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BENIGNIDAD y BONDAD

La benignidad y la bondad están tan estrechamente relacionadas que en ocasiones es difícil distinguirlas. Y es que las dos tienen que ver con la benevolencia, la misericordia y la compasión. Ambas están relacionadas con el trato que damos a los demás. Sin embargo, como veremos a continuación, cada una de estas dos palabras tiene etimologías y raíces distintas, lo cual las distingue no solo desde el punto de vista lingüístico, sino también en cuanto al significado.

Por un lado, la palabra «benignidad» proviene del término griego kretos que significa ‘afabilidad’. Una persona afable es de temperamento suave, tranquilo y apacible. También abarca la ternura, la compasión y la dulzura.1 Por otro lado, la palabra «bondad» proviene del griego agathousune y significa ‘rectitud en el corazón y en la vida, en los motivos y en la conducta’.2 La bondad es la práctica, el hacer o la expresión de la benignidad, que es el sentir.

En las Escrituras, la bondad implica no solo exhibir una conducta correcta, sino evitar lo opuesto, el mal. Es la santidad puesta en práctica; brota de un vivo interés por el bienestar ajeno y se manifiesta a través de actos serviciales y palabras amables. La persona bondadosa se preocupa por su prójimo y evita todo aquello que pudiera perjudicarle. Es amigable, compasiva, generosa y considerada con los demás.

La bondad y el pecado

En el Edén, cuando Dios creó a nuestros primeros padres, desplegó su bondad al traerles a un mundo perfecto y bello, además de darles la posibilidad de tener una amistad estrecha y profunda con él. Lamentablemente, con la entrada del pecado a este mundo, la primera pareja se desconectó de la Fuente de bondad, hecho que afectaría no solo a su relación con Dios, sino también a su unión como pareja. Con ello llegaría la maldad, la perversidad, el ensañamiento, el rencor, la ira, la brusquedad, actitudes antónimas de la bondad y la benignidad.

Una de las primeras consecuencias evidentes del pecado se puede apreciar en la manera en la que Caín actuó hacia su hermano. Es posible que ya hubiera una serie de eslabones encadenados de agresiones verbales, tales como palabras hirientes y díscolas, mucho antes del fatal desenlace de Caín contra Abel, algo contrario al plan original de Dios en cuanto a la expresión de la bondad. Este enfrentamiento verbal fue aumentando progresivamente, convirtiéndose en rencor y luego en odio, sentimientos que favorecieron el asesinato que Caín ejecutó contra su hermano.

A partir de ese momento, ese espíritu antagónico a la voluntad de Dios se ha ido expandiendo a toda la humanidad. Eso ha afectado a las relaciones entre naciones, pueblos, familias y, sobre todo, a las parejas y al vínculo con los hijos. No obstante, nunca fue la voluntad de Dios.

El plan de Dios a través de la bondad y la benignidad

Uno de los atributos de Dios es la bondad, por lo que constituye una descripción de su esencia. Dios es bueno por naturaleza, tal como lo refleja el Salmo 34: 8: «Gustad y ved que es bueno Jehová. ¡Bienaventurado el hombre que confía en él!». Él es el fundamento de la bondad y de todo lo bueno.

Desde el principio de los tiempos la ha manifestado a través de los patriarcas y los profetas, queriendo conducir a su pueblo por el camino correcto. Posteriormente, lo hizo a través de la vida de su Hijo, quien fue un reflejo de la bondad de su Padre en sus días en esta tierra. Sus hechos y sus actos hablaban del amor del que le enviaba, como nos muestran los siguientes ejemplos:

• En un tiempo en el que los niños no eran valorados en el contexto público de la sociedad, Jesús los trató con cariño, dignidad y bondad cuando dijo: «Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de los cielos» (Mateo 19: 14). No solo los valoró, sino que los puso como modelo para entrar en el reino de los cielos.

• Cuando los escribas y fariseos, movidos por un espíritu de aparente justicia, trajeron a la mujer adúltera a Jesús y la quisieron apedrear, él actuó con bondad, dándole la oportunidad de arrepentirse de sus pecados y reconducir su vida.

• En la parábola del buen samaritano, Jesús no solo mostró la manera bondadosa en la que hemos de tratar a nuestro prójimo, sino que utilizó el ejemplo para romper los prejuicios que había en contra de los samaritanos.

• Jesús, el Hijo de Dios, el regalo del cielo, fue enviado a este mundo para redimirnos de nuestros pecados, para que «todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3: 16).

Dios desea que seamos afables y bondadosos

En Efesios 5: 1, el apóstol Pablo nos exhorta a ser imitadores de Dios. De la misma forma que las historias de la Biblia manifiestan la misericordia y benignidad de Dios, hoy él desea expresar su bondad y amor a través de nosotros, de tal manera que podamos ser conductos de su misericordia.

