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La guerra y la violencia han pasado a ser hechos usuales en el mundo actual. ¿Cómo reaccionamos? ¿Qué hacemos para promover la paz? Estas son preguntas que como cristianos no podemos evadir.

¡La guerra comenzó! De pronto te encuentras cara a cara con asuntos que nunca antes habías tenido que enfrentar. Las discusiones de tus clases de ética ahora se hacen realidad. Ya no se trata de debates acalorados. La guerra es real y tienes que tomar algunas decisiones difíciles.

¿Qué deberías hacer? Un buen punto de partida es considerar qué hubiera hecho Jesús si hubiese tenido que enfrentar estos dilemas. El Sermón del Monte contiene muchas recomendaciones acerca de estos asuntos. Jesús es claro y contundente: “Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios. No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:9, 39, 44).1

Jesús no se limitó a meras instrucciones; él actuó. Cuando los soldados y líderes de la nación fueron al Getsemaní a arrestarlo, no intentó defenderse. Cuando Pedro empuñó la espada para protegerlo le dijo: “Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que tomen espada, a espada perecerán” (Mateo 26:52). Cuando fue crucificado, podría haber pedido ejércitos de ángeles que lo liberasen de la crueldad de la cruz, pero Jesús eligió morir antes que matar.

Los principios de Cristo respecto a la guerra y la violencia se aplican aún hoy. En la mayor parte de los países, el gobierno espera que los cristianos porten armas. Sin embargo, hay varias formas de vivir de acuerdo al ejemplo de Jesús. La forma de proceder puede depender del entorno y trasfondo personal, pero existen por lo menos ocho opciones que el cristiano puede considerar.

1. Mudarse

Jesús enseñó claramente que no deberíamos responder a la violencia con violencia, pero no nos enseñó a buscar la persecución, poner en riesgo nuestras vidas o permanecer en medio de un clima político tenso. No deberíamos salir corriendo a las montañas apenas surjan pequeños problemas, pero habrá momentos en los cuales los seguidores de Jesús emularán a los primeros creyentes de Jerusalén (Hechos 8). Cuando surgen conflictos violentos, persecuciones o actividades bélicas, una mudanza puede ser la solución. Los cristianos amantes de la paz han optado por esta alternativa por muchos siglos: los menonitas, primera iglesia de paz en la historia, se han esparcido por el mundo, justamente porque buscaban países en los cuales no tuviesen que involucrarse en el servicio militar.

Hace poco estaba hablando acerca de la guerra con mi hija de diez años. ¿Cuál fue su sugerencia? “¿Por qué no nos vamos a otro país donde no estén peleando?” Por supuesto, una decisión de esta magnitud no se puede tomar rápida o fácilmente. A pesar de ello, estoy convencido que la idea es válida. Después de todo, aquí en la tierra “no tenemos una ciudad permanente, sino que buscamos la ciudad venidera.” (Hebreos 13:14 NVI). La decisión de trasladarse puede ser una forma de proclamar que el reino de Dios es para nosotros más importante que nuestras pertenencias mundanales.

2. Quedarse

No todos pueden mudarse y algunos pueden deliberadamente decidir quedar. A veces huir puede dar la impresión de una negación a la responsabilidad con la sociedad y seguir a Cristo quizás signifique quedar y servir. Permanecer, pero sin involucrarse en la violencia, puede servir de ejemplo para otros. La firme posición de un cristiano de no participar en actividades bélicas, es un testimonio silencioso pero visible, a favor del evangelio.

Sin embargo, en algunos casos quedarse no es la decisión más correcta. Recordemos a Dietrich Bonhoeffer, el teólogo y pastor alemán. Nacido en 1906, llegó a ser profesor universitario con apenas 24 años teniendo por delante la posibilidad de realizar una brillante carrera académica. Fue uno de los pocos en reconocer bien temprano los peligros inherentes al socialismo nacional propuesto por Hitler y el efecto que esto tendría en la Iglesia Confesante, un movimiento de la iglesia protestante alemana que se oponía a la influencia del Estado. Era muy respetado como catedrático y pastor tanto en Estados Unidos como en Inglaterra. Le hubiera sido sencillo salir de Alemania hacia la seguridad del extranjero y así salvarse de la persecución nazi y la muerte. Pero Bonhoeffer decidió quedar, a fin de apoyar la oposición silenciosa, dejando que su vida y ministerio testificaran acerca de la ética cristiana y la verdad. Su decisión le costó la vida; una resolución con alto costo, pero puede ser el camino de Cristo para algunos.

