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Los vecinos del místico musulmán Farid lograron persuadir a éste de que acudiera a la Corte del Emperador y obtuviera de Akbar un favor para la aldea. Farid no estaba muy convencido de las posibilidades del emperador, pero por contentar a sus vecinos se fue a la Corte. Cuando llegó a ella no le dejaron pasar porque el emperador Akbar se encontraba haciendo sus oraciones. Cuando, al fin, el emperador se dejó ver, Farid le preguntó: “¿Qué estabas pidiendo en tu oración?”. “Le suplicaba al Todopoderoso que me concediera éxito, riquezas y una larga vida”, le respondió Akbar. Farid se volvió, dando la espalda al emperador, y salió de allí mascullando: “Vengo a ver a un emperador… ¡y me encuentro con un mendigo que es igual que todos los demás!: Sólo sabe pedir”. (Autor desconocido).

Lo que hace grande a un hombre no son las riquezas, ni los conocimientos, sino el corazón. Lo que hace rico a un hombre no es el dinero, ni el reconocimiento, sino la paz y la felicidad, el saber disfrutar de lo que es y de lo que tiene.

Aquellos que piensan que la felicidad reside en tener, están equivocados. Son simples mendigos de la vida.

El puzzle al que le falta una pieza

La felicidad, lo que todo ser humano busca, a menudo en lugares equivocados, solamente se encuentra en Dios. Está en la relación que tenemos con Él, la fuente del amor, del gozo y de la paz.

Si no nos damos cuenta de esta verdad, viviremos siempre frustrados, siempre deseando, siempre esperando. Viviremos incompletos, como un puzzle al que le falta una pieza.

En ocasiones, vivimos así. Tenemos todas las piezas y nos falta una. Buscamos encajar en ese hueco casas, coches, compañía, trabajo, titulaciones, éxitos laborales, riquezas… pero nada encaja. ¿Sabes por qué? Porque esa pieza que nos falta es Dios. El Creador dejó ese hueco en nuestro corazón para que le busquemos. Él desea llenarnos de paz, amor, felicidad. Solamente en Él encontraremos la plenitud y dejaremos de necesitar, de buscar, de pedir.

Pero… “Yo conozco a Dios, y aún con todo necesito pedirle”. En realidad, cuanto más pides, menos le conoces. El Todopoderoso puede darte todo lo que necesitas, todo lo que deseas y más. Pero no es un “genio de los deseos”. Es un Padre amante, que te dará lo que realmente necesitas y en el momento en el que de verdad lo necesites. Educar a un hijo no es fácil. Tampoco para Dios. No desea hijos consentidos, sino hijos que le amen y crezcan a Su lado. De su mano no nos faltará nada. No necesitamos pedir tanto, sino pasar más tiempo de calidad con Él.

Conforme pasamos más y más tiempo a Su lado, vamos necesitándole más. De ese modo va colocándose en el hueco de nuestro corazón y llenándolo. Lentamente el Espíritu Santo comienza a trabajar en nuestro interior y nos va transformando. Nuestros gustos, nuestras ideas, nuestras palabras, nuestras acciones… todo cambia. Deseamos ser como nuestro amigo Jesús, reflejar Su carácter.

Lo que realmente importa

¿Quieres riquezas? ¿fama? ¿éxito? Los días pasan muy rápidamente… cerramos los ojos, volvemos a abrirlos y han pasado 10 años. Pronto nuestra vida terminará, y nos daremos cuenta de que este mundo es efímero, que no vale la pena tener, que lo único que merece la pena es ser. Y que para ser, para ser de verdad, necesitamos a Dios. Solamente Él ES, porque Él es el Creador de todo. No hay nada más genuíno que nuestro Dios.

Mateo 6:21 dice: “No acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corroen, y los ladrones socavan y roban. Sino acumulad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corroen, ni ladrones destruyen ni roban. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”.

¿Dónde está tu tesoro? ¿Te lo has planteado alguna vez? ¿Qué es lo más importante para ti? ¿Te completa? ¿Te llena?

Como diría Salomón todo pasa, solo Dios queda. Al final de tu vida (y ese instante puede llegar en cualquier momento), solo quedaréis Dios y tu. Tu dinero no estará, ni tu familia, ni tus amigos. Solo te quedará Dios y tu relación con Él.

¿Dónde está tu tesoro? ¿Eres tú también un mendigo de la vida, que solo ansía dinero, éxito social, relaciones humanas…  o eres rico en Dios porque Él, la fuente de todas las bendiciones, el poder absoluto, el amor verdadero, la vida eterna, es tu tesoro?

Autora: Esther Azón. Lic. Teología y comunicadora.
Imagen:Photo by Deleece Cook on Unsplash

 

Revista Adventista de España