Skip to main content

La sordera es la dificultad o la imposibilidad de usar el sentido del oído debido a una pérdida de la capacidad auditiva parcial (hipoacusia) o total (cofosis), y unilateral o bilateral. Así pues, una persona sorda será incapaz o tendrá problemas para escuchar. Ésta puede ser un rasgo hereditario o puede ser consecuencia de una enfermedad, traumatismo, exposición a largo plazo al ruido, o medicamentos agresivos para el nervio auditivo (sacado de Wikipedia).

Muchas veces las personas que se me acerca me dicen: “Qué bonito es lo que haces y que el Señor me bendiga”. Es halagador que te digan estas cosas. Pero mi reflexión es la siguiente. ¿ Sabes por qué hago esto? Lo hago porque no me gustaría vivir sin poder escuchar, porque creo que no escuchar la voz de tu hijo, de tus padres, la música o la televisión debe ser horroroso. Y si me llegará a pasar eso me gustaría muchísimo tener a alguien que me entienda, que me ayude a salir adelante, que permita que yo pueda expresarme y sentir que me entiende y poder entender sin problemas lo que me dice. Pero sobre todo que me ayuden a no perder la esperanza de que hay un Dios que se preocupa por mi y que cuando Él vuelva este sufrimiento desaparecerá.

Aventajados son los sordos que se han quedado sordos en edades tempranas o de nacimiento. Porque han sabido sobrevivir sin escuchar. Para mi son unos héroes. Pero en el caso de las personas mayores que se han quedado sordos después de haber conocido la maravilla de oír es un sufrimiento constante. Una “vergüenza” tener que decir a las personas que repitan una vez y otra vez la misma frase y detenerte para leerle los labios y poderle entender, porque quieres saber lo que te están expresando. Y por no incomodar nuevamente a la persona, desistes. Te empiezas a aislar para no volver a preguntar o verte en el compromiso de hacerlo nuevamente. De este tipo de caso, existen 900.000 personas en toda España. (Datos recogidos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) en su estudio “EDAD 2008”).

Eso añadamos pérdida de trabajo: un doctor que no escucha a sus pacientes, un policía que no oye la voz de alerta o un pastor que no escucha a sus laicos, perdida de comunicación en el hogar… cada vez más solo, más deprimido, más estresado, y a veces más enfadado con Dios por permitirte pasar por esta experiencia.

¿Os lo podéis imaginar, vivir así, día tras días? No lo podéis hacer, hay que verse en la situación para entender. Yo he tenido la ocasión de conocer a gente así. Y se me hace un nudo en el estómago no poderles ayudar. Querer y no poder, bien por las distancias, porque no lo puedo resolver con una llamada telefónica, porque les dejo el recado a los familiares y ellos se despistan de dárselo, ¡qué complicado!….

Hay personas dentro del ministerio que desinteresadamente dan todo sus esfuerzos para ayudar a los Sordos como en el caso de Luisi Menezo y su familia. Que durante años han estado luchando constantemente a favor de la Comunidad Sorda, abriéndoles las puertas de su hogar, ayudando a sus familias ente otras….

No hay precio para pagar lo que ellos hacen, solo Dios lo sabe.

Pero no puede ser solo una familia, unas pocas personas que hagan esto. Formamos parte de una gran familia, para lo bueno y lo malo debemos estar juntos. Debemos ayudarnos. Que es difícil, ¡si, lo es! Pero quien dijo que ser cristiano era fácil. Que no se quede solo en una sola frase “¡qué bonito es lo que haces!”. Me gustaría poder escuchar en vez de esa frase ésta otra: ¡Qué bonito sería poder colaborar contigo!, ¿cómo puedo hacerlo?

¿Cómo puedo ayudar al ministerio?, o ¿tienes algunos consejos para yo poder usar con mi padre que se ha quedado sordo a los “55 años”?, conozco a una vecina que es sorda, tengo unos amigos que han descubierto que su hija de 2 años es sorda, ¿cómo puedo ayudarles?…. Esas son las frases que anhelo y deseo escuchar.

Te atreves a unirte a nuestro Ministerio de Sordos. Si es así, contacta con nosotros a través de este email: trivero@adventista.es. Y te daremos todas las instrucciones para que puedas servir a Dios y a la comunidad Sorda.

Revista Adventista de España