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Nota del editor: Ante nosotros tenemos el capítulo 8 del libro Counsels to Writers and Editors (Consejos para escritores y editores) de Elena G. White, traducido por el editor de la RA puesto que no hay traducción al castellano. Si bien es cierto que la autora está hablando de publicaciones y discursos o predicaciones, debemos entender que los principios aquí presentados son aplicables a nuevos medios de comunicación de hoy día que por aquel entonces no existían, tales como radio, televisión e Internet. El principio editorial delineado en estas palabras de Elena White se aplica a todo contenido destinado a ser publicado en cualquier plataforma o medio masivo de comunicación, físico, impreso, analógico o digital.

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Como pueblo, debemos permanecer como lo hizo el Redentor del mundo. En su controversia con Satanás respecto el cuerpo de Moisés, Cristo no se atrevió a traer sobre él ni una acusación. Tenía todo motivo para hacerlo, y Satanás quedó decepcionado porque no pudo suscitar en Cristo un espíritu de represalia. Satanás estaba listo para malinterpretar todo lo que Jesús hacía; y el Salvador no le daría ninguna ocasión, ni siquiera la apariencia de una excusa. No se apartaría de su firme determinación en la verdad para no seguir las divagaciones, pensamientos retorcidos y cambiantes y prevaricaciones de Satanás.

Leemos en la profecía de Zacarías que cuando Satanás con toda su congregación permaneció en pie para resistir las oraciones del sumo sacerdote Josué, y para resistir a Cristo, quien estaba apunto de mostrar su favor decidido por Josué, ” read in the prophecy of Zechariah that when Satan with all his synagogue stood up to resist the prayers of Joshua the high priest, and to resist Christ, who was about to show decided favor to Joshua, “Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio?” Zacarías 3:2.

El curso de Cristo a la hora de tratar incluso con el adversario de las almas, debería ser un ejemplo para nosotros en toda interacción con los demás, nunca traer una acusación o queja contra nadie; mucho menos deberíamos emplear dureza o severidad hacia aquellos que estar tan ansiosos como nosotros de conocer el camino correcto.

Aquellos que han sido educados en la verdad por precepto y por ejemplo, deberían ser muy tolerantes con los que no han tenido el conocimiento de las Escrituras excepto por la interpretación dada por ministros y miembros de iglesia, y quienes han recibido tradiciones y fábulas como si fuera verdad bíblica. Se sorprenden ante la presentación de la verdad; es una nueva revelación ante ellos, y no pueden soportar toda la verdad, en su carácter más impactante, si se les presenta en los inicios. Todo es nuevo y extraño, y completamente diferente a todo lo que habían oído de sus ministros; y se inclinan a creer lo que sus ministros les han estado diciendo, —que los Adventistas del Séptimo Día son infieles, y que no creen en la Biblia. Permitamos que la verdad sea presentada tal cual es en Jesús, línea tras línea, precepto tras precepto, un poquito aquí y un poquito allí.

No permitamos a aquellos que escriben para nuestras publicaciones hacer alusiones o acusaciones desagradables que ciertamente hacen daño, y que acabarán obstaculizando el camino haciendo que nos evadamos y escondamos del trabajo que debemos hacer para poder alcanzar a todas las clases, los católicos incluidos. Es nuestra labor predicar la verdad con amor, y no mezclar con la verdad elementos no santificados del corazón natural, y hablar de cosas que tengan el sabor del mismo espíritu poseído por nuestros enemigos.  Toda aseveración aguda volverá sobre nosotros en doble medida cuando el poder está en las manos de aquellos que pueden ejercerlo para hacernos daño. Una y otra vez se me ha dado el mensaje de que no debemos pronunciar ni una palabra, ni publicar una sola frase, especialmente por medio de personalidades, a menos que sea positivamente esencial en vindicar la verdad, que pueda provocar a nuestros enemigos en nuestra contra, y levantar sus pasiones candentes. Nuestra obra pronto se cerrará, y pronto el tiempo de angustia, como nunca hubo, vendrá sobre nosotros, del que no tenemos ni idea.

El Señor quiere que sus obreros le representen como el gran Obrero Misionero. La manifestación impetuosa siempre hace daño. La corrección esencial para la vida cristiana debe ser aprendida diariamente en la escuela de Cristo. Quien sea descuidado y negligente al pronunciar palabras o al escribir palabras para una publicación que ha de ser distribuida mundialmente, enviando expresiones que nunca pueden volverse atrás, se descalifica a si mismo para serle confiado el sagrado trabajo que se delega en los seguidores de Cristo en este tiempo. Aquellos que practican dando duras estocadas, están formando hábitos que se fortalecerán con la repetición, y de los que se tendrán que arrepentir.

Deberíamos examinar cuidadosamente nuestras formas y nuestro espíritu, y ver de qué manera estamos haciendo el trabajo de Dios que se nos ha confiado, que involucra el destino de las almas. La más alta obligación recae sobre nosotros. Satanás está en pie, listo, con celo ardiente para inspirar a toda la confederación de agencias satánicas, para que se unan con hombres perversos y traer rápidamente sobre los creyentes en la verdad severo sufrimiento. Cada palabra insensata que se pronuncia a través de nuestros hermanos será atesorada por el príncipe de las tinieblas.

Debería preguntar, ¿cómo pueden osar las finitas inteligencias humanas hablar descuidadamente y venturosamente palabras que pueden provocar ls poderes del infierno contra los santos de Dios, cuando el arcángel Miguel no se atrevió a pronunciar ninguna  acusación, sino que dijo,  “el Señor te reprenda”? Judas 1:9.

