Skip to main content

DÍA 5

LA SANTA CENA FOMENTA EL COMPAÑERISMO

CERCA DE JESÚS

¿Recuerdas lo que sentiste la última vez que te viste completamente solo y abandonado? Quizás uno de tus sueños se acaba de romper en pedazos. Suspendiste un examen arruinándolo todo, aunque la prueba parecía fácil. Pensaste: «Sé que lo lograré de alguna manera» y, ¡ahora esto! Quizás tu mejor amigo o tu mejor amiga te ha dado la espalda y ha dado carpetazo a vuestra relación; esa persona (de entre todas) en la cual siempre habías confiado resulta haber difundido todo tipo de cosas acerca de ti a través de las redes sociales, no solo haciendo público que no has superado esa prueba, sino diciendo que siempre has sido un fracaso total. Quizás has sido víctima del matonismo virtual y no has podido hacer nada al respecto, y ahora todo el mundo sabe lo incompetente que eres. ¿Recuerdas esa sensación? Quizás te sientes así ahora, difamado ante los demás, expuesto y rechazado; realmente duele no valer nada. De repente, te das cuenta de lo solo que estás, completamente solo, y todo lo que te queda es el anhelo de ser amado y aceptado.

TRASFONDO HISTÓRICO E INTERPRETACIÓN DEL CUADRO

Siendo monje, Lutero experimentó estas emociones de rechazo; sentía que Dios estaba jugando a un juego cruel con él. Seguramente pensó de sí mismo: «¿Cómo puede llamarse Dios a sí mismo un Dios de amor? El precio que exige por ese amor es tan alto que nadie podría pagarlo: no puedo guardar los mandamientos de Dios. Lo intento, pero fallo una y otra vez y, por tanto, estoy condenado a permanecer en pecado. Tengo miedo».

En la iglesia medieval, muchas personas temían a Dios, temían a la muerte y temían que Dios las hubiera abandonado, y la iglesia se aprovechó de ese temor para enriquecerse. La remisión de los pecados se pagaba con dinero mediante la compra de indulgencias.

Supuestamente, había un tesoro de las buenas obras y el mérito de personas particularmente piadosas, los santos, que la iglesia se encargaba de administrar; a partir de ese tesoro, se podían comprar las indulgencias. Todos estaban dispuestos a pagar por recibir aquellas indulgencias debido al temor que les invadía. La mayoría de las 95 tesis que el doctor Martín Lutero clavó en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg el 31 de octubre de 1517 critican esta práctica de coleccionar indulgencias por los pecados.

¿Y qué puso Lutero en lugar de las indulgencias? Pues se trata de una nueva manera de entender la Santa Cena que erradica la necesidad de obtener cualquier indulgencia de cualquier tipo: la Santa Cena según el ejemplo de la Biblia. Con el paso de los siglos, la Santa Cena se había convertido en un instrumento de poder para la iglesia. El clero era el único público con derecho a recibir el pan y el vino, símbolos que conmemoraban el sufrimiento y la muerte de Jesús; los miembros ordinarios de la iglesia, los laicos, no podían recibir el vino en la Santa Cena. Esto se justificó diciendo que era un riesgo dejar la sangre de Jesús en manos de los laicos ya que podían derramarla. ¡Como si a un sacerdote no le pudiera ocurrir algo así! Con la congregación de la iglesia no valía la pena correr el riesgo. De hecho, había una pared denominada «el coro alto» que separaba a la congregación del clero, que sí celebraba la Santa Cena, en la parte de la iglesia llamada «coro».

Sin embargo, en el centro del cuadro, vemos que se representa lo contrario: Jesús lleva vestiduras tan sencillas como las de los discípulos; no son atuendos litúrgicos costosos como los que utiliza el clero, y el cordero de la Pascua está en el centro de la mesa. El cuadro representa el momento exacto descrito en Juan 13, a partir del versículo 21, cuando Jesús dijo: «De cierto, de cierto os digo que uno de vosotros me va a entregar». Entonces los discípulos preguntaron que quién era, y Jesús respondió: «A quien yo le dé el pan mojado, ése es». Y entregó a Judas un trozo de pan, pero los otros discípulos no estaban convencidos del todo.

