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Un diario correspondiente al 30 de julio de 2015, informa que un judío ultraortodoxo sembró el pánico en el desfile del orgullo gay de Jerusalén, al apuñalar a seis personas en pleno centro de la ciudad. El agresor, que fue inmediatamente arrestado, acababa de salir de la cárcel hacía dos semanas tras cumplir una condena de diez años por una agresión similar en el 2005, reportó la policía israelí.[1]

Lo más paradójico es que la religión del atacante, un judío ultraortodoxo,[2] quien cometió semejante crimen de odio, fomenta entre sus profesantes la práctica más estricta y conservadora del judaísmo.

Detrás del crimen

La primera vez que leemos de un crimen de odio en el nombre de Dios, lo hallamos en el libro de Génesis. Nos referimos al caso de Caín y Abel.

¿Qué podría estar pasando en el mundo interior de un religioso que mata a su prójimo en el nombre de Dios? El relato del primer asesinato en la historia humana arroja algunas pistas.

Leemos en Génesis 4: 4, 5, 8: “Y el Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda… por eso Caín se enfureció y andaba cabizbajo. Caín habló con su hermano Abel. Mientras estaban en el campo, Caín atacó a su hermano, y lo mató”.[3]

Intentemos establecer una relación entre estas cuatro palabras destacadas. El crimen es lo último, pero detrás del crimen hay alguien con un desorden mental, de Caín se dice que andaba “cabizbajo”; y detrás de una persona que comete un crimen de odio, también se ahoga alguien intoxicado de ira acumulada. Ante los ojos de todos, solo se nota la ofrenda y el celo por lo religioso. Es la fachada. Nada despreciable, por cierto. Ni en la ofrenda, ni en el celo mismo.

Si nos imagináramos estos cuatro conceptos ilustrados en círculos concéntricos, serían en este orden, desde afuera hacia dentro:

1er. Círculo: Práctica religiosa.

En primer lugar, la religión como tal, es necesaria para el bien de la sociedad puesto que fomenta el reconocimiento y la adoración a Dios. En segundo lugar, enseña la observancia de normas morales para el bien común. Y en tercer lugar, inculca el respeto y la dignificación de la vida humana, la propia y la del otro.

En síntesis, no existe un mal per se en la religión. Todo lo contrario. Las evidencias científicas apuntan a favorecer la práctica de la religión para el bienestar humano.

Jeff Levin, un investigador experimentado del Instituto Nacional de Investigaciones del Cuidado de la Salud dirigió un análisis de centenares de estudios sobre la conexión entre la salud y la religión. Encontró evidencias de que pertenecer a una religión era un actor protector contra veinticinco enfermedades o condiciones de salud, reducía el riesgo de morir de veintiséis enfermedades identificadas y protegía contra la muerte de treinta y uno tipos de cáncer. Las poblaciones protegidas estaban entre los siguientes grupos religiosos: amish, sacerdotes budistas, monjas católicas, hindúes, hutteritas, jainistas, judíos, mormones, musulmanes, parsis, adventistas del séptimo día y monjes trapistas.[4]

2do. Círculo: Celo religioso.

Al celo religioso tampoco hay que estigmatizarlo. Depende del buen juicio a la hora de ejercer el celo religioso. En la carta a Judas en el verso 3, se anima a los creyentes a “contender ardientemente por la fe una vez dada a los santos”. Y en la misma carta, versículo 23, se recuerda hacerlo teniendo presente la “misericordia”. Esto es un celo sano.

El apóstol Pablo anima a Tito a silenciar (“tapar la boca”) a quienes enseñan falsas doctrinas (1:11), por lo tanto le pide que al enseñar la doctrina, él y otros, “adornen la doctrina de Dios, nuestro Salvador” (2:10). Y al mismo tiempo, le aconseja no ser “iracundo”, ni “pendenciero” (1:7). Como pendenciero se describe el carácter de una persona hiriente, abusadora, cruel, acosadora, golpeadora y violenta.[5]

Elena G. de White misma expresó que el celo religioso, está orientado hacia el bien, no hacia el mal; ella anotó: “Hay un amplio campo para las Martas con su celo por la obra religiosa activa. Pero deben sentarse primero con María a los pies de Jesús. Sean la diligencia, la presteza y la energía santificadas por la gracia de Cristo; y entonces la vida será un irresistible poder para el bien”.[6]

Lo opuesto al celo cristiano enfocado en el bien hacer, es el fanatismo.[7] Lo que dominó a Pablo antes de su conversión a Cristo. El doctor Lucas dice de Saulo que éste respiraba amenazas “y muerte contra los discípulos del Señor” (Hechos 9:1).

