acción no es recomendable, ya que al poner la cabeza en esta posición estamos favoreciendo que la sangre pase a la vía digestiva, aumentando el riesgo de náuseas y vómitos, o peor aún, a las vías respiratorias.

Ante una hemorragia nasal, lo que se debería hacer es presionar suavemente la parte blanda de la nariz durante unos minutos (entre 5-20 minutos), inclinando el cuerpo levemente hacia delante y hacia abajo, para que la sangre salga hacia fuera por la nariz y no vaya hacia el interior de nuestro cuerpo.

He querido mostrar aquí sólo dos ejemplos de cosas que se hacen porque siempre se han hecho así y ni siquiera nos planteamos por qué las hacemos.

Lo realmente importante es que si descubrimos o nos muestran una forma diferente y posiblemente mejor de hacer las cosas seamos capaces de cambiar, aunque todo el mundo siga haciendo lo contrario, aunque toda la vida se haya hecho así.

Imagen: (cc) Flickr/lululemon athletica. Esquina superior: María Somolinos.

Revista Adventista de España