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Démonos prisa, Abasi, Damisi y Halima –dijo el abuelo Ade a sus tres nietos–. Tenemos que tener estas canastas de alimentos listas.

– Ya está casi terminado, abuelo –respondieron los tres al unísono.

Al abuelo Ade le encantaba ayudar a todos los necesitados de su vecindario. Ayudaba a pagar honorarios médicos, alimentaba a los que tenían hambre, conseguía juguetes para los niños, e incluso dejaba que algunos que estaban sin techo permanecieran en la parte trasera de su casa durante un par de noches.

Cada vez que llegaba un festival, preparaba canastas de comida para dar a las familias que vivían en la zona más pobre de la ciudad. Este año no fue diferente.

– Bien, niños, ¿tenemos la lista de direcciones?–preguntó el abuelo.

– Sí, sí, no te preocupes, todo está en orden –los tres niños aseguraron al abuelo. Juntos, comenzaron entonces su trayecto
de distribución.

– Hola, señora Pérez. Aquí tiene una ca­nasta de alimentos para usted –dijo Abasi, emocionado, mientras entregaba la canasta a la mujer que abrió la puerta.

– Muchas gracias. ¿Cómo puedo pagarte? –dijo la señora Pérez, con una sonrisa en su rostro–. Oh, ¡hay comida para mis hijos!

– No hay necesidad de pagar. Siempre es­ tamos aquí para usted –respondió el abuelo Ade amablemente.

Mientras los cuatro continuaban de casa en casa, había alegría en sus corazones al compartir con los demás las muchas bendiciones que habían recibido de Jesús. Finalmente, terminaron su distribución y se sentaron a tomar un refresco.

– Abuelo, ¿por qué haces esto todos los años? –preguntó Halima.

– ¿Qué pasa si el dinero se acaba? –dijo Damisi, con brillo en sus ojos.

– Niños, Jesús nos ha dado un montón de bendiciones, y debemos compartirlas con otras personas que tienen menos –explicó el abuelo Ade–. Pero, recuerden que al estar interesados en otros podemos ayudarlos a conocer a Jesús, que es el Dador de todas las bendiciones.

– Tienes razón, abuelo. ¡Me sentí feliz esta noche cuando repartimos la comida! –exclamó Halima–. ¡Quiero hacer lo que Jesús nos pida que hagamos!

Gema para memorizar:

“Entonces el amo le dijo al criado: ‘Ve por los caminos y los cercados, y obliga a otros a entrar, para que se llene mi casa’ ” (Luc. 14:23, DHH).

Piensa

• ¿Por qué crees que Jesús nos pide que ayudemos a los necesitados?

• ¿Con qué frecuencia y con cuánto debemos ayudar? ¿Será que siempre tienes que dar solo cosas materiales?

Vive

• Especifica una o dos cosas que podrías hacer de manera habitual para ayudar a los menos afortunados en tu vecindario.

Tacha las letras dobles y organiza la declaración con espacios adecuados para leer lo que Elena de White nos aconseja en El ministerio de curación sobre alcanzar a la gente en la comunidad.

HHaayyquueealliivviarraalloospoobbrrees,

aateendderraallosseenfferrmmoos,

ccoonssoollaarraaloossaaffliggiiddoossyyddollieentteess,

iinnssttrruuiirraloossiiggnoorraantteessyy

aaccoonnsseejjarralloossinneexxppeerrtooss.

Hhemmossddeelllloorraarrccoonlloossqquue

lllloorrannyrreggoccijjarrnnoosscconnloossqquuesseereggooccijjaann.

La respuesta se puede encontrar en: Elena de White, El ministerio de curación, p. 86.

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