«El símbolo del cristianismo no es una señal exterior, ni tampoco una cruz o una corona que se lleven puestas, sino que es aquello que revela la unión del hombre con Dios. Por el poder de la gracia divina manifestada en la transformación del carácter, el mundo ha de convencerse de que Dios envió a su Hijo para que fuese su Redentor. Ninguna otra influencia que pueda rodear al alma humana ejerce tanto poder sobre ella como la de una vida abnegada. El argumento más poderoso en favor del Evangelio es un cristiano amante y amable».3

Si hay un lugar donde Dios desea que se manifiesten estos importantes frutos es en el hogar. Desde el principio, el plan de Dios para las familias ha sido que se traten con tal bondad y benignidad, que sean instrumentos útiles en una sociedad cargada de egoísmo, sufrimiento, desesperanza y soledad.

La benignidad y la bondad en la familia

Para que los padres puedan transmitir estos valores a sus hijos, primero han de experimentar el significado del agradecimiento por la bondad de Dios. Así entenderán que sus vidas tienen que ser un reflejo de esa realidad. Partiendo de esa premisa, cuando los niños lleguen al hogar, serán testigos de los actos bondadosos que sus padres se prodigan el uno al otro y a los que les rodean.

Los niños crecerán en un ambiente donde reinarán el respeto, la amabilidad, la generosidad y otros valores derivados de la bondad. Ya desde pequeños se les aplicará la vacuna contra una de las epidemias de la sociedad contemporánea: el egoísmo.

Esa bondad también se expresará en la manera de comunicarse, ya que nuestra forma de hablar es determinante en la consecución de un ambiente de armonía. ¡Cuántos problemas, heridas, tensiones y peleas podrían evitarse si fuéramos cuidadosos, no solo con lo que decimos, sino con la forma en que lo hacemos! Como nos dice Pablo en Romanos 15: 14: «Vosotros mismos estáis llenos de bondad y rebosantes de todo conocimiento, de tal manera que podéis aconsejaros unos a otros». Si hemos de amonestarnos, que sea movidos por la bondad, no por la rabia o el rencor.

«De todo hogar cristiano debería irradiar una santa luz. El amor debe expresarse en hechos, […] y revelarse en una amabilidad atenta, en una suave y desinteresada cortesía. Hay hogares donde se pone en práctica este principio, hogares donde se adora a Dios, y donde reina el amor verdadero. De estos hogares, de mañana y de noche, la oración asciende hacia Dios como un dulce incienso, y las misericordias y las bendiciones de Dios descienden sobre los suplicantes como el rocío de la mañana».4

Los pequeños actos de bondad hechos cada día en el círculo familiar unen corazones y crean impresiones que condicionarán para siempre la actitud que los miembros de la familia tendrán hacia la vida. En Internet se han convertido en virales varios vídeos que muestran ejemplos de personas que ayudan a otros y el efecto que dichas acciones producen.5 Se trata de personas que, movidas por la bondad, actúan al identificar una necesidad, lo cual provoca en el auxiliado el deseo de hacer lo mismo con otros.

Tal como afirma el psicólogo Bernabé Tierno en su libro Valores humanos, cuando nuestros hijos crecen con estos ejemplos en su hogar, serán personas «con cualidades y valores humanos de rango superior que dan consistencia a la personalidad y hacen patente un alto grado de madurez mental, psíquica y afectiva […], dan sentido y coherencia a la conducta y les alejan del egoísmo y la superficialidad».6

¿Cómo podemos mostrar más benignidad en la familia?

Hay pequeños actos cotidianos que pueden ayudar a expresar la benignidad a través de la bondad a nuestros seres queridos:

• Elogia de una forma sincera, sin adulaciones, a tu cónyuge e hijos. Este pequeño detalle puede  alegrarles el día.

• Enseña a tu hijo mayor a ser respetuoso con su hermano menor. Eso favorecerá la convivencia y desarrollará el sentido de responsabilidad.

• Insta a tus hijos pequeños a que cuiden bien sus juguetes, para que un día puedan ser compartidos con otros niños que no tengan recursos.

• Prepara bocadillos o bolsas con alimentos que puedan ser repartidos a personas que estén pasando por momentos de necesidad.

• Anima a tu hijo a que prepare o diseñe alguna tarjeta para compañeros de clase que estén enfermos o desanimados.

• Enseña a los hijos el valor de la convivencia y el respeto para con los abuelos. Saber escuchar también es un acto de bondad.

• Saca tiempo cada día para compartir con tus hijos, para leer con ellos historias de la Biblia donde se refleje la bondad y la benignidad de Dios.

¡Hagamos de nuestros hogares el reflejo claro de unas vidas guiadas por Dios en la benignidad y la bondad!

 

1 Comentario bíblico adventista, tomo 6, pág. 980.
2 Antonio Gilberto da Silva, Vida abundante, Global University, 2001, pág.130.
3 Elena White, Ministerio de curación, págs. 372, 373.
4 Elena White, El hogar cristiano, pág. 31.
5 Inspirados en la película Cadena de favores, de Mimi Leder.
6 Bernabé Tierno, Valores Humanos, García-Ruescas, 1996, tomo 1, pág. 171.

 

Para compartir

  1. ¿Puedes identificar los actos de bondad recibidos de los que tienes cerca?
  2. ¿Qué influencia tiene en tu vida la bondad de Dios?
  3. ¿Crees que el ejemplo de tu familia puede estimular a los que te rodean a ser más bondadosos?
  4. ¿Estás satisfecho con la bondad que expresas en tu familia?
Revista Adventista de España