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Imagine que el primer rostro que vio alguna vez fue el de Dios. Imagine que la primera voz que escuchó, fue su voz. Eso sucedió con Adán y Eva. «Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente» (Gén. 2:7).

«De la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre» (vers. 22).

Cuando Adán y Eva abrieron sus ojos, observaron el rostro amante de Jesús, y lo primero que escucharon provino de su voz melodiosa.

Todo era perfecto en el hermoso hogar del jardín. Disfrutaban la compañía de ángeles, de sí mismos y del mismo Dios. Elena White describe la escena: «La santa pareja eran no solo hijos bajo el cuidado paternal de Dios, sino también estudiantes que recibían instrucción del omnisciente Creador. Eran visitados por los ángeles, y se gozaban en la comunión directa con su Creador, sin ningún velo que la oscureciera». [1]

Sin embargo, una vez que el pecado entró al mundo, todo salió terriblemente mal. En lugar de deleitarse en reunirse con Dios, nuestros primeros padres huyeron con temor, buscando esconderse. Por supuesto, nadie puede esconderse de Dios.

De lo mucho que perdieron ese día, una de las cosas más dolorosas fue el privilegio de una comunión abierta y cara a cara con Dios. «En su inocencia, Adán había gozado de abierta comunión con su Hacedor; pero el pecado produjo separación entre Dios y el hombre, y solo la expiación de Cristo podía salvar el abismo, y hacer posible la transmisión de las bendiciones de la salvación entre el cielo y la tierra».[2]

Dios no nos abandonó

Cuando amamos a alguien, queremos hablar con esa persona y pasar tiempo juntos. Los que somos padres anhelamos pasar tiempo con nuestros hijos; compartir experiencias y enseñanzas, animarlos y ayudarlos toda vez que sea necesario. Queremos darles el don de estar allí para comunicarnos.

Si los seres humanos anhelamos tanto comunicarnos con los que amamos, ¿cuánto más nuestro Padre celestial anhela comunicarse con nosotros? Jesús dijo: «Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas cosas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?» (Mat. 7:11).

Dios no abandonó a su pueblo, dejándolos a la merced de los designios del maligno. Dado que Dios ya no podía hablar cara a cara con la humanidad caída debido a la barrera del pecado, ni enseñarles como lo había hecho antes, creó otras maneras de comunicar al mundo su instrucción importante y de salvación.

La Biblia identifica al menos nueve avenidas que Dios ha usado para comunicarse con las personas: (1) los ángeles; (2) la creación (la naturaleza); (3) la nube/la columna de fuego; (4) el Urim y el Tumim; (5) sueños; (6) una voz del cielo; (7) el Espíritu Santo que guía a individuos; (8) la persona de Cristo; y (9) los profetas.

Aunque Dios ha usado todos esos métodos de comunicación, «las principales revelaciones de la voluntad de Dios para enseñanza de la iglesia en todas las edades han sido dadas por medio de los profetas»,[3] siendo Jesús el principal de todos ellos (Luc. 24:19; Mat. 13:57, 58). Los profetas de Dios son tan importantes que la Biblia nos asegura: «Porque no hará nada Jehová, el Señor, sin revelar su secreto a sus siervos los profetas» (Amós 3:7).

¿Por qué Dios envió a los profetas?

¿Por qué Dios envió profetas? La Biblia nos da la respuesta: «Porque tenía misericordia de su pueblo» (2 Crón. 36:15).

El contexto de este pasaje resulta interesante. El reino de Judá había perdido mucho y se encontraba al borde de la cautividad y destrucción babilónica. Después de una serie de reyes malvados, Sedequías, el último rey de Judá, y «todos los principales sacerdotes y el pueblo aumentaron la iniquidad, siguiendo todas las abominaciones de las naciones y contaminando la casa de Jehová, la cual él había santificado en Jerusalén» (vers. 14).

Esto se produjo a pesar de que Dios envío numerosos profetas, entre ellos a Jeremías, «que le hablaba de parte de Jehová» (vers. 12). Esos mensajeros proféticos fueron enviados porque «tenía misericoridia de su pueblo» (vers. 15).

¿Cómo respondió el pueblo de Dios? «Se [mofaron] de los mensajeros de Dios, y [menospreciaron] sus palabras, burlándose de sus profetas, hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y no hubo ya remedio» (vers. 16).

Es algo muy serio despreciar los mensajes que Dios envía por medio de sus profetas. En este caso, resultó en la muerte de jóvenes, mujeres, ancianos e incluso de los que buscaron refugio en el Santuario de Dios. Los tesoros restantes del Santuario fueron saqueados y la casa de Dios fue quemada. Los muros de Jerusalén fueron derribados y la ciudad destruida. Los que sobrevivieron fueron llevados cautivos a Babilonia.

De todo esto les había advertido el Señor por medio de sus profetas (vers. 15), entre ellos Jeremías, pero el pueblo se rehusó a escuchar.

