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-Roberto -llamó la mamá-, quiero que estés aquí, en esta habitación, esta tarde cuando ese reloj de las 5.30h en punto.

Las clases de Roberto terminaban a las 5 y él sabía que podía muy bien llegar a casa en veinte minutos.

-Bueno mamá, aquí estaré -respondió mientras extendía la mano para tomar su gorra.

Roberto tomó sus libros y salió corriendo para la escuela.

Las clases pasaron rápidamente, y por fin Roberto oyó que la maestra decía “Guarden los libros y prepárense para salir”. Y tan pronto como la maestra dijo “Hasta mañana” Roberto se acordó de su promesa y se encaminó hacia su casa.

Pero no había andado muchos pasos cuando se encontró con Jorge, que tenía en la mano un puñado de canicas y le dijo: “Tengo más que tú”.

Roberto miró esas canicas, cristalinas, transparentes, algunas con franjas rojas, verdes y amarillas en su interior, otras blancas o de colores…  y recordó que él también tenía algunas en el bolsillo.

-Juguemos-sugirió Jorge.

Roberto pensó un momento. Sí, se acordaba de que debía estar en su casa a las 5.30h, pero podía hacer el camino en veinte minutos sin apurarse. Eso le dejaba por lo menos diez minutos para jugar. A Roberto le encantaba jugar a las canicas. Y, por supuesto le gustaba más jugar a las canicas que hacer los recados que le mandaba su mamá.

-Bueno -contestó Roberto- mamá me dijo que debía estar en casa a las 5.30h, pero tenemos tiempo para jugar un partido.

Los dos niños trazaron un gran círculo en la arena, hicieron un hoyo y tiraron las canicas para ver quién las tiraba más cerca del hoyo…

Cuando terminaron un partido, Jorge insistió en que jugaran otro, porque no le gustaba perder. Roberto pensó un instante. Estaba seguro de que el juego no les había tomado más de cinco minutos. Tenía pues suficiente tiempo para jugar otra vez, así que volvió a tirar una canica y empezaron nuevamente. También terminaron ese partido, pero quedaron empatados… y claro… la cosa no podía quedar así….

Roberto pensó entonces que podría seguir jugando unos minutos más y luego correr a la casa en los diez minutos restantes. Estaba seguro de que sus pies podrían llevarlo allí antes de las tres.

Tras desempatar y convertirse en el ganador, por fin Roberto decidió regresar corriendo a su casa. Recogió sus libros y salió. En dos saltos traspuso los escalones y pronto apoyó la mano en el pestillo de la puerta… Estaba cerrada… yel coche no estaba allí. Su madre y su hermana habían salido sin duda a alguna parte y lo habían dejado atrás.

-¡Roberto, Roberto! -llamó alguien.

Era la vecina que vivía en la casa de al lado.

Roberto, tu mamá te esperó, pero tuvo que irse sin llevarte. Tenía una sorpresa para ti y para tu hermana ¡entradas para el circo! Pero comienza a las 6 y tenía el tiempo justo para llegar, de modo que tuvo que marcharse sin esperarte o tu hermana, que estuvo puntual, se hubiera perdido el comienzo. 

Roberto empezó a llorar. ¡Llevaba días diciéndole a su madre que quería ir al circo!

Roberto esperó en casa de la vecina a que volviera su madre. Esperó y esperó… Por fin vio un coche que se acercaba y le pareció que era el de su mamá. El coche paró frente a su casa y de él bajaron su madre y su hermana, que venía con un globo y una sonrisa de lado a lado de su cara. Roberto corrió a abrazar a su mamá.

-Mamá. ¿por qué no me esperaste? -le reprochó- ¡Hubieran sido solamente 10 minutos!

-Roberto, tu hermana si fue puntual, y no merecía llegar tarde por tu culpa. Siento mucho que no llegaras a tiempo para ir conmigo esta vez, pero espero que esto te sirva de lección para que de aquí en adelante sepas cumplir una promesa. 

Esa noche, durante el culto familiar su madre leyó Mateo 24, y llegó al versículo que dice: Por tanto también vosotros estad apercibidos; porque el Hijo del hombre ha de venir a la hora que no pensáis”. En ese momento, Roberto se dijo: “Jesús me dice allí que esté listo para encontrarlo cuando venga… Espero no distraerme, ni siquiera con un partido de canicas”.

Aprendizaje

Obeceder es siempre más importante que jugar. Nuestras decisiones tienen consecuencias. Es importante que pensemos en las consecuencias antes de tomar una decisión y llevarla a cabo.

 

(Archa O. Dart, en Australian TAttle Friend.) Enviado por Eunice Laveda. Adaptado por Esther Azón. 

“El Auxiliar” noviembre 1966

Foto: Markus Spiske en Unsplash

Revista Adventista de España