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Foto: (cc) Flickr / DFID – UK Department for International Development. Esquina: Susana De Madariaga.

“¿Porqué algunos sucesos nos mueven a ser más solidarios que otros?”, me comentaba una compañera de trabajo después de unos días del secuestro ocurrido en Nigeria. Unas 200 niñas fueron secuestradas del internado de Chibok, situado en el estado de Borno, el 14 de abril. Unos días después el grupo radical islámico Boko Haram reivindicaba el secuestro.

Desde entonces hemos escuchado cómo miles de personas han protestado enérgicamente y solicitado la intervención del gobierno de Nigeria, la actuación de otros países e incluso han apelado a la intervención de los Estados Unidos con la esperanza de que las niñas regresen a casa. El pasado 6 de mayo, los principales periódicos publicaban la noticia de que el secretario de Estado de EE.UU, John Kerry, telefoneaba al presidente de Nigeria, Goodluck Jonathan, para ofrecerle ayuda.

Pero, ¿qué ocurre con otras tragedias prolongadas en el tiempo sin que nadie les ponga freno? ¿Es que ya no son noticia y las hemos olvidado? ¿Ya no son tan importantes? ¿O será que somos selectivos con los temas de solidaridad…?

Por ejemplo, el periódico elmundo.es informa que cada año 5,5 millones de bebés nacen y mueren sin llegar a ser registrados, mientras que uno de cada tres recién nacidos ni siquiera llega a tener el certificado de nacimiento a la edad de un año porque muere. El país donde hay más riesgo de mortalidad neonatal es Sierra Leona, donde mueren 49,5 de cada 1.000 niños recién nacidos.

¿Sabías que durante el año 2012 alrededor de 21 millones de hombres, mujeres y niños fueron víctimas de trabajo forzoso? Sí, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT)= el 90% de ellos pertenecían al sector privado. De ellos, el 68% fueron víctimas de explotación en sectores como la agricultura, construcción, trabajo doméstico o industria, mientras que el 22% fueron víctimas de explotación sexual.

¿Sabías que según datos del Banco Mundial, sólo en Mali hubo un total de 369.267 niñas no escolarizadas durante el 2012 con edades que oscilan entre los 6-12 años, y en Ghana 342.260?

Estos datos son sólo un ejemplo de lo que ya no se habla, de lo que no es noticia, pero que sigue estando presente. Este es caso del que quiero dejar huella hoy en este mensaje: la ablación o también denominada mutilación genital femenina.

Según informa la OMS, 140 millones de mujeres y niñas sufren la ablación cada año. Sólo en África hay 90 millones de niñas que sufren esta práctica que se realiza a partir de los 9 años de edad, momento en el que ya pueden contraer matrimonio.

Hace unos meses tuve la oportunidad de conocer a una mujer muy especial, Janet Naningoi. Janet tiene 23 años de edad. Vino invitada por la Fundación World Vision con motivo de la campaña Stop Ablación.

Nos contó que cuando tenía sólo 9 años decidió escaparse de su casa. Vivía en un poblado situado a unos 250 km de la capital, Nairobi. Se escondió en casa de una tía y posteriormente se refugió en las instalaciones de World Vision Kenya. Janet sabía que su familia estaba preparada para realizarle la ablación porque era el mes de Diciembre, justo antes de la Navidad (período en el que realizan estas prácticas). Si algo tenía claro con sólo 9 años, era que ella no quería ser mutilada.

Fue rechazada por la familia y los amigos durante varios años, hasta que finalmente World Vision logró la reconciliación con su familia y fue aceptada de nuevo.

La Fundación World Vision publicó el pasado 5 de febrero en su web, que cada 6 minutos una niña es víctima de mutilación genital. En esa web se puede escuchar a otra de las mujeres que conocí, Jennifer Kibon. Jennifer es una mujer de unos 50 años de edad que sufrió el horror de la ablación y ha luchado para que sus hijas no tuvieran que pasar por ello. Actualmente organiza  grupos de talleres con madres jóvenes a las que prepara para que ellas puedan sensibilizar a otras mujeres en sus comunidades sobre los efectos dañinos de la mutilación genital.

Hace un par de semanas, Janet me envió una foto de su graduación. Ha finalizado sus estudios de magisterio en la Egerton University de Nairobi, Kenya. Tiene ilusión en hacer un máster o un doctorado en España porque quiere aprender de otras culturas y educar a las niñas de su país para que no tengan que pasar por el horror de la ablación.

Hoy tengo el privilegio de trabajar en World Vision, Fundación que a través del apadrinamiento de niños lucha contra la ablación en países como Mali, que emplea sus recursos en proyectos sostenibles como la construcción de pozos de agua en Zimbabwe o la plantación de la planta Moringa para luchar contra el hambre en Ghana.

El 25 de mayo es el Día Mundial de África y desde estas líneas quiero apelar contigo a la solidaridad no selectiva.

Termino con un texto de Proverbios 14:21 que dice: ‘No debes despreciar al amigo; ¡si eres bueno con los pobres, Dios te bendecirá!’

https://mediacionprofesional.wordpress.com/2014/05/25/solidaridad-selectiva/

Revista Adventista de España