En medio de toda aquella incertidumbre, vemos a un joven que está de pie, fuera del círculo, Lukas Cranach, el Joven, que le está entregando la copa de vino a Martín Lutero. El pintor representó de esta manera algunas de las experiencias emocionales más profundas de la Reforma. La humillación de los miembros laicos de la iglesia en la Santa Cena debería llegar a su fin. De todas maneras, la mayoría de ellos no entendían lo que sucedía en la Santa Cena. Todo se celebraba en latín y, puesto que nadie lo hablaba, las palabras latinas que se pronuncian para consagrar el pan de comunión, «Hoc est corpus meum», que significan «Este es mi cuerpo», se tradujeron en muchos idiomas como «hocus-pocus», usado en relación con algo que es incomprensible, misterioso o incluso engañoso.

Los reformadores pusieron fin a esta confusión. 100 años antes, el reformador checo Jan Hus ya había introducido la práctica de celebrar la Santa Cena en «ambas clases», es decir, incluyendo el pan y el vino, de acuerdo con el ejemplo bíblico. Después se sumó a ello el hecho de que se comenzó a celebrar el servicio de comunión en alemán, el idioma del pueblo, para que todos pudieran entenderlo. De esta manera, la congregación dejaba de actuar como mero espectador, convirtiéndose en participante activo de la celebración. Hoy en día no podemos imaginar lo que eso significa para los miembros ordinarios; llegamos a una iglesia y nos sentimos incluidos en el servicio, sentados a la mesa con Jesús en la Santa Cena, tal como muestra el Retablo de la Reforma. ¿Podría haber algo más maravilloso?

Para Lutero, la Santa Cena no es solo un acto de conmemoración, sino un evento que tiene lugar aquí y ahora. Lo inspirador que le resultó al pintor se ve reflejado en el hecho de que la Santa Cena no se representa en una escena que nos recuerda a la antigua Palestina. Si miras a través de la ventana del fondo, verás un paisaje típico de Sajonia, en Alemania, con un castillo, una montaña de tabla y un roble. De esta manera se deja claro a todo espectador que la Santa Cena es algo personal. ¿Tan cerca estoy de Jesús?

¿QUÉ ES LA SANTA CENA PARA MARTÍN LUTERO?

Lutero tuvo un gran sueño. Estaba tan entusiasmado con las buenas nuevas del evangelio que pensó que otras personas podían sentir lo mismo cuando estudiaran la Palabra de Dios. Esperaba poder ayudar a otros a compartir la experiencia de justificación por la fe sola que había vivido mientras estaba solo en su minúscula habitación de estudio en el Monasterio Negro de Wittenberg. Incluso esperaba que los judíos finalmente reconocieran a Cristo como el Mesías.

Sin embargo, desafortunadamente, lo que experimentó en realidad fue muy diferente. Tras la fundación de las primeras iglesias protestantes, la política del imperio comenzó a determinar el curso de los acontecimientos: el emperador y el papa pretendían poner a este joven hereje en su lugar. Sin embargo, el príncipe Federico el Sabio lo tomó bajo su protección. El príncipe era uno de los tres representantes seculares más importantes del Sacro Imperio Romano Germánico de la Nación Alemana, por lo que la iglesia de Roma y el papa debían tenerlo siempre en cuenta en las asambleas imperiales. No obstante, las tensiones políticas se mantuvieron.

En esta fase, la celebración de la Santa Cena según ambos ritos se convirtió en uno de los símbolos más importantes del movimiento de la Reforma. Allí donde la nobleza, los ciudadanos ordinarios y los exsacerdotes celebraban juntos la Santa Cena se formaban nuevas iglesias, lugares donde uno podía entrar y sentirse en la presencia de Jesús. Lutero, el reformador, quería estar cerca de Jesús en la Santa Cena, y confirmar que el camino de reforma que había emprendido era ciertamente el correcto.