El fanatismo, entre otras cosas, es atractivo por la gran razón que “supone un ahorro de energía psicológica porque no requiere de ningún trabajo intelectual (no se ponen en cuestión las ideas), elimina la incertidumbre, ofrece seguridad y proporciona el apoyo emocional del grupo”.[8]

3er. Círculo: Desorden mental.

De Caín se dice que andaba cabizbajo (Génesis 4:5). El sentido de esta palabra en el idioma hebreo [yipplû’] con la que Moisés presenta el ánimo deprimido de Caín, se usa en la Biblia para describir a alguien que enferma como para guardar cama (Éxodo 21:18), a una persona decaída psicológicamente. Moisés usa también el mismo término para hablar de alguien que se siente inferior a otro (Job 12:3). En Caín tenemos una mezcla muy peligrosa: una condición mental sumada al fanatismo.

Todos hemos conocido a alguien enfermo de la mente. Quien tiene mente, la tiene enferma. Que no la haya revisado es otra cosa. El profeta Isaías (1:6) dice: “Desde la planta del pie hasta la coronilla no les queda nada sano”. Las abuelitas de antaño solían decir: “No existe gente sana. Lo que hay son personas mal revisadas”. Ellas tenían razón. No somos divinos, somos humanos. Según el músico y poeta brasileño, Caetano Veloso: “Visto de cerca, nadie es normal”. La enfermedad nos iguala. La salud es la administración de la enfermedad. Estar sano no es no tener síntomas. Podemos no tener síntomas y estar enfermos.

Debido a la misma condición del ser humano caído, es posible usar la religión para encubrir serias falencias y desórdenes psicológicos. Se le atribuye al reconocido médico psiquiatra y ensayista suizo, Carl Jung, haber dicho que “el fanatismo solo se da en individuos que buscan compensar sus dudas secretas”.

4to. Círculo: Ira reprimida.

¿Es posible disfrazar el mal genio de celo religioso? Por supuesto que sí. Más aún, ¿es posible sufrir de desórdenes de personalidad y solaparlos de celo religioso? Desde luego que sí. Caín y Saulo, entre otros, no son los únicos. La reacción del grupo de altos dirigentes religiosos que escuchó a Esteban, es típica de quienes practican una religión tóxica. Mientras lo escuchaban, ellos “rechinaron los dientes” y “montaron en cólera contra él” (Hechos 7:54).

Las características de gente con desórdenes de personalidad podrían incluir las siguientes, aunque la lista no sea exhaustiva: “Estas personas se caracterizan por desórdenes profundos y pronunciados en muchas áreas centrales de su funcionamiento: un sentido negativo de sí mismos, relaciones en conflicto, emociones negativas insoportables, actitudes defensivas férreas, pensamiento irracional, y una falta de control de sus impulsos. Como resultado, podrían exhibir comportamientos inexplicables, rigidez en la manera en que hacen las cosas, creencias infundadas acerca de otros, y cambios impredecibles en sus emociones”.[9]

El escepticismo

Uno de los desafíos más serios es que en un amplio sector entre creyentes cristianos hay escepticismo sobre los diagnóstico psicológicos. Es más fácil espiritualizar y culparse, que ir a buscar ayuda con un profesional de la salud mental que sea cristiano. Es mucho mejor, aparentemente, culpar a otros en el fragor del celo religioso antes que buscar ayuda para su disfuncionalidad; después de todo, alguien en la comunidad religiosa le alimentará la falsa idea que habla en el nombre de Dios. Y esto acaba convirtiéndose en una afirmación y como corolario, en un perpetuador del patrón de la personalidad tóxica disfrazada de celo religioso.

