En la multiplicación de los panes y los peces, encontramos una hermosa enseñanza para nuestra vida.
«Cuando Jesús alzó la vista y vio una gran multitud que venía hacia él, dijo a Felipe:
―¿Dónde vamos a comprar pan para que coma esta gente?
Esto lo dijo solo para ponerlo a prueba, porque él ya sabía lo que iba a hacer.
―Ni con el salario de ocho meses podríamos comprar suficiente pan para darle un pedazo a cada uno —respondió Felipe». (Juan 6:1-15)
Imagina una tarde cálida junto a una colina, donde una multitud se reúne porque quiere escuchar más de Jesús. Tanto se enfocan en Él que ni siquiera se dan cuenta de que están lejos de casa, sin comida y con el estómago vacío. Es aquí donde ocurre uno de los milagros más famosos: la multiplicación de los panes y los peces.
Es una historia que nos muestra algo muy importante: lo poco que tenemos puede ser mucho cuando lo entregamos en las manos de Jesús. Este relato nos enseña el poder de la generosidad, la fe y la disposición de compartir, sin importar cuán pequeño sea nuestro aporte.
Acepta el desafío: lo poco también cuenta
Cuando Jesús vio a la multitud, les dijo a sus discípulos: «¿De dónde compraremos pan para que coman todos?». Una pregunta que los dejó perplejos. Felipe, con una lógica muy humana, respondió: «Esto no alcanza ni para comenzar».
¿Cuántas veces miramos lo que tenemos y pensamos que es insuficiente? Pero aquí hay algo crucial: Jesús no se fija en lo que falta; Él ve lo que tenemos y lo transforma. No tengas miedo de lo que parece pequeño o insuficiente en tus manos. Reconocer nuestras limitaciones no es el final, es el inicio. Lo importante es estar dispuestos a entregarlo todo a Dios.
Sé humilde: deja que otros participen
En medio de la multitud, aparece un niño. No tenía mucho, solo cinco panes y dos peces, pero los puso en manos de Jesús. Piensa en esto: un niño que confía y entrega todo lo que tiene, sin guardarse nada.
El niño no era un líder ni alguien importante, pero su acción fue clave.
Jesús no está buscando a los más grandes o a los más fuertes. Está buscando a quienes estén dispuestos a compartir lo que tienen, sin importar cuánto sea. A veces, lo más grande que podemos hacer es dar un paso atrás y dejar que otros participen. Cuando compartimos con humildad, Dios se encarga del resto.
Distribuye con fe y recoge los frutos
Jesús tomó esos panes y peces, dio gracias y los repartió. La comida no solo alcanzó para todos, ¡sobró! Doce canastas llenas. ¿Te imaginas? Lo que parecía poco se convirtió en abundancia.
Esto nos enseña algo importante: cuando compartimos lo que recibimos, no nos quedamos sin nada. Al contrario, Dios nos da más para seguir dando. Pero Jesús también pidió que recogieran lo que sobró, para que nada se desperdiciara.
Dios multiplica lo que ofrecemos, pero también nos llama a ser responsables con sus bendiciones. Cada don tiene un propósito, y debemos usarlo bien para bendecir a otros.
Esta historia nos deja un mensaje claro: lo que parece pequeño en nuestras manos puede ser grande en las de Jesús. Todo lo que damos, por pequeño que sea, puede transformar vidas.
Hoy, Jesús nos invita a confiar en Él, a entregar lo que tenemos con generosidad y fe. No importa cuánto sea, porque Él lo multiplicará. Tu donación, tu esfuerzo, tu tiempo, todo tiene valor cuando lo pones al servicio de Dios. ¿Estás dispuesto a confiar en Él y a entregar lo que tienes?
«Más bienaventurado es dar que recibir» (Hechos 20:35).
Autor: Richard Ruszuly, secretario ministerial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
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