Lección 10 para el 3 de septiembre de 2022: TEMPLANZA EN EL CRISOL.
La mansedumbre, definida como «soportar el agravio con paciencia y sin resentimiento», no es, sin duda, un atributo humano.
Nuestra naturaleza pecaminosa se rebela ante la idea de soportar agravios sin vengarse. Pero Dios es poderoso para transformar nuestros corazones, y hacer de nosotros personas mansas, capaces de soportar los agravios y amar a quienes nos ofenden.
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Mansedumbre en el sufrimiento.
- Como favorito de su padre, todo le iba bien a José. Sin embargo, todo cambió de repente. Su vida se rompió en pedazos (Gn. 37:28). En esta dura prueba, José se aferró a Dios. Trabajó con humildad para su amo y soportó mansamente ser acusado injustamente. Finalmente, sus pedazos rotos llegaron a ser la salvación de Israel (Gn. 50:20-21).
- El corazón de Ezequiel también fue roto en pedazos cuando su amada esposa falleció. Dios le pidió algo inusitado en esas circunstancias: No llores (Ez. 24:16-18). Los pedazos rotos de Ezequiel se convirtieron en anuncio y ejemplo para el pueblo de Israel (Ez. 24:21-24).
- Si aceptamos con mansedumbre el sufrimiento, Dios puede usar nuestros pedazos rotos en beneficio de otros.
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Mansedumbre intercesora.
- Cuando Dios le ofreció a Moisés hacer de él un pueblo, destruyendo al resto del pueblo de Israel, Moisés intercedió en favor de su quejumbroso pueblo (Éx. 32:11).
- Mostró esa misma disposición intercesora cuando fue traicionado por su propia hermana (Nm. 12:13); o cuando sus parientes quisieron usurpar el sacerdocio (Nm. 16:20-22).
- La mansedumbre se demuestra al buscar la gracia en favor de aquellos que no la merecen. Templanza en el crisol.
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Mansedumbre ante los enemigos.
- ¿Por qué tendría yo que amar al que me hace daño? Jesús da una razón básica: imitar a nuestro Padre. Dios es bueno con sus enemigos (Mt. 5:45). Los ama porque ve en ellos candidatos para el Reino de los cielos, perlas preciosas de Su tesoro.
- Al mirar a los demás bajo este prisma, la perspectiva cambia. Dejamos de ver enemigos para ver futuros hermanos y hermanas con los que compartir la vida eterna. Entonces, deseamos su bien, y no su mal.
- Cuando el amor de Dios se implanta en nuestro corazón, llegamos a ser perfectos (Mt. 5:48). Esta «perfección» se muestra al amar a los demás y comportarnos mansamente con ellos.
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Mansedumbre en la injusticia.
- Jesús es, sin duda, el mayor ejemplo de mansedumbre (Mt. 11:29). Pedro nos muestra cómo se comportó, para que aprendamos a comportarnos como Él lo hizo (1P. 2:23).
- Ante las ofensas, callaba. Ante el sufrimiento o los ataques, no se rebelaba, sino que encomendaba a Dios su causa. Sabía que Dios tiene el control y que, en su momento, dará el justo pago a quien lo merece (para bien o para mal).
- Recordemos el consejo de Pablo en Romanos 12:17-21. No nos venguemos, sino que dejemos a Dios la venganza. Por el contrario, hagamos bien a aquellos que nos hacen mal.
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La fuente de la mansedumbre.
- La mansedumbre es entendida generalmente como debilidad. Para el mundo, una persona mansa es tímida, incapaz de defenderse, cobarde. Nada más lejos de la realidad.
- La mansedumbre del cristiano está arraigada en la Roca. Se mantiene firme en las tormentas de la vida. No desea el mal de sus enemigos, sino que intercede por ellos.
- Aun cuando su familia o sus más íntimos amigos le traicionen o actúen contra él, no deja de amarlos, sino que encomienda a Dios su causa.
- Tiene templanza en el crisol quien sabe que la mano de Dios está al timón, guiando su obra para la gloria de Su nombre.
Para meditar:
«Si poseemos la humildad de nuestro Maestro, nos elevaremos por encima de los desprecios, los rechazamientos, las molestias a las que estamos diariamente expuestos; y estas cosas dejarán de oprimir nuestro ánimo. La mayor evidencia de nobleza que haya en el cristiano es el dominio propio. El que bajo un ultraje o la crueldad no conserva un espíritu confiado y sereno, despoja a Dios de su derecho a revelar en él su propia perfección de carácter. La humildad de corazón es la fuerza que da la victoria a los discípulos de Cristo». (Elena G. White, El Deseado de todas las gentes, pág. 268).
Autor: Sergio Fustero, miembro de la Iglesia Adventista del 7º Día en Castellón. Responsable, junto con su esposa Eunice Laveda, de la web de recursos para la E.S. Fustero.es
Imagen: Librito oficial de Escuela Sabática