Es triste pensar que los profetas de Dios, y los mensajes que envió por medio de ellos, a menudo han sido rechazados. A pesar de ello, Dios ha seguido manteniendo un canal profético de comunicación con su pueblo, que es la niña de sus ojos (Deut. 32:10; Zac. 2:8).

Dios obra mediante los profetas

A lo largo de las edades Dios ha dado mensajes vitales de salvación por medio de sus profetas. Los profetas son personas comunes que Dios ha elegido para que lo representen, al recibir sus mensajes divinos y compartirlos fielmente con su pueblo.

Dios habló a sus profetas en visiones y sueños; y los profetas, bajo la conducción del Espíritu Santo, transmitieron lo que vieron y escucharon usando sus propias palabras: «Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo» (2 Ped. 1:21).

Los profetas han jugado un papel vital a lo largo de la historia, ilustrando por qué Dios ha bendecido a su pueblo al enviarlos. En el libro Mensajera del Señor, Herbert Douglass ofrece ocho razones por las que Dios usó profetas «en vez de algún recurso dramático que atrajese la atención, como escribir en las nubes o proclamar estruendosamente su voluntad cada mañana al amanecer».[4]

  1. Los profetas prepararon el camino para el primer advenimiento de Cristo.
  2. Como representantes del Señor, los profetas mostraron al pueblo que Dios valoraba a los seres humanos lo suficiente como para elegir entre ellos hombres y mujeres que lo representasen.
  3. Los profetas eran un continuo recordativo de la cercanía y la accesibilidad de la instrucción de Dios.
  4. Los mensajes a través de los profetas cumplían los mismos propósitos que una comunicación personal del Creador.
  5. Los profetas eran una demostración del tipo de compañerismo con Dios y de la gracia transformadora del Espíritu Santo que podían experimentarse en la vida de un ser humano.
  6. La presencia de los profetas ponía al pueblo a prueba en cuanto a su actitud hacia Dios.
  7. Los profetas ayudaron en el plan de salvación, porque Dios ha usado consistentemente una combinación de lo humano y de lo divino como su medio más efectivo para alcanzar a la humanidad perdida.
  8. El producto sobresaliente de los profetas es su contribución a la Palabra Escrita.[5]

La profecía como don

Está claro que los profetas sirven como un enlace clave de comunicación entre Dios y los seres humanos. Muchos de los mensajes divinos de instrucción, explicación, advertencia, reproche, aliento y planes finales nos son preservados mediante la Biblia, que es la Palabra escrita de Dios.

La Biblia es una colección de los mensajes de Dios para su pueblo y un registro de su obra entre ellos, escrita por sus profetas durante un período de casi mil seiscientos años (desde Moisés al apóstol Juan) según fueron inspirados por Dios.

El don de profecía es uno de los dones del Espíritu enumerado en 1 Corintios 12, y la Palabra de Dios indica que estará presente al fin de los tiempos. Al identificar al pueblo remanente de Dios para los últimos días, leemos: «Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer y se fue a hacer la guerra contra el resto de la descendencia de ella, contra los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo» (Apoc. 12:17).

En relación con este pasaje y el concepto del Dios que habla mediante sus profetas, leemos las palabras del ángel a Juan: «Yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos que mantienen el testimonio de Jesús. ¡Adora a Dios! (El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía)» (Apoc. 19:10).

Los adventistas creemos que en su sabiduría y compasión, Dios levantó un profeta para estos últimos días. Aunque no es necesario mencionar todas las pruebas de un profeta aquí, una prueba importante es que un verdadero profeta jamás contradecirá mensajes previos dados por medio de los profetas de Dios, porque «los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas» (1 Cor. 14:32) y «si no dicen conforme a esto, es porque no les ha amanecido» (Isa. 8:20).

A lo largo de sus escritos, cartas, sermones y mensajes, Elena White ratifica la Biblia y jamás contradice sus enseñanzas. Millones han sido llevados a Jesús mediante su ministerio profético; otros millones han sido bendecidos mediante los consejos dados por Dios, que ella comparte. Sus perspectivas sobre vida sana, educación, ministerio y otros temas siguen siendo indicadores para el pueblo de Dios actual. Las advertencias de lo porvenir y las instrucciones de cómo prepararse mejor son mensajes que benefician a aquellos que los toman en serio.

Durante esta Semana de oración, los animo a que consideren el increíble don de sabiduría y compasión que Dios nos ha dado mediante sus profetas, y que recuerden las bendiciones que provienen de prestar atención a su Palabra. «Creed en Jehová, vuestro Dios y estaréis seguros; creed a sus profetas y seréis prosperados» (2 Crón. 20:20).

Sugerencias de oración

  1. Ore por la capacidad, dada por el Espíritu Santo, de escuchar lo que Dios le está diciendo por medio de sus profetas.
  2. Ore reflexionando en las bendiciones que Dios ha otorgado mediante el aliento de las palabras proféticas en sus vidas.
  3. Pídale a Dios que le otorgue una mente clara sobre el papel de Elena White, su profetisa para los últimos días.

