Entonces Dios dijo: «Hagamos a los seres humanos a nuestra imagen, para que sean como nosotros. Ellos reinarán sobre los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, todos los animales salvajes de la tierra y los animales pequeños que corren por el suelo». Así que Dios creó a los seres humanos a su propia imagen. A imagen de Dios los creó; hombre y mujer los creó. Génesis 1:26.27
Desde el principio, Dios ha creado al ser humano con el propósito de llevar su imagen y vivir una vida estable, feliz en armonía con Dios, con uno mismo, con otros seres y con la naturaleza.
Después de tantos años, vivimos en un mundo inmerso en la confusión, en cuanto al estilo de vida idóneo que llevar. Los patrones que siguieron nuestros padres y abuelos, ya no son válidos en nuestros días; o así lo cree la mayoría de la gente, en la sociedad postmoderna en la que vivimos. Y es verdad, que los tiempos cambian y la manera de pensar y afrontar retos cambian, con las nuevas propuestas de vida que entre todos vamos construyendo.
Un estilo de vida estable
Pero, en medio de la confusión, la Palabra de Dios nos propone un estilo de vida estable. Sean cuales sean las circunstancias de la generación que nos ha tocado vivir, el estilo de vida propuesto por nuestro Creador, está fundamentado en principios y valores universales que trascienden los tiempos y las culturas.
Jesús siempre ha tenido un deseo maravilloso en su corazón para todos nosotros: ofrecernos, en su venida al mundo, una vida repleta de bendiciones celestiales. En su parábola del buen pastor, se presenta como la puerta a la vida eterna, con estas palabras: «Yo soy la puerta: el que por mí entre, será salvo; entrará y saldrá, y hallará pastos…; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia». (Juan 10:9-10)
El Departamento de Gestión de la vida cristiana, tiene el reto de mantener despierta en nuestras mentes y corazones:
Encrucijada de diferentes cosmovisiones
En medio de una sociedad envuelta en diferentes corrientes de credos y opiniones, como nunca antes, por la rápida accesibilidad a la información en la que nos movemos; se hace cada vez más NECESARIO conocer de buen grado la cosmovisión que nos aporta la Palabra de Dios y el estilo de vida que nos propone nuestro Creador.
Muchos se preguntan todavía hoy: ¿Qué es eso de la vida eterna? ¿Será posible que seres finitos como nosotros podamos superar la muerte? ¿Qué nos aporta Cristo Jesús que supere las otras ofertas de estilo de vida?
La necesidad de saber responder a estas preguntas, nos lleva a no solo conocer de cerca la propuesta de vida de Jesús, sino también estar disfrutando de ella, para hacerla atractiva a aquellos que nos rodean.
La confianza y obediencia, como respuesta al amor inmerecido de nuestro Redentor, nos llevará a disfrutar en el presente de las bendiciones de la vida eterna, por la acción poderosa del Espíritu Santo en cada uno de nosotros.
La genuina motivación
Entender adecuadamente cuál es nuestra verdadera situación en un mundo caído por el pecado, nos facilita entender el porqué del llamado que nos hace nuestro Creador, a colaborar con Él en la restauración primeramente de nuestra vida y luego de la de aquellos con los que nos relacionamos.
La fe y la fidelidad van cogidas de la mano, y son fortalecidas al cuidar nuestras relaciones con aquellos que nos importan. Solamente si decidimos confiar en las promesas de Jesús para seguir sus pisadas, podremos vivir en armonía con la voluntad de nuestro Padre celestial y ser útiles en su causa.
En medio de un mundo que grita en alto «todo es lícito pensar y hacer» y que «todo es bueno según como se mire», para vanagloria del hombre. Pablo nos recuerda que, aunque todo nos es permitido, no todo nos conviene ni nos ayuda a crecer. Y nos invita a hacerlo todo para la gloria y buen nombre de Dios (1ª Cor. 10:23 y 31)
El Señor tiene poder para cambiar nuestra cosmovisión del mundo, para dejar de centrar nuestra motivación en nosotros mismos y rendirla a la voluntad del Creador. Si nuestra alma antes era violenta y orgullosa, ahora debe ser mansa y humilde, con el firme propósito de servir a nuestro Salvador.
«Aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; más el justo por su fe vivirá» (Habacuc. 2:4)
¿Cómo disfrutar hoy de la vida eterna?
Si ya conocemos la vida de Jesús y el llamado que nos hace a seguirle, si estamos dispuestos a dejar de confiar en nosotros mismos y empezar a confiar más en el Señor, ahora solo resta poner a prueba sus promesas de forma práctica.
Y ahí, es donde el Departamento de Gestión de vida cristiana, según entiendo, más labor tenemos por recorrer junto a nuestros hermanos/as. Seguir a Jesús como discípulos suyos, requiere de unas claras prioridades en todo aquello que pensamos, hablamos y compartimos. Debemos buscar de todo corazón y poner a disposición de los demás, las bendiciones prometidas.
Como recordamos antes con el texto de Habacuc, la vida eterna no la podemos experimentar sin fe. Y la fidelidad, de una vida entregada al servicio de nuestro Señor Jesús, con todo lo que somos y poseemos, no se podrá dar, sino que hemos sido alcanzados antes con el Espíritu de la fe de Jesús.
¿Por qué no empezar por la propuesta que nos señala Pedro, la de purificar nuestras almas por medio de la obediencia a nuestro Señor Jesús?
«Al obedecer a la verdad, mediante el Espíritu, habéis purificado vuestras almas para el amor fraternal no fingido». (1ª Pedro 1:22)
¡Vivamos una vida cristiana!
Autores: Juan Carlos Peñalver y Sergiu Gavril, pastores responsables del departamento de Gestión de la vida cristiana, de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.