3. Palabras de paz: consolación

Quizá la respuesta más natural de un cristiano debería ser el hablar palabras de paz y consolación. Cristo dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo” (Juan 14:27). No importa si partimos o quedamos, hacer eco de estas palabras dondequiera que el Señor nos coloque es nuestra primera misión y la que nos debería dar mayor alegría.

Durante la guerra de Bosnia-Herzegovina a comienzos de la década de 1990, Sarajevo, la capital, estaba rodeada de enemigos. El sitio duró casi cuatro años y escapar o ingresar a la ciudad era muy difícil. Sin embargo, el pastor adventista Mirko Milovanovi, decidió ir a Sarajevo y servir como consejero, escuchando a la gente, animándola, consolándola y orando con ellos. Podría haber elegido permanecer en un área más tranquila donde su vida no hubiese corrido peligro. Pero él sabía que su deber era llevar palabras de consuelo a otros y no simplemente salvar su vida.

4. Palabras de paz: confesar, testificar, testimoniar

La frase “Palabras de paz” quizás moleste a algunos. Quienes apoyan la guerra pueden pensar que los que están hablando acerca de paz en realidad están luchando contra ellos. Sin embargo, los cristianos no pueden callar. Dado que somos una comunidad religiosa, debemos hablar acerca de la paz. De hecho, como adventistas hemos hecho lo correcto al publicar varias declaraciones de paz.2 En una la declaración de “Paz”, de 1985 afirmamos: “La Iglesia Adventista del Séptimo Día urge a cada nación a convertir ‘sus espadas en rejas de arado’ y ‘sus lanzas en hoces’ (Isaías 2:4). En un mundo lleno de odio y luchas, un mundo lleno de conflictos ideológicos y militares, los adventistas del séptimo día desean ser conocidos como pacificadores y trabajar para la justicia y la paz mundial, con Cristo encabezando una nueva humanidad”.

Una postura tal significa expresar lo que pensamos cada vez que los países se involucren en guerras. Deberíamos dejar bien claro que no podemos apoyar el uso de violencia. Este no es un asunto flexible. Como responsables ciudadanos terrenales y del Reino de Dios, nuestra posición inequívoca debería ser la promoción de la paz, el rechazo de la actividad militar y el reproche hacia quienes defienden la violencia. Por supuesto, para seguir este plan de acción debemos ser “prudentes como serpientes y sencillos como palomas” (Mateo 10:16) dejando en claro que la Iglesia Adventista es una iglesia de paz.

5. Paz en acción: curación

La quinta forma de seguir a Cristo en tiempos de guerra es a través del ministerio de curación. Esta ha sido la táctica adventista por muchas generaciones. La guerra civil americana estaba en pleno desarrollo, reclutando jóvenes para el servicio militar, cuando nuestra denominación se organizó oficialmente en 1863. ¿Qué hicieron los adventistas? Después de una acalorada discusión dentro de la denominación que estaba surgiendo, se llegó al consenso que no servirían como soldados sino que lo harían como no-combatientes, cuidando a los enfermos y heridos.

Este tipo de ministerio es una aplicación directa de la amonestación de Elena White de evitar portar armas pero servir al país de todas formas. Sus palabras, registradas durante la guerra civil norteamericana, aún se pueden aplicar hoy en día: “Se me mostró que el pueblo de Dios, que es su tesoro peculiar, no puede comprometerse en esta guerra desconcertante porque se opone a todos los principios de su fe. En el ejército no podrían obedecer la verdad y al mismo tiempo obedecer los requerimientos oficiales. Se produciría continuamente una violación de la conciencia”.3

6. Paz en acción: reconciliación

Aunque el ministerio de Jesús implicaba enseñar y sanar, su tarea más importante fue la de reconciliar la humanidad con Dios. Por ello, los emprendimientos pacifistas de los cristianos deben incluir el ministerio de reconciliación, incluso entre grupos que están en conflicto. El novelista austríaco Stefan Zweig dijo: “Tal como para la guerra, se necesita alguien para iniciar la paz”. ¿Por qué no podrías ser tú esa persona?

