La cifra de víctimas mortales de los dos terremotos de magnitud 7,8 y 7,5, respectivamente, que sacudieron este lunes, 6 de febrero de 2023, el sudeste de Turquía y el noroeste de Siria, sigue subiendo. A día de hoy, 9 de febrero, los muertos por los seísmos superan ya los 16.000. Las autoridades registran más de 68.000 heridos y casi 300.000 desplazados por el seísmo en las áreas controladas por El Asad en Siria. Los temblores son ya, los más mortíferos de la última década.
Todavía están apareciendo personas de debajo de los escombros, pero la esperanza se va apagando conforme pasan los días y las horas. Más allá de las 72 horas después de cualquier terremoto, la esperanza de hallar personas con vida se reduce considerablemente, más aún teniendo en cuenta las bajas temperaturas que se registran durante la noche.
Cuentan, los testigos de la catástrofe en Turquía, que oyen los gritos de personas atrapadas, pero no pueden hacer nada. No alcanzo a imaginar la frustración, el sufrimiento, la desesperación, de saber que hay alguien ahí debajo, y no poder mover las piedras para sacarlo. ¡Qué impotencia!
Al mismo tiempo, la alegría es indescriptible al poder rescatar a una persona atrapada por los escombros, como es el caso de la niña de cinco años rescatada este martes en la provincia turca de Hatay, que puedes ver en la imagen de arriba. Miles de muertos, pero también miles de personas rescatadas. La esperanza no muere, ¡no puede morir, aunque pasen las horas! La esperanza es el motor de los equipos de rescate, que siguen trabajando en la zona.
Y cualquiera podría preguntarse ¿dónde está Dios en momentos como este? ¿Dónde está en cada guerra, en cada desastre? ¿Y dónde está cuando un niño muere? ¿Dónde, cuando millones de personas mueren de hambre?
¿Dónde está Dios?
Dios está justo ahí, sufriendo con nosotros, y dispuesto a ayudarnos. Está en cada mano tendida, en cada rescate; en cada persona que ayuda a otra.
El culpable de las guerras y los desastres naturales no es Dios. El mal no tiene nada que ver con él. Es su antagónico. Y, además, somos los seres humanos quienes estamos convulsionando el mundo, maltratándonos unos a otros, explotando y contaminando la naturaleza… Buscamos culpables y le señalamos, injustamente, a Él.
Dios nos dio libertad, y nosotros la convertimos en libertinaje.
El Señor nos avisa en su palabra de lo que viene. Y, aunque es cierto que siempre ha habido guerras, enfermedad, desastres y hambre, sabemos que al final del tiempo se intensificarán.
Mateo 24:7
«Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino, y en diferentes lugares habrá hambre y terremotos».
Marcos 13:8
«Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en diversos lugares; y habrá hambres. Esto {sólo} es {el} comienzo de dolores».
Lucas 21:11
«{habrá} grandes terremotos, y plagas y hambres en diversos lugares; y habrá terrores y grandes señales del cielo».
Los terremotos de nuestra vida
El mal es real. Y Dios no tiene nada que ver con él. En nuestra propia vida sufrimos terremotos que nos descolocan totalmente. Muerte, enfermedad, sufrimiento… Podemos echarle la culpa a Dios, pero no es él el culpable. A veces, ni siquiera somos nosotros. En ocasiones lo que otros hacen nos afecta y nos daña. Un conductor borracho que se sube en la acera y mata a una persona, no es culpa de ella, pero sufre las consecuencias de él. No es justo, pero así es esta vida en un mundo que decidió alejarse de su Creador.
Es que es absurdo buscar justicia en la injusticia de un mundo injusto. (Sí, ya lo sé, parece un trabalenguas, pero es así ¿no?) Hemos echado a Dios de las escuelas, de los hogares, de la sociedad. Hemos colgado cartelitos falsos a la religión y la hemos pintado de negro con las acciones de supuestos religiosos que no eran tales. No podemos rechazar al Señor cuando él es, en realidad, todo lo que buscamos: Amor, justicia, felicidad, paz, armonía, bondad… Cristo era (y es) todo eso, y la verdadera religión y los verdaderos cristianos son un reflejo. El enemigo nos engaña y señala a Dios, a la religión, a los falsos religiosos.
Este mundo es injusto y pleno de sufrimiento. Pero en medio de los terremotos de la vida, la esperanza no muere, no puede hacerlo. Y da igual las horas que pasen. La esperanza es nuestro motor. Lo que nos mantiene en pie, lo que nos ayuda a vivir y lo que nos impulsa a ayudar a otros.
Nuestra esperanza está en Dios, porque este mundo tiene fecha de caducidad, pero la vida eterna que él nos propone no pasará jamás.
Vivir aquí con esperanza o sin ella es muy diferente. La esperanza nos mantiene en pie. Por eso necesitamos vivir con esperanza y compartir esa esperanza con otros. Aun en medio del dolor, la esperanza es lo que nos ayudará a salir adelante, de entre los escombros de cualquier terremoto de la vida. Y si perecemos, tenemos la esperanza de una vida mejor. Por eso… ¡Vivamos con esperanza!