Henry Drummond (1851-1897), el gran evangelista escocés, autor de The Greatest Thing in the World [Lo más grandioso en esta vida], al hablar de este problema de salud mental entre creyentes religiosos, dice lo siguiente: “Entre todos los vicios, el mal genio se distingue por ser el vicio del virtuoso. Con frecuencia, es la única mancha en lo que de otro modo sería un carácter noble. Seguramente usted conoce hombres que son intachables en todo, y mujeres que serían perfectas, excepto por esa disposición fácilmente alterable, explosiva e irritable. Esta compatibilidad del mal genio con gran carácter moral constituye uno de los problemas éticos más extraños y tristes que hay”.[10]

De acuerdo a las palabras de Drummond, el celo por lo correcto, o sea, el celo por la búsqueda de la virtud, va asociado a la ira: “El mal genio se distingue por ser el vicio del virtuoso”. Esta asociación de conceptos no es casual. Abre los ojos, pero aclaremos, no es el caso de todas las personas religiosas. Más adelante, el mismo autor añade: “En verdad, existen dos grandes clases de pecados: los pecados del cuerpo y los pecados del espíritu”.[11]

Lo que Jesús enseñó

El Maestro de Galilea, “el hijo del hombre” (Marcos 2:10), tuvo algo que decir sobre el daño que un creyente religioso fanático es capaz de causar en el nombre de Dios. Leemos en Juan 16:1-3 según la versión Nueva Traducción Viviente: “Les he dicho estas cosas para que no abandonen su fe. Los expulsarán de las sinagogas, y llegará el tiempo en el que quienes los maten pensarán que están haciendo un servicio santo a Dios. Esto se debe a que nunca han conocido ni al Padre ni a mí”.

De estas palabras de Jesús, podemos extraer por lo menos tres lecciones:

Primera: Un creyente tóxico es capaz de cometer crueldades en el nombre de Dios.

Segunda: Es posible creer que a Dios le agrada que hiramos a otros en su Nombre.

Tercera: Quien hiere en el Nombre de Dios, todavía no conoce el amor del Padre ni del Hijo.

La credencial inconfundible del cristiano es el amor. “Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano… Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte” (1 Juan 3:11, 12, 14).

Reflexionemos junto a la periodista estadounidense y activista social, Dorothy Day, quien dijo: “Realmente solo amo a Dios tanto como amo a la persona que menos amo”.[12] Y busquemos el perfil cristiano más elevado y saludable, imitemos a Jesús, de quien se dice que “no había en su conducta mancha de fanatismo intolerante ni de una austeridad indiferente”.[13]

Juan Francisco Altamirano, Coordinador Hispano de la Asociación de Idaho, EE.UU.
Imagen:Photo by Toa Heftiba on Unsplash

NOTAS:

[1] https://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/07/150730_israel_gays_ultraortodoxo_lav | Consultado el 21 de mayo de 2019.

[2] Actualmente el judaísmo se divide en tres grandes ramas: conservador, reformista y ortodoxo. La principal diferencia entre estos tres caminos es el grado en que cada uno se adhiere a las leyes judías o Halajá.https://www.20minutos.es/noticia/2728684/0/costumbres-curiosas/judios/judaismo-ortodoxo/#xtor=AD-15&xts=467263 | Consultado el 21 de mayo de 2019.

[3] Nueva Versión Internacional. El énfasis en negrita e itálica ha sido suplido.

[4] Jeff Levin, God, Faith and Healing (Hoboken, NJ: John Wiley & Sons, 2001), p. 32.

[5] J. P. Louw, y E. A. Nida, Léxico griego-inglés del Nuevo Testamento: basado en dominios semánticos (edición electrónica de la 2ª edición, Vol. 1). (Nueva York: Sociedades Bíblicas Unidas, 1996), p. 756.

[6] Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes. (Miami: APIA, 1955), p. 483.

[7] Entendemos por fanatismo de cualquier orden, adherirse de manera intolerante a ciertos ideales (políticos, étnicos o religiosos) que pueden llevar en algunos casos a conductas destructivas.

[8] http://euromind.global/es/claves-psicologicas-del-fanatismo-politico/ | Consultado 21 de mayo de 2019.

[9] Eric Johnson, Todavía santos: el cuidado a creyentes con desórdenes de personalidad. https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/todavia-santos-cuidado-creyentes-desordenes-personalidad/ | Consultado el 21 de mayo de 2019.

[10] Henry Drummond, The Greatest Thing in the World. (London: Odder & Stoughton Ltd., 1920), p. 7. https://jesus.org.uk/book_author/henry-drummond/ | Consultado el 30 de enero de 2019.

[11] Henry Drummond, Ibíd.

[12] Dorothy Day, https://www.goodreads.com/quotes/215500-i-really-only-love-god-as-much-as-i-love | Consultado el 8 de febrero de 2019.

[13] Elena G. de White, El discurso maestro de Jesucristo, (Miami: APIA, 1956), p, 17.

 

Revista Adventista de España