Es triste notar que a lo largo de la historia apenas unos pocos líderes cristianos han trabajado en pro de la reconciliación entre bandos enfrentados. El arzobispo sudafricano Desmond Tutu es uno de ellos. Cuando el apartheid desembocó en enfrentamientos violentos, el arzobispo Tutu habló en contra de la deplorable política de la segregación racial pero a la par trabajó continuamente para reconciliar los grupos enfrentados. Cuando terminó el apartheid y surgió una nueva Sudáfrica, lideró la Comisión Nacional de la Verdad y Reconciliación, un abordaje nuevo e histórico en el tratamiento de la violencia, el crimen del pasado y el ardiente deseo de venganza. En lugar de recurrir a leyes de revancha y retribución, el arzobispo Tutu lanzó un movimiento nacional de confesión, perdón y reconciliación. ¿Cuál fue el resultado? Se evitó el derramamiento de sangre y así surgió una comunidad unificada y reconciliada, en la cual ambas partes estaban igualitariamente representadas. ¿Será que los adventistas podemos llegar a ser conocidos en todas partes como el pueblo de la verdad y la reconciliación?

7. Arriesgando la propia vida

Muchos países no ofrecen la opción de no-combatiente para quienes no quieran portar armas. El servicio militar, ya sea obligatorio o voluntario, requiere entrenamiento y el portar armas. No existen alternativas. En mi país, Alemania, los jóvenes ahora tienen la opción de elegir servir en un hospital o en asilos de ancianos pero este tipo de libertad no siempre fue posible.

En caso de que no exista esta libertad, ¿qué se debería hacer? ¿Qué haría Jesús? Estoy convencido que él hubiese tomado el camino difícil. Analicemos el caso de Franz Hasel, un colportor adventista. Su historia, contada por su hija Susi Hasel Mundy en el libro titulado Mil caerán4, es increíble. Cuando fue reclutado durante la Segunda Guerra Mundial, acudió al Señor en oración. “Ayúdame a mantenerme fiel a mis creencias aun en el ejército. Ayúdame para que no tenga que matar a nadie” y para asegurarse de no actuar en contra de su oración, reemplazó su pistola por un pedazo de madera que tenía la misma forma. Ese acto le podría haber costado la vida pero una serie de milagros se la preservaron; no tuvo temor de arriesgarse a cambio de defender su fe.

8. Dando la vida

La octava forma de seguir a Jesús en tiempos de guerra es la más difícil. Arriesgar la vida es un acto impresionante, pero ¿darla? Dios no espera esto de cada persona, pero un día puede ser que tengas que decidir entre aceptar matar o aceptar ser muerto.

Hace siete años vivía cerca de Arusha en Tanzania, lugar donde sesiona el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR). Esta es la corte que trata los casos de personas acusadas de haber estado involucradas en el genocidio de 1994. Lamentablemente varios adventistas también tuvieron que comparecer. Uno de ellos, un pastor y líder jubilado. Los jueces del TPIR declararon que no participó en la planificación o implementación de actos de genocidio. Sin embargo, le dieron una condena de diez años por “complicidad y ayuda en el genocidio”.

¿Por qué recibió este veredicto? En medio de la violencia, con la milicia tutsi atacando el país desde el norte y los hutus acribillando a cientos de miles de tutsis en el país, ¿qué podía hacer un pastor? Él era la autoridad en el campo de la misión que incluía un hospital y un colegio. Aunque los jueces no pudieron encontrar que fuese responsable de promover la injusticia, lo condenaron como culpable porque no había hecho todo lo que podría haber hecho. En otras palabras, él debería haber frenado la milicia, arriesgado su vida y en último caso aceptado sacrificar su vida por el bien de otros.

No estoy seguro cómo habría actuado yo en este caso, pero los jueces probablemente querían dejar en claro: los cristianos, debemos estar dispuestos a rendir nuestras vidas en lugar de matar o tolerar asesinatos que siempre vienen asociados a guerras o violencias comunitarias.

¿Qué haría Jesús?

En un mundo lleno de violencia, injusticia y guerra, Jesús no mostró amargura. En lugar de eso, consoló. En un clima lleno de nacionalismo, no tomó partido; por lo tanto ambos bandos lo veían como enemigo. En una era caracterizada por temor, él no quedó callado sino que habló la verdad. En una sociedad en la cual la pertenencia a un grupo significaba que uno estaba en contra del otro, sentó las bases para la reconciliación. ¿Estás listo para seguirlo?

Referencias

  1. Los versículos son de la versión Reina Valera 1995.
  2. Ver “https://www.adventist.org/beliefs/statements”
  3. Elena White, Testimonios para la iglesia (Miami, Florida: Asoc. Publicadora Interamericana, 2003), vol. 1, p. 322.
  4. (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2001).
Revista Adventista de España