Esperanza en la desesperación
Cuando lleguen los momentos difíciles (que por desgracia siempre llegan), tendremos dos opciones: aferrarnos a Dios o enfrentarnos a él. Personalmente, me resulta imposible enfrentarme. ¿Sabes por qué? Porque al final, Dios es lo único que me queda. Lo único que permanecerá inamovible cuando todo lo demás caiga.
Matrimonios rotos; desahucios; muerte de familiares y amigos; enfermedades crónicas o terminales… Terremotos en nuestra vida que hacen temblar nuestro pequeño mundo y derrumban nuestras esperanzas. Nos rompen por dentro. Nos sepultan, nos ahogan… Situaciones de las que sentimos que no podemos salir. Al menos, no solos…
Y es que todo en este mundo tiene fecha de caducidad. Todo puede fallar. Absolutamente todo, menos la Roca de los siglos. Todo, menos nuestro inamovible Dios.
2 Samuel 22:32 y Salmos 18:31
«Pues, ¿quién es Dios, fuera del SEÑOR? ¿Y quién es roca, sino solo nuestro Dios?»
Salmos 62:7
«En Dios {descansan} mi salvación y mi gloria; la roca de mi fortaleza, mi refugio, está en Dios».
Salmos 71:3
«Sé para mí una roca de refugio, a la cual pueda ir continuamente; tú has dado mandamiento para salvarme, porque tú eres mi roca y mi fortaleza».
Isaías 26:4
«Confiad en el SEÑOR para siempre, porque en DIOS el SEÑOR, {tenemos} una Roca eterna».
Salmos 94:22
«Pero el SEÑOR ha sido mi baluarte, y mi Dios la roca de mi refugio».
Nuestro amparo es Dios (Salmo 46)
Y en medio de la desesperación, en medio del sufrimiento, del dolor, de la angustia… RECUERDA SIEMPRE QUE:
1 Dios es nuestro amparo y fortaleza,
Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.
2 Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida,
Y se traspasen los montes al corazón del mar;
3 Aunque bramen y se turben sus aguas,
Y tiemblen los montes a causa de su braveza. Selah
4 Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios,
El santuario de las moradas del Altísimo.
5 Dios está en medio de ella; no será conmovida.
Dios la ayudará al clarear la mañana.
(…)
10 Estad quietos, y conoced que yo soy Dios;
Seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra.
11 Jehová de los ejércitos está con nosotros;
Nuestro refugio es el Dios de Jacob.
Confía en Dios
Tal vez nuestros terremotos personales nos ofrezcan un margen mayor de 72 horas… pero también es terrible la agonía alargada.
En esta vida, cuando todo se desmorone a tu alrededor, levanta la vista y mira al cielo. Allí está tu Creador; tu Salvador; el ser que más te Ama (sí, así, con mayúscula) en el universo.
Salmos 121:1-2
«Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra».
Cuando se desplomen a tus pies relaciones que creías eternas; cuando se rompan las ventanas de tus sueños; cuando sientas que el mundo se te cae encima… Aguanta un poco. Solo un poco más. Alza la mirada, tu rescate está cerca. Aférrate a Dios, ten esperanza, confía.
Job 11:18
«Tendrás confianza, porque hay esperanza; Mirarás alrededor, y dormirás seguro».
Mientras llegan o pasan tormentas y terremotos, vive confiando en Dios (y para confiar debes trabajar cada día en vuestra relación personal). De su poderosa mano puedes resurgir de cualquier cosa. No hay cataclismo lo suficientemente fuerte como para destruirte, si tu vida está construida sobre la Roca de los siglos. Confía en Dios.
Y mientras Cristo vuelve, para erradicar de una vez por todas el mal y el sufrimiento, utiliza tu valioso tiempo aquí para ayudar a otros. Verás que cuando nos preocupamos por los demás, nuestro sufrimiento personal disminuye. Dicen que una alegría compartida es doble alegría, y una pena compartida es media pena. Lo que es cierto es que la solidaridad y el amor te ayudarán a crecer como persona y a sobrellevar mejor tus propias miserias, de la mano del Señor.
Seamos empáticos ante tragedias de la magnitud que están viviendo miles de personas en el mundo por falta de alimentos, desastres naturales o guerras. Que el Señor nos ayude a vivir con una esperanza activa y solidaria, como la de Jesús.
Si deseas colaborar para paliar el sufrimiento de las personas afectadas por el terremoto en Turquía y Siria, puedes hacerlo a través de la ONG ADRA:
Autora: Esther Azón, teóloga y comunicadora. Coeditora y redactora de la Revista Adventista en España y QueCurso.es, gestora de las redes sociales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España y asistente de dirección y producción en HopeMedia España.
Imagen: El País