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Una librería céntrica de la ciudad en la que vivía hace años colocaba unos estantes con libros de oferta fuera de la tienda. A quien se detenía a mirarlos se le solía acercar un hombre de aspecto bohemio y voz musical, y le preguntaba: “¿Te gusta la poesía?”. A mí me asaltó en varias ocasiones, y me provocaba un dilema: no podía decir que no, pues me encanta la poesía; pero sabía que si decía que sí, el hombre aprovecharía para, como siempre hacía, tratar de venderme un librito de poemas escrito por él.

Como cristiano, ¿te gusta la poesía? Si respondes que no, quizá tengas un problema, porque tu libro de cabecera, la Biblia, es en gran medida poesía (se calcula que más de la mitad de su texto). “Pero si mi Biblia está en prosa”, dirás. Hay algunas Biblias que disponen casi todo el texto en prosa, efectivamente, pero la mayoría ya dividen en versos los libros propiamente poéticos (Job, Salmos, Proverbios, Cantares, Eclesiastés) y la mayor parte de los capítulos de los profetas.

La poesía bíblica conserva gran parte de su fuerza una vez traducida pues, a diferencia de la poesía tradicional de las lenguas europeas, casi nunca recurre a la rima como recurso poético. El poema hebreo se construye sobre todo mediante el paralelismo, que básicamente consiste en repetir una misma idea en dos oraciones diferentes dispuestas en versos sucesivos. Como es un procedimiento semántico y no métrico, el efecto poético se conserva muy bien en la traducción.

En cualquier caso, lo principal en la poesía bíblica no es el procedimiento formal, sino el tono lírico, que me atrevería a decir que forma parte del contenido del texto: la verdad de Dios se revela en gran medida de manera poética, creativa (el término “poesía” procede del griego “poiesis”, que significa “creación”). Se revela mediante imágenes, figuras del lenguaje y golpes de efecto.

La poesía no es algo accesorio en la Biblia. Como dice Noa Alarcón, “hay rincones perdidos del alma del ser humano donde solo se puede llegar a través de la poesía, y los Salmos son el mejor ejemplo de ello”. En palabras de Gabriel Celaya en su famoso poema ‘La poesía es un arma cargada de futuro’, se trata de “poesía necesaria / como el pan de cada día”.

La poesía no solo está presente en el Antiguo Testamento: pasajes de Pablo como 1 Corintios 13 son plenamente poéticos, y muchos de los dichos de Jesús están versificados. Por ejemplo, las bienaventuranzas son un poema basado en la anáfora, o repetición del inicio de cada verso: “Bienaventurados… porque ellos…”. El padrenuestro es una poesía, y también muchos “micropoemas” más:

Las zorras tienen guaridas,
y las aves del cielo nidos;
mas el Hijo del Hombre
no tiene dónde recostar su cabeza. (Mateo 8: 20)

Por eso, si eres cristiano, lo sepas o no, te gusta la poesía.

 

Autor: “Jonás Berea”

Foto: Álvaro Serrano en Unsplash

Revista Adventista de España