Autor: Ted N. C. Wilson, presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Se puede consultar artículos y comentarios adicionales de la presidencia en Twitter: @pastortedwilson y en Facebook: @Pastor Ted Wilson.

NOTAS
[1] Elena White, Patriarcas y profetas (Mountain View, Calif.: Pacific Press Pub. Assn., 1954), p. 32.
[2] Ibíd., p. 53.
[3] T. Housel Jemison, A Prophet Among You (Mountain View, Calif.: Pacific Press Pub. Assn., 1955), p. 23.
[4] Herbert E. Douglass, Mensajera del Señor. El ministerio profético de Elena G. de White (Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2000), p. 10.
[5] Ibíd.

ESPECIAL NIÑOS: ¿Por qué Dios envió a los profetas?

Gema para memorizar: «Porque no hará nada Jehová, el Señor, sin revelar su secreto a sus siervos los profetas» (Amós 3:7).

Volody y las bestias

¿Qué es eso ahí tirado en el piso? Volody, un niño de diez años, se agachó y tomó un libro que alguien seguramente había dejado caer. La portada decía: Santa Biblia. El muchachito ucraniano jamás había estado en una iglesia, pero había escuchado que la Biblia hablaba de milagros, y las cosas sobrenaturales le interesaban. Tomó la Biblia, que era una versión para niños sin capítulos ni versículos, y la llevó a su casa.

En los días siguientes, Volody leyó porciones de la Biblia. Aun así, el Dios de la Biblia le parecía lejano, alguien con quien un niño no se podía relacionar fácilmente. Volody dejó a un lado la Biblia y se olvidó de ella.

Un día, mientras estaba esperando en una fila para comprar algo de pan para su madre, un cartel de propaganda le llamó la atención. ¿De qué hablará eso?, se preguntó Volody. En el póster había monstruos extraños, ¡y algunos de ellos tenían más de una cabeza! Al mirarlo más de cerca, vio que se mencionaba a la Biblia. Según el póster, esos monstruos tenían algo que ver con las profecías en el libro de Daniel.

No me interesa la Biblia, pero tengo que aprender más sobre esos monstruos, se dijo Volody. Además, el orador era estadounidense. Los funcionarios del gobierno habían advertido: «¡Esos estadounidenses realmente son unos diablos!» Otros habían dicho: «¡Tienen cuernos y colas!» Como Volody no tenía otra manera de saber si era verdad, decidió ir personalmente, así que miró bien la hora y el lugar de la primera reunión. ¡Tengo que ver esto por mí mismo!, pensó.

Cuando llegó el día de la reunión, Volody buscó un lugar y aguardó el comienzo de la presentación. ¿Qué aspecto tendría el estadounidense? Cuando apareció el orador, vio que no tenía ni cola ni cuernos. En efecto, ¡parecía un ser humano normal!

Volody se quedó para la presentación y aprendió que esas bestias representaban sucesos importantes del futuro. Eso se llamaba «profecía». Además, escuchó que el orador hablaba de Jesús. ¡En realidad, cientos de profecías de la Biblia se referían a él! El estadounidense habló de cómo Jesús amaba tanto a las personas que había muerto por ellas, ¡y hasta por niños como él! Lo más asombroso, aprendió que Jesús regresaría a llevar a las personas al cielo. Otras profecías bíblicas hablaban de ese evento futuro. Por alguna razón, parecía que la Biblia que Volody había hallado no había incluido esa parte.

Tiempo después, encontró la iglesia adventista y al ir, comenzó a aprender más de las profecías y de Jesús. Aceptó a Jesús como su Salvador y prometió servirle sin importarle lo que sucediera. Hubo momentos en los que no fue fácil hacerlo, pero Volody cumplió su promesa.

Volody aprendió mucho sobre el futuro cuando asistió a esas reuniones de profecía, pero había algo en su propio futuro que no podía ver. Con los años, llegó a ser pastor adventista y se mudó a los Estados Unidos. Hasta el momento, los únicos estadounidenses que ha visto con cuernos y cola son los que salen a la calle en Halloween. Representan al diablo, ¡y Volody no quiere saber nada con ello!*

*Historia adaptada de Ellen Weaver Bailey, «Volody and the Weird Beasts», Guide, 23 de abril de 2016.

Para pensar

  • ¿Por qué Dios ha enviado profetas?
  • ¿Puedes pensar en una profecía bíblica? ¿Quién dio el mensaje? ¿De qué trataba?
  • ¿Te gustaría ser profeta? ¿Por qué sí o por qué no?

Manos a la obra

Solo por probar, escribe exactamente las que crees que serán las primeras palabras que escucharás mañana al salir de tu casa. Mañana, escucha con atención. ¿Acertaste o no? Si es así, ¿te convierte eso en un profeta? ¿Por qué sí o por qué no?

Asombra a un amigo mostrándole la profecía de Ciro en Isaías 45:1-3. ¿Cuál fue la respuesta de tu amigo? ¿Por qué crees que tu amigo reaccionó de esa manera?

Autor de las Lecturas de niños: Randy Fishell. Fue editor de la revista Guide.

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