Para Lutero, era muy importante que en la iglesia de la Reforma no se practicaran tantos sacramentos como en la antigua Iglesia Católica. Él enseñó que solo deberían ser obligatorios para la iglesia los rituales simbólicos que Jesús nos encomendó llevar a cabo, y para los cuales la Palabra de Dios contenía palabras explícitas de constitución.

¿CÓMO PODEMOS ESTAR CERCA DE JESÚS?

Como adventistas del séptimo día, creemos que la Santa Cena es un recordatorio, y el pan y el vino son símbolos del cuerpo roto y la sangre derramada de Jesús. Todos los miembros de la iglesia deben participar en esta comunión sagrada porque allí, a través del Espíritu Santo, «Cristo se encuentra con los suyos y los fortalece por su presencia. Corazones y manos indignos pueden administrar el rito; sin embargo, Cristo está allí para ministrar a sus hijos. Todos los que vienen con su fe fija en él serán grandemente bendecidos. Todos los que descuidan estos momentos de privilegio divino sufrirán una pérdida. Acerca de ellos se puede decir con acierto: “No estáis limpios todos”».1

En la Santa Cena, experimentamos a nuestro Salvador Jesucristo de una manera muy especial. En un acto solemne, leemos las palabras que Jesús mismo pronunció registradas en Lucas 22: 19: «Haced esto en memoria de mí». No se trata de un concepto o de una enseñanza acerca de la cual podemos tener diferentes opiniones. Se trata de un mandato muy específico de Dios. Repartimos también entre nosotros el pan y el vino, tal como lo hizo Jesús. Cuando sentimos el pan y el vino en nuestra boca, nos sentimos cerca de Jesús, algo que de cualquier otra manera, rara vez lograríamos. Casi se puede decir que, en la Santa Cena, experimentamos a Jesús con los cinco sentidos, con parte de nuestro ser.

La Santa Cena debe ser una celebración alegre, no un momento de dolor. El servicio previo de lavamiento de pies es un momento de autoexamen, de confesión de los pecados, de reconciliación de las diferencias y de perdón. Tenemos la seguridad de que hemos sido purificados por la sangre de Jesús, por tanto, como creyentes, estamos preparados para entrar en comunión especial con Dios. Vamos a su mesa con alegría, permaneciendo junto a la luz de salvación, no de la sombra, de la cruz, listos para celebrar la victoria redentora de Cristo. (Consultar Seventh-day Adventists Believe, p. 229)2

EL SIGNIFICADO DE LA SANTA CENA

La Santa Cena sustituye a la fiesta de la Pascua de la antigua era del pacto. La Pascua cumplió su cometido cuando Cristo, el Cordero de Pascua, sacrificó su vida por nosotros. Antes de su muerte, Cristo mismo instituyó su sustituta, la gran fiesta del Israel espiritual bajo el nuevo pacto. Por tanto, las raíces de gran parte del simbolismo de la Santa Cena se remontan al servicio de la Pascua.

NUESTRO LEGADO

Nunca dejes pasar la oportunidad de participar en la Santa Cena; es un momento ideal para experimentar la gracia de Dios. Somos salvos por gracia a través de la fe, por eso hemos sido llamados a hacerlo en memoria de Jesús. Cualquier persona que cree en Jesús puede participar de ella abiertamente. «En un mundo lleno de conflictos y divisiones, nuestra participación corporativa en estas celebraciones contribuye a la unidad y a la estabilidad de la iglesia, demostrando la verdadera comunión con Cristo y unos con otros. Al recalcar esta comunión, Pablo dijo: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo, pues todos participamos de aquel mismo pan” (1 Corintios 10: 16, 17)» (Consultar Seventh-day Adventists Believe, p. 231).3

Se trata de una alusión al hecho de que el pan de la comunión se rompe en muchos pedazos que tomarán todos los creyentes y, dado que todas las piezas proceden del mismo pan, todos los creyentes que participan del servicio de la comunión están unidos en Jesús, cuyo cuerpo quebrantado está representado mediante ello. Al participar de esta ordenanza, los cristianos muestran públicamente que están unidos y pertenecen a una gran familia, cuya cabeza es Cristo.4

