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Foto: (cc) Flickr/Steve Evans. Esquina: Rick Kajiura.

El olor a madera fresca cortada y gasolina llenaba el aire mientras bajábamos por el callejón hacia la pequeña oficina de la iglesia. Ya dentro, dos pioneros de Misión Global estaban en lo alto de las esquinas de mesas desbordadas. Al fondo, se oía voces que cantaban suavemente, algo que jamás había oído antes mientras visitaba al grupo pequeño reunido discretamente en un apartamento en otra ciudad de este país de Asia Central.

Más tarde supe que la mayoría de miembros de iglesia aquí eran extranjeros. Me presentaron un señor de cabello oscuro. Estaba vestido con sencillez, la mirada de sus oscuros ojos nunca se levantó del suelo. Supe que estaba estudiando la Biblia con uno de los pioneros. Provenía de un país vecino, un país con muy pocos adventistas. No puedo contar el resto de la historia, porque no lo conozco. Hay historias sin final, al menos aquí en la tierra.

Otro lugar en otro momento, estaba cruzando a pie un pequeño puente, un puente hacia ningún lugar. La acera de cemento me llevaba hacia una valla cerrada con cadenas, encumbrada con rollos de alambres con espinos. La valla estaba cubierta de trozos de ropa, lazos amarillos descoloridos por el sol y fotografías borrosas. A mi derecha había una torre de vigilancia con un soldado oteando la multitud con unos prismáticos. Eso era todo lo lejos que podía llegar. En el otro lado había un país que está cerrado a todo, salvo a la obra misionera.

Otro lugar más en otro momento. Mis ojos escudriñaban la multitud mientras esperaban pacientemente en los templos. Parecía que había un templo en cada calle, y detrás de cada esquina un santuario. Un niño, esperando ser mi guía, intentó averiguar qué idioma hablo en varios intentos en diferentes lenguas. Al final lo intentó en inglés, su persistencia y sentido del humor me hizo sonreír, y mi sonrisa me delató. Este era un país no cristiano, con su propia religión oficial. Todavía hoy este país está sufriendo cambios que pueden abrir nuevas puertas.

Los desafíos son diferentes de un país a otro, de una región a otra. En algunos lugares, la información es accesible de forma fácil, aunque las personas rehusen escuchar. En otras, las personas arriesgan sus relaciones, reputaciones o incluso sus vidas para oír o compartir el evangelio. En algunas regiones la iglesia tiene fondos limitados para cubrir sus vastos territorios. Por favor, oren por esos países. Algunos son esbozados en este artículo, pero hay muchos más. Oren por nuestros miembros allí. Oren para que Dios abra puertas. Oren para que Dios le muestre lo que usted puede hacer por la misión en las áreas más desafiantes del mundo.

Revista Adventista de España