Nos resultará imposible evitar dificultades y sufrimiento. Jesús dijo: “¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!” Mateo 18:7. Precisamente porque la ofensa llegará, debemos ser cuidadosos de no provocar el temperamento natural de aquellos que no aman la verdad, a través de palabras insensatas, y por la manifestación de un espíritu antipático.

La verdad preciosa debe ser presentada en su fuerza natural. Los errores engañosos que están por todas partes, y que dirigen al mundo cautivo, deben de ser desvelados. Se está haciendo todo esfuerzo posible para entrampar las almas con razonamientos sutiles, para volverlos de la verdad a fábulas, y para prepararles para ser embaucados por grandes engaños. Pero mientras esas almas engañadas se vuelven de la verdad al error, no les hablemos ni una sola palabra de censura. Busquemos mostrar a esas pobres y engañadas almas su peligro, y revelemos cuán lamentable es su curso de acción hacia Jesucristo; pero hágase todo ello con compasiva ternura. A través de una forma adecuada de trabajar algunas de las almas que están siendo entrampadas por Satanás podrán ser recuperadas de su poder. Pero no las culpemos ni las condenemos. Ridiculizar la posición mantenida por aquellos que están en el error, no abrirá sus ojos cegados, ni les atraerá a la verdad.

Cuando los hombres  pierden de vista el ejemplo de Cristo, y no actúan conforme a sus maneras, se convierten en auto-suficientes, y se aventuran a enfrentar a Satanás con sus propios medios y armas. El enemigo los conoce muy bien y sabe cómo volver las armas contra los mismos que las usan. Jesús habló solo palabras de pura verdad y justicia.

Si alguna vez un pueblo necesitó caminar en humildad delante de Dios, ese es su iglesia, sus escogidos en esta generación. Necesitamos lamentar la insensibilidad de nuestras facultades intelectuales, la falta de apreciación por nuestros privilegios y oportunidades. No tenemos nada de lo que enorgullecernos. Traemos oprobio sobre el Señor Jesucristo con nuestra severidad, con nuestros embites tan opuestos al espíritu de Cristo.

Es cierto que se nos ha mandado: “clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado” Isaías 58:1 Este mensaje debe ser dado, pero mientras debe ser dado, debemos ser cuidadosos de no embestir y atosigar y condenar a aquellos que no tienen la luz que nosotros tenemos. No debemos salir de nuestro camino para hacer duras acusaciones a los católicos. Entre los católicos hay muchos que son cristianos muy meticulosos, y quienes caminan en toda la luz que brilla sobre ellos, y Dios trabajará en su favor. Aquellos que han tenido grandes oportunidades y privilegios, y que han fallado a la hora de mejorar sus capacidades físicas, mentales y morales, pero que han vivido para complacerse a sí mismos, y han rehusado sobrellevar su responsabilidad, están en mayor peligro de condenación ante Dios que quienes están en error sobre puntos doctrinales, pero que viven par hacer el bien a los demás. No censuremos a otros, no les condenemos.

Si permitimos consideraciones egoístas, falsos razonamientos, y falsas excusas, para llevarnos a un perverso estado de mente y corazón, de modo que no sepamos los caminos y voluntad de Dios, seremos mucho más culpables que el pecador reconocido. Debemos ser muy cautelosos para no condenar a aquellos que, delante de Dios, tienen menos culpabilidad que nosotros mismos.

Que todos tengan en mente que no estamos en ningún caso para suscitar persecución. No debemos usar palabras ásperas e hirientes. Mantengámoslas fuera de cada artículo escrito, saquémoslas de cada indicación dada. Permitamos que la Palabra de Dios haga el corte, la reprensión: permitamos que los hombres finitos se escondan y habiten en Jesucristo. Permitamos que el espíritu de Cristo aparezca. Que todos sean protegidos en sus palabras, no sea que no las apoyen en nuestra fe en oposición mortal contra nosotros, y den a Satanás una oportunidad de usar las palabras sin advertencia para emboscar nuestro camino.

Habrá un tiempo de angustia como nunca hubo desde que hay nación. Nuestro trabajo es estudiar para arrancar de todos nuestros discursos todo lo que tenga sabor a represalia y desafío y sea una acción contra iglesias e individuos, porque esto no es la forma ni método de Cristo.

[…]

La luz que tengo que dar a nuestro pueblo es: No se impriman discursos condenatorios en nuestras publicaciones. Un gran número de preciosas almas están a tientas en la oscuridad, pero deseando y llorando y orando por luz. Así ocurre en las iglesias por todas partes.

Cada artículo que escriba debe ser todo verdad, una sola gota de enfado en él envenenará al lector. Un lector desechará todas sus buenas y aceptables palabras por culpa de una sola gota de veneno. Otro se alimentará del veneno, porque ama esas palabras tan severas.

[…]

No podemos ayudar a los que están sin Cristo encontrando faltas en ellos. No se nos ha encomendado la tarea de reprobar ni de acometer contra persona alguna en nuestros periódicos. Esta actitud es engañosa, tenemos que ser “difícilmente provocables”. Debemos recordar que  por nuestra actitud espiritual tenemos que mostrar que nos alimentamos de Cristo, el pan de vida. Por nuestras palabras, nuestro temperamento, y nuestras obras, podemos testificar a aquellos con quien entramos en contacto, que el Espíritu de Cristo mora en nosotros.

Revista Adventista de España