Como se ha mencionado anteriormente, todos los miembros de la iglesia deben participar en esta sagrada comunión porque allí, a través del Espíritu Santo, «Cristo se encuentra con los suyos y los fortalece por su presencia. Corazones y manos indignos pueden administrar el rito; sin embargo, Cristo está allí para ministrar a sus hijos. Todos los que vienen con su fe fija en él serán grandemente bendecidos. Todos los que descuidan estos momentos de privilegio divino sufrirán una pérdida. Acerca de ellos se puede decir con acierto: “No estáis limpios todos”».5

Sentados a la mesa del Señor, experimentamos el sentimiento de comunidad en su sentido más fuerte y profundo; nos encontramos en terreno común, sin las barreras que nos separan. Estando reunidos, nos percatamos de que, mientras en la sociedad hay muchos factores que pretenden dividirnos, en Cristo encontramos todo lo necesario para estar unidos. Mientras compartía la copa de la comunión, Jesús estableció el nuevo pacto con sus discípulos al decirles: «Bebed de ella todos, porque esto es mi sangre del nuevo pacto que por muchos es derramada para perdón de los pecados» (Mateo 26: 27, 28; ver Lucas 22: 20). Al igual que el antiguo pacto se ratificaba mediante la sangre de los animales sacrificados (Éxodo 24: 8), el nuevo pacto se ratificó a través de la sangre de Cristo. Mediante esta celebración, los creyentes renuevan su promesa de lealtad a su Señor, reconociendo de nuevo que forman parte del asombroso acuerdo por el cual, en Jesús, Dios se unió a la humanidad. Formamos parte de este pacto, así que tenemos algo que celebrar.

La Santa Cena es tanto un recordatorio como un acto de agradecimiento por el sellamiento del pacto eterno de gracia. Las bendiciones recibidas son proporcionales a la fe de los participantes».

Nuestro legado: «La Santa Cena es una participación en los emblemas del cuerpo y la sangre de Jesús como expresión de fe en él, nuestro Señor y Salvador. La preparación para la Cena incluye un examen de conciencia, el arrepentimiento y la confesión. El Maestro ordenó el servicio del lavamiento de los pies para denotar una renovada purificación, para expresar la disposición a servirnos mutuamente en humildad cristiana y para unir nuestros corazones en amor» (1 Corintios 10: 16, 17; 11 :23-30; Mateo 26: 17-30; Apocalipsis 3: 20; Juan 6: 48-63; 13: 1-17).6

REFERENCIAS

1 Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes (Doral, Florida: IADPA, 2007), p. 628.

2 Seventh-day Adventists believe: A Biblical exposition of fundamental doctrines (Silver Spring, MD: Ministerial Association, General Conference of Seventh-day Adventists, 2005), p. 229.

3 Seventh-day Adventists believe: A Biblical exposition of fundamental doctrines (Silver Spring, MD: Ministerial Association, General Conference of Seventh-day Adventists, 2005), p. 231.

4 Comentario Bíblico Adventista del Séptimo Día, SDA Bible Commentary, rev. ed., vol. 6, p. 746.

5 Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes (Doral, Florida: IADPA, 2007), p. 628.

6 Las 28 creencias fundamentales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Extraída de la página web de la Iglesia Adventista:      https://www.adventistas.org/es/institucional/creencias/ Consultado el 2 de marzo de 2017.

PREGUNTAS PARA DEBATIR

  1. ¿El servicio de comunión en tu iglesia es un servicio inspirador o un ritual sin vida?
  2. Después de escuchar este mensaje, ¿cómo te sientes acerca de la ordenanza del lavamiento de pies?
  3. Basándote en la advertencia que Pablo da en estos versículos, ¿cuál debería ser nuestra actitud respecto a la participación en la Santa Cena? «De manera que cualquiera que coma este pan o beba esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan y beba de la copa» (1 Corintios 11: 27-29).

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR PERSONALMENTE

1. La Santa Cena nos ayuda a mirar hacia arriba y hacia dentro. ¿Cómo experimentas esto? Mientras reflexionas acerca de tu vida entre una comunión y otra, ¿percibes tu crecimiento espiritual o te desanimas?

Revista Adventista de España