Vive en paz
Para dormir en paz, hay que aprender a vivir en paz. Es probable que mañana te levantes con un dolor estomacal persistente, luego vayas al médico y te diagnostique cáncer. También es posible que en vez de una enfermedad, se te muera un pariente cercano. O, tal vez, vayas a trabajar como todos los días y te encuentres con un sobre que te anuncie que estás despedido. Todo puede suceder. El error es vivir anticipadamente los acontecimientos negativos que podrían ocurrir. Eso no es sano ni lógico. Vivir con temor inmoviliza.
El salmista lo entendió por eso escribió hace cientos de años: “En paz me acuesto y al instante me duermo porque sólo tú, Señor, me haces vivir tranquilo” (Salmo 4:8)
Aprende a confiar
Lleva años entender que la religión no cambia las circunstancias pero permite a los creyentes interactuar con la realidad de una manera tranquila, sin ansiedad y confiando que pese a cualquier conflicto o dolor, al final, podremos gozar de la providencia divina.
La forma en que Dios actúa es misteriosa, y en muchos sentidos, extraña. Debemos aprender a confiar. Confiar así como lo hace un niño que permite que su madre, o padre, le guíe sin cuestionarse si lo está llevando por un lugar incorrecto. Los bebés sólo se dejan llevar, son infantes que confían en sus padres. La misma actitud desea Dios que tengamos nosotros, que confiemos sin cuestionar y que hagamos lo que él nos pide sin actuar como adolescentes caprichosos que todo lo quieren saber o todo cuestionan como si tuvieran la última palabra, o una más acertada.
La inquietud roba la paz
Preocuparnos, afligirnos, vivir dolores anticipados o problemas antes de tiempo, no sirve para nada, sólo crea ansiedad, inquietud y una sensación de precariedad que no sirve para vivir. Eso lo entendió el salmista. Y necesitamos comprenderlo, y experimentarlo, cada uno de nosotros.
En su libro El temor y la felicidad[1] el psiquiatra Sergio Peña y Lillo enseña que lo contrario de la felicidad no es la infelicidad, sino el temor. El miedo nos hace encontrar fantasmas donde no existen y problemas donde no hay. La anticipación imaginaria, es decir, vivir pensando que el mañana podría traernos males, nos impide gozar del presente y de las bendiciones del día a día. El temor paraliza la acción y no nos deja alegrarnos con las bendiciones que tenemos en el momento presente. En cierto modo, la inquietud nos roba la paz.
Dios tiene el control
El que confía en Dios duerme en paz y vive tranquilo, sabiendo que al final Dios tiene el control, de una manera en que no entendemos totalmente, pero, para qué preocuparse, en algún momento podremos ver el panorama completo y Dios nos revelará que algunos episodios donde aparentemente estábamos solos y hundiéndonos en problemas, figuraban entre las mayores bendiciones que hemos tenido.
Si eres cristiano debes pertenecer al club de los que viven confiados y abandonar la asociación de individuos que viven preocupados.
Más alabanza y oración
Hace algunos años el filósofo noruego Jostein Gaarder escribió el libro Más Platón y menos Prozac[2] que se convirtió en un best-seller y donde, entre otras cosas, enseñaba que si dedicáramos más tiempo a la reflexión y la contemplación, podríamos disminuir la dependencia occidental a los ansiolíticos y antidepresivos, en las personas equilibradas bioquímicamente.
Lo mismo podríamos decir con Dios y la Biblia, si dedicáramos más tiempo a la oración, la reflexión profunda y a empaparnos de conceptos de esperanza, ánimo y fortaleza, dormiríamos mejor y necesitaríamos muchísimo menos de elementos químicos que ordenaran nuestra vida y nos dieran descanso nocturno.
Atención a las depresiones endógenas
No obstante, es preciso matizar que, en algunos casos, no basta con la confianza y la fe. Hay factores que van más allá, y necesitamos ser muy prudentes al juzgar a los demás. Los seres humanos no somos sólo personas mentales y emocionales, también somos una combinación de factores bioquímicos complejos. Eso implica que algunas personas, por más que lo intenten, no podrán animarse. Su condición no tiene nada que ver con fe ni confianza en Dios, sino con deficiencia o ausencia de químicos importantes para el funcionamiento del cerebro.
Si alguien padece de anemia, por ejemplo, no podrá animarse por más que quiera. La ausencia de hierro no permitirá una buena oxigenación en la sangre, por lo que su cuerpo estará aletargado y con pocas energías. El oxígeno, vital para la supervivencia, no está llegando al cerebro y a órganos vitales. En ese caso, recibir dosis de hierro, medicadas por un especialista, hará “milagros” en su ánimo.
Y es que hay dos neurotransmisores vitales para el buen funcionamiento del ánimo y de la estabilidad emocional. Dopamina y Serotonina son fundamentales para el buen funcionamiento del cerebro y actúan como antidepresivos naturales. El mismo cuerpo los produce, para mantener el equilibrio anímico en las múltiples situaciones que el ser humano enfrenta. Sin embargo, por diversas razones, hay personas que no producen estas substancias. En esos casos, la consecuencia es la depresión endógena (es decir, una depresión causada por efectos internos).
Cuando la depresión es endógena, es necesario un tratamiento médico
Hemos de ser cuidadosos, porque las personas con depresión endógena pueden orar todo el día y cantar alabanzas, pero eso no cambiará su estado de ánimo. Necesitan consumir, bajo prescripción médica, las sustancias que su cerebro no está produciendo.
Si amigos, la fe en Dios produce maravillas en el estado de ánimo, pero en personas cuyo equilibrio bioquímico es estable. Por eso, no debemos, ante los estados de ánimo de los demás, juzgar su fe o su confianza en Dios. Es tremendamente cruel, e irresponsable, atribuir la depresión sólo a causas espirituales o emocionales, sin tener en cuenta los factores físicos. En este, como en muchos, el equilibrio es vital.
Confía en Dios, ama más y juzga menos
Si queremos dormir en paz, necesitamos establecer una relación de confianza profunda con Dios, para aprender a descansar en Sus brazos, pase lo que pase. Necesitamos orar más; estudiar más la Biblia; conocer e imitar el carácter de Cristo; alabar más a nuestro Señor, etc. Necesitamos vivir conectados a Él cada instante de nuestra vida. Solo así podrá llenarnos de Su paz, Su gozo, Su amor y de la bendita esperanza de Su pronta venida. También debemos cuidar nuestra salud física y mental, a través de un estilo de vida saludable, una alimentación sana y, si es necesario, buscar la ayuda de un profesional de la salud, tanto física como mental. Y por supuesto, necesitamos aprender de Jesús a amar más, y juzgar menos.
Dr. Miguel Ángel Núñez. Pastor adventista ordenado. Doctor en Teología Sistemática; Licenciado en Filosofía; Orientador familiar. Ha escrito 60 libros y muchos artículos. Varios de sus libros han sido traducidos al ruso, inglés, portugués, rumano y se preparan ediciones en francés y búlgaro. Ha sido profesor universitario en Chile, Argentina, Perú y México. Consejero matrimonial y conferencista internacional. Reside en España.
Foto:Lydia Torrey en Unsplash
[1] Sergio Peña y Lillo, El temor y la felicidad (Santiago: Editorial Universitaria, 1990).
[2] Jostein Gaarder, Más Platón y menos Prozac (Ediciones B. Barcelona, 2000).
Excelente, bendiciones!!
Gracias, estimado amigo. Bendiciones.