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Sea, pues, vuestra palabra: Sí, sí; no, no, pues lo que se añade de más, procede del maligno” (Mt. 5:37).

Las palabras de Jesús encierran un contenido interesante y de mucho alcance. En absoluto se trataría de que nuestras palabras y conversaciones tengan que estar formadas sólo por monosílabos, o que deban expresar afirmaciones o negaciones simples.

Lo que Jesús nos dice es que la verdad, simple y llana, la verdad sin añadidos, sin mezcla, debe ser nuestra forma de conducirnos. Y que en el momento en que se añade algo que no sea verdad, ésta desaparecerá y se transformará en falsedad, mostrando su origen, que no será otro que del maligno, de quien se dice que “es mentiroso y padre de la mentira” (Jn. 8:44)-.

Por otra parte, hay que decir que la mentira tiene tendencia, en la mente del ser humano, a la expansión. La astucia, la maniobra, la ocultación, la manipulación o la difamación, se adhieren a la mentira como si se atrajeran, pudiendo llegar a generar, incluso, distorsiones mentales enfermizas que dañarán gravemente a la persona.

Jesús nos dice: “la verdad os libertará”. Y siendo esto así, lo demás, aquello que no es la verdad, no producirá sino esclavos, hombres encadenados, con grilletes más duros que aquellos que pueden limitar las manos y los tobillos. Los peores grilletes están en el pensamiento y en el corazón.

Jesús es nuestro ejemplo, nuestra referencia segura. De él se pudo decir que “nunca hizo maldad ni se halló engaño en su boca” (Is. 53:9). Jesús hablaba sin doblez, miraba de frente, era pura autenticidad.

Tomemos la decisión liberadora de no apartarnos de la verdad, de no tomar “atajos”, de ser honestos hasta el fin, de ser sinceros. En definitiva, la decisión de seguir a aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida.

Revista Adventista de España