La guerra golpea a las familias y los niños, y miles de refugiados están buscando seguridad en otras partes del mundo. Las enfermedades no dejan de afectar a miles de personas. El coste del combustible avanza imparable. Huelgas en el aeropuerto y los agricultores llevan sus tractores por las grandes autopistas. Este mundo está cada vez más roto y desesperado.
¿Adónde vamos?
En estos días mi mente piensa más en la segunda venida del Señor.
Cuando recibí el mensaje de la pronta venida de Cristo, era tan solo un niño en la casa de mi madre. Crecí con la expectativa del regreso de Cristo. Mi abuela me decía que Cristo vendría para llevarnos a un lugar donde no habrá muerte ni dolor. Lo que más me gustaba era la seguridad de saber que habrá un lugar donde no existe el sufrimiento.
En este momento estoy reflexionando sobre cómo será ese momento. ¿En qué lugar del cielo aparecerá pequeña nube negra de la que habla Elena G. de White? ¿Resistiré mirando a la luz de Cristo? ¿Qué causará en mí el sonido de la trompeta, espanto o alegría?
En esa nube, a medida se acerque a la Tierra, se podrá ver claramente a miles y miles de ángeles que rodean a Cristo, glorioso. Luz, trompetas, y fuertes sonidos. Unos tratan de esconderse de esa luz y de Cristo, el Cordero que salva. Otros saltan de gozo y levantan las manos para recibir el reino. Las palabras son tan pobres para describir ese día, definitivo para este mundo…
¿Tú dónde quieres estar en ese día?
No sabemos dónde estaremos en ese momento. Quizás me gustaría estar rodeado de mi familia, para asegurarme de que todos entrarán en el reino eterno de Dios. No puedo asegurar nada ahora. Lo que me queda por hacer es prepararme para esos días llenos de incógnitas.
«Pero cuando el Señor Jesús regrese, vendrá como cuando un ladrón entra en una casa a robar. En ese día, los cielos desaparecerán en medio de un ruido espantoso, las estrellas serán destruidas por el fuego, y la tierra y todo lo que hay en ella desaparecerán.
»Ya que todo será destruido de esa manera, ustedes deben obedecer solo a Dios, hacer el bien, y esperar con ansias el día en que Dios juzgará a todo el mundo. Ese día, el fuego destruirá los cielos y derretirá las estrellas.
»Pero nosotros esperamos el cielo y la tierra nuevos que Dios ha prometido, donde todo será bueno y justo.
»Por eso, queridos amigos, mientras esperan que esto suceda, hagan todo lo posible por estar en paz con Dios, y porque él los encuentre sin pecado». (2 Pedro 3:9-14 [TLA])
Ese día llegará. Aunque para algunos lo hará antes de lo previsto. Muchos que esperan la segunda venida morirán antes, en algún momento. Un accidente, una enfermedad… y la segunda venida habrá llegado ya para ellos, porque lo primero que verán al abrir sus ojos será a Cristo viniendo en las nubes de los cielos. Por eso debemos estar preparados para esa segunda venida, cada momento de nuestra vida.
Sin pecado
Sin mancha, o sin pecado, quiere decir que debemos buscar la pureza del corazón. En este mundo domina el egoísmo. Allá reinará el servicio y la abnegación. Es un reino de Amor.
No sabemos cuando vamos a morir, ni si estaremos en pie en el momento de la segunda venida. Por eso, ahora es el momento acudir a la cruz de Cristo para lavarnos de cada mancha que el pecado haya podido producir en nosotros. Necesitamos que Jesús nos limpie, y para eso debemos reconocer que somos pecadores. Si nos damos cuenta de que en nosotros hay manchas negras, es porque somos objeto del amor de Dios. Solo el Espíritu Santo puede mostrarnos cómo somos en realidad. Esa es una obra especial del Espíritu Santo. Es la tristeza por el pecado, y entender el plan de Salvación, lo que nos conduce a una vida espiritual, profunda y eterna.
Si cesa en nosotros el deseo de buscar a Dios, es porque estamos en un proceso de endurecimiento del corazón, ¿y quién nos podrá sacar de semejante condición? Solamente la suave y dulce voz del Espíritu Santo, quien nos habla a través de nuestras conciencias. Hagámosle caso cuando nos indica que estamos en un camino que lleva a la perdición. ¡Es tan peligroso no sentir más el deseo de orar y de prepararnos para su venida!
Sabes, me gustaría darte la buena noticia de que habrá mucha gente que se alegrará por la venida del Señor a nuestro mundo. Sin embargo, pocos lo esperaban en su primera venida y muchos menos lo esperarán en la segunda. En algunas de sus enseñanzas sobre el futuro de la humanidad, Cristo decía que encontrará poca fe en la tierra.
No es un cuento
No es un juego o un cuento, la salvación del alma. Hoy en día estamos tan ocupados con las tareas y los afanes de buscarnos el sustento, que nos olvidamos del pan celestial, que es el que realmente importa. Para nosotros, la noticia de que Cristo vuelve pronto debería ser la mayor esperanza. Una esperanza que salva y trae alivio.
La proclamación de la venida de Cristo debe animarnos a avanzar en las tareas de cada día. Cuando damos pasos en una dirección concreta, o trabajamos para alcanzar ciertos objetivos, deberíamos pensar en cuánto tiempo nos queda para recibir al Señor en las nubes de los cielos. Admitamos que vivimos tiempos son complicados y hagamos vibrar nuestros corazones con la promesa de su advenimiento.
¿Anhela tu corazón la llegada de ese día especial?
Cuando Cristo venga será una sorpresa para todo el mundo, incluso para los creyentes. Las señales indican la proximidad de su venida, pero no muestran el día ni la hora de su llegada. Y otra vez se equivocan los que declaran el año. No podemos caer en esas trampas una y otra vez. Nadie sabe cuando el Señor vendrá. Lo que sí sabemos, es que Cristo está muy cerca de venir. Su venida es inminente. Y de repente en nuestros días se despiertan tantos falsos profetas que proclaman el año de su venida. ¡Pero si la propia Biblia indica claramente que nadie lo sabe, ni lo sabrá, sino solamente el Padre! [Ver Mateo 24: 36-51]
Mira, si la llegada de Cristo causa en tu vida frustración y ansiedad es porque te falta la alegría de la salvación. Anhelo tanto su venida para ver salir de las tumbas a los que me dejaron con tanto dolor y quiero que Cristo venga para ver mi cuerpo transformado. La venida de Cristo para mí es la meta de un camino largo en la historia de este mundo que se acerca a su final.
La comunidad adventista debería alimentarse más con la esperanza de su venida. Esta es la luz que nos hace sonreír en medio de las tristezas. Cada oportunidad de acudir a la iglesia sea como un testimonio para proclamar nuestra esperanza unida al anhelo del apóstol Juan en la isla Patmos, «Ven, Señor Jesús».
¡El Señor viene pronto!
Autor: Richard Ruszuly, secretario ministerial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
Imagen: Foto de Agê Barros en Unsplash