Me siento frente al ordenador. Al otro lado de la ventana la temperatura es alta. Aunque ha terminado el período vacacional y poco a poco volvemos a la rutina, fuera sigue siendo verano y el calor es intenso.
Le pido a Dios inspiración para poder escribir algo motivador. Es hora de volver a poner en marcha a la iglesia… Aunque es cierto: la iglesia nunca deja de estar en movimiento porque está formada por nosotros, personas que nos movemos. Hemos sido iglesia en los aviones, en los campings, en las playas o montañas que han presenciado nuestro alejamiento de la rutina.
Pero ahora volvemos a congregarnos y somos iglesia de una forma comunitaria. Calendario de predicaciones, semanas especiales, actividades varias y envolviéndolo todo: la misión. Compartir el evangelio y vivir en amor las relaciones fraternales a la espera del cumplimiento de la gran promesa de Jesús: «¡Volveré!»
Ha pasado el verano, pero no del todo
Lo dicho: el verano ha pasado, pero no del todo. Escribo esa palabra en la concordancia y obtengo veintidós entradas. En castellano, la palabra «verano» aparece esa cantidad de veces en mi Reina Valera 95.
De las veintidós veces, selecciono cinco textos para recalcar tres ideas:
«Mientras la tierra permanezca, no cesarán la siembra y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche» (Gén. 8:22). Y otro muy similar que encontramos en el Salmo 74:16-17: «Tuyo es el día, tuya también es la noche; tú estableciste la luna y el sol. Tú fijaste todos los términos de la tierra; el verano y el invierno tú los formaste»
«El que recoge en verano es hombre sensato, pero el que duerme en tiempo de siega, avergüenza» (Prov. 10:5). Y aún otro muy parecido: «Cuatro de las cosas más pequeñas de la tierra son más sabias que los sabios: las hormigas, pueblo que no es fuerte, pero en verano preparan su comida…» (Prov. 30:24-25).
«¡Pasó la siega, se acabó el verano, pero nosotros no hemos sido salvos!» (Jer. 8:20).
Los dos primeros textos afirman que el Creador ideó el verano como parte del proceso natural de la vida. El verano forma parte del plan de Dios y como tal, tiene una utilidad específica.
La finalidad del verano
De esa finalidad nos hablan los dos textos siguientes: el verano es un tiempo de recoger, de preparar, de anticiparse a los tiempos complicados que, sin duda, llegarán. Así, el sabio nos anima a observar a esos animalitos que, sin ser demasiado fuertes, saben que de lo que hagan hoy vivirán mañana.
Por último, el dramático texto de Jeremías, que no necesita demasiado comentario, pero que me ayuda a enfocar la lección espiritual que quiero compartir con mi amada iglesia.
Hermano y hermana en Cristo: pasó el verano, pero ¿lo hemos aprovechado? ¿Hemos vivido una experiencia bonita con el Señor o también nos hemos tomado vacaciones espirituales? Quizás no hayas pisado una iglesia en todo el verano, pero ¿has sido iglesia para todo aquellos con los que te has relacionado?
Llega septiembre y deseo que la iglesia empiece fuerte, con ilusión. Hay quien necesita descansar del verano porque a veces es demasiado intenso. Parece paradójico, pero hay quien necesita vacaciones para recuperarse de las vacaciones.
Ahora bien, llega septiembre y no es momento de cruzarse de brazos. Escuchemos a Jesús: «¿No decís vosotros: “Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega»? Yo os digo: Alzad vuestros ojos, y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega” (Juan 4:35). Hay mucho que hacer y necesitamos mirar hacia donde están aquellos que todavía no conocen a Jesús. Mirad los campos. Hay quien pasa demasiado tiempo quejándose de lo que pasa «en» la iglesia porque han dejado de mirar hacia donde Jesús nos señala que hay que mirar.
Terminó el verano, ¿y ahora qué?
El verano se ha acabado, pero el año sigue. No es hora de concentrarnos en lo que la iglesia me puede ofrecer, sino en pedirle a Dios que me ayude a ser iglesia ofreciendo un lugar de refugio a aquellos que, golpeados por la vida, necesitan paz. «Bienaventurado – dirá Jesús – aquel siervo al cual, cuando su señor venga, lo halle haciendo así» (Mat. 24:46).
Dios sabe qué tipo de verano hemos vivido. Ojalá hayamos acudido a Jesús para que él nos haya podido dar el pan que ahora estamos dispuestos a ofrecer a los demás. El Señor está por volver y, aunque lo hemos dicho mucho, esta verdad está cada vez más cercana. Ojalá que, cuando finalmente venga, nos encuentre a ti y a mí ofreciendo pan al hambriento, agua al sediento, refugio al extranjero, vestido al desnudo, consuelo al enfermo y compañía al preso.
Queridos hermanos en Cristo: volvemos a la iglesia, pero no para hacerla rutinaria, formal y fría. Volvemos para celebrar la cosecha que ha de venir. Volvemos para preparar la comunidad que, por la gracia de Dios, ha de seguir creciendo a medida que el Señor añade a la iglesia a los que han de ser salvos (ver Hechos 2:47).
No es tiempo de perder de vista a Jesús, «antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén». (2 Ped. 3:18).
Autor: Óscar López, presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
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